María Cárdenas | La prensa del Táchira.- En la mañana del 15 de septiembre de 1983, un terrible crimen conmocionó a los habitantes de Río Chiquito cuando fue encontrado al borde del río, casi irreconocible y sin vida el cuerpo del capataz de la finca La Colina.
Ante el hecho rápidamente hicieron su aparición los detectives de la Policía Técnica Judicial (PTJ) y comenzaron las investigaciones. El cuerpo pertenecía a Jesús, quien además de capataz, era hijo del dueño de la finca. La victima presentaba terribles heridas, al menos 33 machetazos, reflejando la brutalidad del crimen.
Mientras los detectives comenzaron a interrogar a los trabajadores, un exobrero del lugar se presentó frente a los cuerpos policiales con una mano vendada, afirmando que él había sido el asesino del capataz, quien además era su primo. En sus primeras declaraciones alegó que el suceso había ocurrido en defensa propia. "Si no lo mato, el muerto sería yo", afirmó el asesino ante los medios de comunicación de la época.
Según el obrero, tres días atrás había tenido una discusión con el capataz que había terminado con su despido. "La tenía agarrada contra mí", explicó. Aquel 15 de septiembre, señaló que antes del amanecer fue hablar con el capataz para pedirle que le devolviera el trabajo, no obstante, el hombre se negó y enfurecido sacó una machetilla y atacó al obrero; este en defensa propia sacó su machete y respondió al ataque, asegurando que no recordaba mucho después de eso, ya que se encontraba ciego de ira; sin embargo, admitió haber cargado el cadáver y trasladarlo hasta el río, en donde lo abandonó.
El obrero aseguraba que se había entregado a la justicia porque sabía que lo que había hecho fue en defensa propia, sin embargo, los testimonios de los otros obreros y hermanos de la víctima, demostraban algo más siniestro.
Al parecer el obrero tenía un oscuro plan, llegó pasadas las dos de la madrugada a la finca, cortó el sistema eléctrico y además cerró con un candado el dormitorio de los obreros. Con sumo cuidado violentó la vieja chapa de la puerta del capataz y mientras este se encontraba aún dormido lo agredió por primera vez; el capataz intentó defenderse con una machetilla que tenía cerca de la cama, sin embargo, la fuerza del obrero lo superaba, por lo cual salió corriendo pidiendo auxilio, el cual no fue respondido, ya que los obreros no podían salir del dormitorio.
A solo unos metros de la habitación, el obrero volvió a arremeter, esta vez con más violencia, impactando su arma más de 30 veces en el cuerpo del capataz que murió en el lugar. Tras conseguir su cometido, el obrero tomó el cuerpo del capataz, lo metió en uno de los sacos que se usaban para recolectar el café, se lo cargó al hombro y abandonó el cuerpo cerca de la quebrada.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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