Un hombre muy alto se encontraba en el altar principal como si elevara una oración

Crédito: Karen Roa

Un hombre muy alto se encontraba en el altar principal como si elevara una oración

 Las sombras y espíritus de La Lugareña revelan un oscuro pasado

María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En lo alto del Páramo La Laja se levanta una antigua hacienda abandonada, La Lugareña, su imponente estructura, que a pesar de los años continúa en pie, es una muestra de la bonanza que un día tuvo; no obstante pocos son los que se atreven a visitarla debido a las diferentes leyendas que rondan el lugar.

Arturo cuenta que durante su juventud fue contratado para cuidar la hacienda, si bien esta se encontraba totalmente inoperativa, los dueños querían que las instalaciones permanecieran lo más cuidadas posible. El joven, a pesar de haber escuchado diferentes leyendas sobre el lugar, aceptó el trabajo debido a lo jugoso de la paga y durante mes y medio vivió solo en aquella imponente casa.

El joven quedó asombrado en su primer recorrido por el lugar. Un túnel que atravesaba parte de la estructura, seguramente construido para ahorrar tiempo a los peones, le recordaba los castillos europeos que solo había visto en fotografías. La capilla, que si bien no era muy grande, le transmite cierta inquietud, no obstante se aseguraba dejar una vela prendida en el altar, puesto que así se lo recomendó quien lo contrató

Durante la primera semana todo transcurrió sin novedad alguna, Arturo se levantaba desde muy temprano y tomaba su café en el balcón principal en donde se tenía una vista espectacular a una de las lagunas cercanas de la casa; sin embargo, aquella mañana algo extraño ocurrió, desde lo alto de la casa pudo observa como tres mujeres vestidas de blanco se dirigían a la capilla. Arturo bajo rápidamente las escaleras, pero al llegar a la capilla la encontró cerrada. El suceso impactó mucho en el joven que comenzó a cuestionar si las tres mujeres que vio eran reales o producto de su imaginación. El resto del día pasó con normalidad, pero al llegar la noche cosas extrañas comenzaron a suceder en la casa.

Pasadas las tres de la madrugada, un fuerte golpe levantó de la cama a Arturo. El joven agitado salió a ver qué sucedía. Si bien el estruendo fue enorme, en la casa no se escuchaba ni el viento. Esto tensó al joven, que vio cómo una gran luz comenzó a emanar de afuera de la casa. Arturo corrió a ver qué sucedía cuando vio un gran número de sombras que se acercaban a la capilla, en ella sonaban murmullos como si de una misa se tratara. 

Antes de que pudiese acercarse a la capilla, Arturo vio cómo unos seres diminutos se colaron dentro de la finca, corrió hacia ellos, pero no pudo ver nada. El joven pensó que estaba soñando, puesto que nada de esto parecía ser real, desde las ventanas hacia el patio podía ver como un gran número de personas caminaban con velas en sus manos en dirección a la capilla, Arturo salió en dirección a esta, pero las personas habían desaparecido.

El joven reunió todo el valor que tenía, decidió entrar a la Capilla, al llegar quedó congelado al ver lo que sucedía. Un hombre muy alto con túnica roja se encontraba en el altar principal como si elevara una oración, a su lado derecho tres monjas permanecían rezando con la cabeza agachada y en el centro un hombre corpulento lloraba mientras abrazaba una biblia. 

Arturo no podía creer lo que veía, los gritos del hombre eran desgarradores y los murmullos de las monjas pronto elevaron el tono, el joven no pudo aguantar lo que veía y emprendió una carrera feroz hasta el interior de su cuarto y se encerró, tomó una biblia que había en uno de los cajones y comenzó a orar. No supo en qué momento se quedó dormido, pero al despertar se encontraba arrodillado en la cama con la cabeza descansando sobre la biblia. 

Aún indeciso sobre lo que había pasado aquella noche, Arturo decidió salir de la propiedad y mientras se alejaba del lugar, fue recobrando la calma e incluso llegó a pensar que todo lo sucedido en la noche seguro se trataba de un mal sueño. Pocos minutos después se encontró con Raúl, una de las personas que vivía cerca de la propiedad, se saludaron y comenzaron a conversar. De manera curiosa Raúl le preguntó sobre cómo era pasar la noche en La Lugareña, a lo que Arturo no supo contestar, puesto que sabía que si comentaba algo de lo que había visto la noche anterior lo tomarían por loco. 

Sin embargo, algo le obligó a contarle a Raúl todo lo sucedido. El hombre escuchó pacientemente la historia de Arturo y contrario a lo que pensaba el joven Raúl, le creyó. El hombre le explicó que durante años historias extrañas se cuentan de La Lugareña, explicó que desde que la finca dejó de funcionar ningún trabajador dura mucho tiempo cuidando la propiedad y menos después de lo que pasó con Miguel, un obrero de 35 años cuyo cuerpo sin vida fue encontrado en la capilla, Raúl quien fue uno de los que vio al hombre contó  a Arturo que su muerte era muy extraña,  algunos decían que había sido un infarto, pero Miguel en su rostro tenía una mueca de horror como si hubiera visto al mismo demonio y en sus brazos bien pegado a su pecho encontraron una biblia negra en cuyas páginas había escritos inentendibles

Tras escuchar el relato de Raúl, Arturo subió a La Lugareña, fue directamente a su cuarto, tomó un par de sus pertenencias y decidió abandonar el trabajo. Poco tiempo después escuchó que, a pesar de que otras personas tomaron su lugar, nadie duraba en el puesto y poco a poco la belleza de la finca se fue deteriorando hasta ser solo ruinas.

Algunas personas cuentan que fuentes malignas rondan en la propiedad, dicen que cuando fue construida encontraron varios cadáveres, además cuentan que tal vez en el lugar haya entierros y por eso es normal el avistamiento de duendes que buscan con locura los metales preciosos. Otros siguen hablando de las extrañas monjas que cruzan la propiedad en tempranas horas de la mañana y altas horas de la noche.  

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