La falta de políticas públicas efectivas y la discriminación por edad empujan a estos ciudadanos a buscar en la informalidad la única vía para cubrir sus necesidades

Crédito: Francisco Hinojosa

La falta de políticas públicas efectivas y la discriminación por edad empujan a estos ciudadanos a buscar en la informalidad la única vía para cubrir sus necesidades

Tachirenses de la tercera edad apuestan al "rebusque" como sustento

Francisco Hinojosa / ERL | La Prensa del Táchira.- La imagen de adultos mayores ofreciendo mercancía variada en las calles de San Cristóbal se ha vuelto una escena cotidiana, un reflejo de la difícil situación que atraviesan al no contar con oportunidades laborales ni pensiones dignas que garanticen su sustento en la vejez. La falta de políticas públicas efectivas y la discriminación por edad empujan a estos ciudadanos a buscar en la informalidad la única vía para cubrir sus necesidades básicas.

Matilde Rodríguez, de 67 años, es una de estas luchadoras. Desde hace años, vende caramelos, chucherías y cigarros en La Concordia. Su historia está marcada por la tristeza de la emigración de sus dos hijos, de quienes no ha vuelto a tener noticias. 

"Vivo solita en el Barrio El Río y este es mi único sustento y lo de la pensión", relata con resignación, pues la pensión y los bonos que recibe son insuficientes, por lo que su jornada se extiende a la venta ambulante y a la limpieza de casas los fines de semana. 

Agradece el gesto de algunas personas en el Mercado Los Pequeños Comerciantes, quienes le brindan el almuerzo diario. Sin embargo, la angustia de no tener a nadie y la constante preocupación por invertir en su mercancía y costear sus medicamentos para la tensión, la embargan a menudo. 

A pesar de la desesperación, el cariño y el apoyo que ha encontrado en algunos clientes del mercado ES un pequeño alivio en su día a día.

Por su parte, José Alarcón, de 72 años, comparte una realidad similar. Aunque cuenta con una pensión, esta apenas cubre sus necesidades esenciales, obligándolo a salir a la calle a vender lapiceros y bolsas de aseo. 

"Yo tengo mi pensión y mi hijo me ayuda de vez en cuando porque él también está necesitado, pero trato de ahorrar lo más que pueda y también crío pollos de vez en cuando", explica. 

Su experiencia como vigilante quedó atrás, pues la edad se convirtió en un obstáculo para encontrar empleo. Ahora recorre el centro y se sube a las busetas ofreciendo sus productos, aceptando incluso lo poco que algunas personas pueden pagar. 

La soledad en casa también fue un factor que lo impulsó a buscar sustento y compañía en las calles.

Buscando la oportunidad en el talento

Rosalinda Moreno, con 65 años de edad, encontró en sus habilidades gastronómicas una forma de subsistencia tras el fallecimiento de su hija, con quien vendía paledonias en bodegas durante más de 20 años. 

Hoy, se instala diariamente cerca del terminal o en el centro de la ciudad ofreciendo paledonias, hojaldres, palmeritas y pasta seca. Este negocio, sumado a sus trabajos de costura, le permiten salir adelante. 

"Siempre le he tenido miedo a estar sola o que me enferme, gracias a Dios estoy sana y cuento con el apoyo de alguna familia que no se ha ido", comenta. 

Rosalinda hace un llamado a las autoridades para que presten mayor atención a los adultos mayores, lamentando la situación de muchos que son abandonados por sus propios hijos.

"Estando por estos lados uno se da cuenta de la cantidad de personas mayores que la están pasando muy mal, por eso hay que agradecer lo poco que tenemos y estar en paz con Dios", aseveró la trabajadora.

En otro punto de la ciudad, Justo Romero, de 73 años, vende trapos de cocina y coletos que confecciona su esposa. 

A pesar de contar con una clientela fiel en el centro de San Cristóbal y ofrecer buenos precios, su edad y un problema en una pierna han disminuido su energía. 

Su esposa ahora vende pasteles en San Josecito, lo que lo obliga a enfrentar solo la jornada diaria. 

"Es una necesidad salir a rebuscarse y no quedarse pegado solamente con la pensión", afirma Romero, consciente de que sus hijos también tienen sus propias dificultades económicas.

Asimismo Arelis Nieto, vende café y productos cosméticos cerca de la Plaza Bolívar, con la ayuda diaria de su nieta. 

La difícil situación económica y la insuficiencia de su pensión, complementada por las remesas de su hija desde Cúcuta, la mantienen en una constante lucha. Aunque ha considerado mudarse a Cúcuta, la incertidumbre de encontrar otro trabajo a su edad la detiene. 

"Yo igual cuento con mis hijos pero también necesito un extra para poder solventar en la casa", señala, mostrando su desacuerdo con la baja pensión que recibe tras años de trabajo como secretaria en el antiguo Banco Unión.

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