Pedro recordó todas las historias sobre las extrañas luces provenientes de la montaña y de cómo jams hay que seguirlas

Crédito: Karen Roa

Pedro recordó todas las historias sobre las extrañas luces provenientes de la montaña y de cómo jamás hay que seguirlas

Cascada EL Ron: un paraíso escondido con secretos oscuros

María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- Escondida entre las montañas de San Cristóbal se encuentra la misteriosa Cascada El Ron, un pequeño paraíso que atrae muchos visitantes y campistas debido a sus aguas tranquilas y su ambiente pacífico, pero pocos conocen las oscuras historias que esconden sus aguas.

Pedro era un apasionado campista, tenía un gusto solemne por visitar las montañas y pasar la noche en ellas, desde hacía tiempo había escuchado sobre la Cascada El Ron y estaba planificando visitarla, a pesar de que invitó a varios amigos nadie confirmó y decidió emprender el viaje solo; si bien sabía que desde la Montaña La Z hay un camino para llegar, decidió tomar la ruta desde Barrio Sucre.

Tras pasar algunas horas caminando, Pedro siguió el camino que un amigo senderista le había indicado y finalmente llegó a la mística cascada.  Pedro instaló su carpa en un sitio plano cerca de la fuente de agua y se dedicó a sumergirse en el agua mientras transcurría la tarde. Antes de la puesta de sol, Pedro encendió una fogata y comenzó a preparar la cena.

Tras la comida, el frío se intensificó en el lugar y Pedro decidió que era hora de ir a dormir. Apagó el fuego y se encerró en su carpa, no obstante, a los pocos minutos cosas extrañas comenzaron a suceder, los sonidos de la naturaleza desaparecieron y todo quedó en un silencio sepulcral. Pedro extrañado, agudizó el oído, pero no podía ni escuchar a los insectos. De pronto una luz iluminó la carpa. Pedro se sentó de golpe, puesto que pensó que había quedado el fuego encendido, rápidamente salió de la carpa y se paralizó al ver lo que sucedía

Música, gritos y risas inundaron de pronto en el ambiente, Pedro no podía creer lo que veía; en medio del río había un grupo enorme de personas que bailaba y cantaba cosas inentendibles, sus cuerpos largos parecían sombras oscuras iluminadas por una extraña luz que provenían del fondo de la cascada.

Pedro intentó detallar sus rostros, pero no podía distinguir en dónde empezaba una mueca y dónde terminaba la otra. Si bien el joven estaba asustado, no podía evitar sentirse atraído por la luz que salía del río, pero cuando iba a empezar a caminar, un niño se le atravesó en el camino.

El joven salió un poco de su trance al ver al pequeño que estaba vestido de manera extraña, una camisa blanca manga larga y unos pantaloncillos negros con zapatos marrones pulidos, extrañamente pulcros. 

Pedro quería acercarse para mirarle el rostro al niño, sin embargo le resultaba imposible, era como si una enorme sombra ocultara su rostro. El niño sin decir nada señaló la carpa. Pedro miró al pequeño y luego a la extraña fiesta en el río y entendió que el niño le pedía que se alejara.  El joven que apenas y podía caminar, se metió de nuevo como pudo en la carpa, tomó un viejo rosario que tenía en su bolso y comenzó a rezar, mientras lo hacía recordó todas esas historias que sus abuelos le contaban cuando era niño sobre las extrañas luces provenientes de la montaña y de cómo jamás hay que seguirlas.

Pedro no sabía en qué momento se había quedado dormido, despertó con el rosario en la mano. El reloj marcaba las 10 de la mañana, las imágenes de la noche anterior llegaron a su mente y pensó que tal vez se trataba de un mal sueño, al salir de la carpa con terror confirmó que lo sucedido la noche anterior fue real, ya que pudo ver huellas de zapatos de diferentes tamaños marcadas en el suelo y en la entrada de su carpa unas muy pequeñas, tal vez pertenecientes a las de un niño.

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