María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En un tranquilo caserío del Hiranzo, en el municipio Cárdenas, una noche del 12 de octubre de 1979 ocurrió un hecho de sangre que dejó conmocionada a toda la comunidad. Sin que nadie escuchara sus gritos desesperados, una conocida educadora fue asesinada brutalmente en el interior de su vivienda.
La víctima, una mujer de 47 años, recibió tres machetazos, dos de ellos en la cabeza y otro en el brazo. La dantesca escena fue analizada por los detectives de la Policía Técnica Judicial (PTJ), que comenzaron a recolectar pistas para dar con el homicida.
Los oficiales interrogaron a vecinos y recolectaron diferentes huellas dactilares del posible homicida. La PTJ había identificado a un hombre extraño que se le había visto merodeando la zona, días antes del suceso. Además, se pudo conocer que la educadora recientemente había concretado la venta de un automóvil, por lo cual el robo se convirtió en la principal hipótesis de los detectives.
Solo tres días después del crimen, la PTJ consiguió localizar al principal sospechoso del caso en un sector denominado el Silgará, ubicado en el mismo municipio. El hombre de 26 años y origen colombiano, en primera instancia negó todos los hechos de los que se le acusaban; sin embargo tras un intenso interrogatorio, la policía finalmente logró su confesión.
Al parecer el homicida se había enterado de la venta que acaba de concretar la educadora, por lo cual planeó el robo del dinero. Armado solo con un machete, inspeccionó la zona y esperó hasta el domingo 12 para concretar el robo.
Cuando se aseguró que la mujer estuviera sola en su residencia en El Hiranzo, esperó a últimas horas de la noche para ingresar de manera sigilosa a la residencia y buscar el dinero; no obstante, el criminal no esperaba que la educadora estuviera despierta y tras negarse a cumplir con las exigencias del hombre, este decidió terminar con su vida de una manera violenta, desenfundando su arma y provocando tres heridas mortales.
El criminal tomó el dinero y se dio a la fuga pensando que había concretado el crimen perfecto; sin embargo, la policía dio rápidamente con su ubicación y finalmente fue apresado y condenado por el vil asesinato de la educadora.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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