María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- Entre los caminos de Capacho Nuevo se esconde una leyenda que pocos conocen. En el Cementerio Municipal, extrañas apariciones han sorprendido a trabajadores y visitantes, algunos cuentan que son almas de personas que no han encontrado el descanso eterno y permanecen rondando en el cementerio.
Carlos, hacía unos pocos días había aceptado el trabajo de restaurar una antigua tumba del cementerio, un trabajo tranquilo y muy bien pagado. Llevaba ya tres días trabajando en aquella tumba pegando cerámica, puliendo los antiguos metales y embelleciendo el lugar. Trabajar en el camposanto no le generaba ningún miedo, todo lo contrario, Carlos valoraba el silencio y si bien no era supersticioso siempre intentaba guardar respeto a los muertos.
Una tarde se encontraba en el trabajo, cuando de pronto el silencio fue interrumpido por algunas risas, al voltear Carlos vio a un niño de seis años, vestido con una camisa blanca manga larga y pantalón negro, con una de sus herramientas en las manos. Carlos se impresionó de no haber notado la presencia del niño, intentó acercarse, pero este corrió a gran velocidad, perdiéndose entre las tumbas.
Carlos caminó unos pocos metros buscando al pequeño, pero no lo consiguió ni tampoco su herramienta. Al regresar al espacio de su trabajo, aun confundido por el suceso, se impresionó al ver la espátula que había tomado el niño sobre la vieja tumba. Carlos no le dio importancia y continuó con su labor, pero a lo lejos continuaba escuchando las risas de aquel niño travieso.
Al día siguiente, Carlos llegó a su espacio de trabajo y encontró al mismo niño con el mismo atuendo sentado en la tumba, pero esta vez notó que el pequeño se encontraba descalzo. El hombre intentó preguntarle si estaba solo o acompañado, pero el niño solo empezó a reír y salió corriendo de nuevo, perdiéndose entre las tumbas.
Carlos, alarmado por el pequeño, fue a hablar con el director del cementerio sobre lo que había ocurrido, pero cuando el hombre comenzó a comentarle los hechos, el director palideció y le explicó que el pequeño no era de este mundo.
El director contó a Carlos que desde hace muchos años el pequeño aparece entre los senderos del cementerio siempre jugando bromas al personal, explicó que si bien el pequeño no hace daño, seguirlo puede resultar peligroso, puesto que el niño guía a las personas a las zonas peligrosas del camposanto, en donde las baldosas son más antiguas y se encuentran sueltas. Por lo cual, cuando este aparece, todos intentan ignorarlo.
Además, indicó que han realizado un sin fin de cosas para que el alma del pequeño descanse, como misas en su honor, entre otras, pero el pequeño se niega a abandonar el camposanto.
Desde entonces, cada vez que Carlos va a trabajar al cementerio, no rompe su concentración, no voltea ni mira si escucha risas o ruidos extraños y si una de sus herramientas desaparece misteriosamente, lo ignora, puesto que sabe que a los pocos minutos la encontrara de nuevo en su lugar.
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