María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En la entrada de Peribeca, una hermosa y antigua finca se ve a lo lejos; es un paisaje hermoso que cautiva los turistas, pero muy pocos conocen las oscuras historias que se esconden detrás de los muros de aquella antigua finca.
Andrés volvía a San Cristóbal después de estar algunos meses ausente y junto a un grupo de amigos decidió ir a festejar la reunión en la antigua finca familiar de Luis en Peribeca. La tarde había transcurrido con normalidad, hicieron un asado, comieron y llegada la noche comenzaron a conversar en el porche.
Todos estaban impresionados por el lugar, una gran extensión de terreno, además la finca antigua y con mucha clase se levantaba imponente en el lugar. A pocos metros de ella se encontraba una pequeña capilla que desde hace varios años se encontraba cerrada, todo el sitio bajo la luz del sol resultaba sumamente encantador.
Los amigos se encontraban charlando cuando Andrés decidió usar el baño. Entró como en otras ocasiones; sin embargo, algo había cambiado dentro de la casa. Andrés lo describió como una vibra pesada, además se decía sentirse observado, pero intentó no darle importancia.
Cuando regresaba, una anciana se le atravesó en el camino con ropa de dormir, lo miró de arriba a abajo como si lo estudiara y en voz seca y baja le dijo "no andes solo" y se retiró lentamente. Andrés, aunque extrañado de la actitud de la mujer, siguió su camino. Al salir se encontró con Daniel y le habló de la mujer, este le explicó que hacía un rato, también la había visto en la cocina observando la ventana, pero no le dijo nada. Probablemente se trataba de los familiares de Luis.
Ambos decidieron explorar un poco más la propiedad y la capilla los llenó de intriga, puesto que a pesar de que Luis indicó que el lugar estaba cerrado, de su interior emanaba una extraña luz. Al acercarse, se percataron que dentro de esta un anciano vestido de negro estaba sentado, mirando hacia el cristo antiguo que reposaba en la pared de piedra. Andrés y Daniel se miraron extrañados y decidieron alejarse del lugar.
Al ver esto, los jóvenes se llenaron de nerviosismo y decidieron abandonar el lugar, se subieron al auto de Andrés, sin embargo, algo muy extraño sucedió. A pesar de que salida hacia la carretera se encuentra a pocos metros de los autos, los jóvenes sintieron que el camino se había hecho demasiado largo, se sintieron completamente perdidos intentaron dar retroceso, pero un enorme pino que salió de la nada les bloqueó el camino, por lo cual debieron seguir en línea recta por el camino de tierra. De pronto, como si fuera por arte de magia, un hombre de negro y sin rostro se atravesó frente al auto lo que hizo que Andrés frenara con brusquedad, ambos quedaron atónitos al ver que el hombre increíblemente alto no se movía a pesar de que ambos le gritaron e hicieron señas, por lo cual no les quedó más remedio que emprender el camino de regreso.
Al llegar encontraron al grupo reunido, preocupado por ellos, porque no contestaban los teléfonos. Contaron lo que sucedió esperando burlas, pero todos guardaron silencio. Luis fue el primero que habló y recomendó a todos permanecer juntos y esperar tranquilos el amanecer. Al parecer durante aquella noche Andrés y Daniel no eran los únicos que habían tenido alguna experiencia extraña, puesto que poco a poco cada uno de sus amigos comenzaron a hablar sobre los extraños ancianos que habitaban la propiedad.
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