Hombres en su mayoría de la tercera edad continúan llegando a la plaza con sus característicos cajones y herramientas

Crédito: Francisco Hinojosa

Hombres, en su mayoría de la tercera edad, continúan llegando a la plaza con sus característicos cajones y herramientas

Lustrabotas se desvanecen como tradición en plazas de San Cristóbal

Francisco Hinojosa / ERL | La Prensa del Táchira.- En una época en la que el calzado impecable era sinónimo de distinción y autoridad, la Plaza Bolívar de San Cristóbal tenía y aún conserva un eco de esta tradición. Sin embargo, el oficio de lustrabotas, arraigado históricamente en los costados de este emblemático lugar, especialmente frente al Ateneo del Táchira, enfrenta un lento pero constante declive.

Hombres, en su mayoría de la tercera edad, continúan llegando a la plaza con sus característicos cajones y herramientas, ofreciendo sus servicios a quienes aún valoran el arte de un calzado pulido. Un proceso que, como afirman los expertos, requiere paciencia y conocimiento para lograr un brillo duradero en el tiempo.

José Daniel Gómez, con más de 40 años dedicados a este oficio, lo describe como una tradición que ha marcado la historia de San Cristóbal. Recuerda con nostalgia aquellos tiempos en que la Plaza Bolívar se encontraba repleta de lustradores, esperando a una clientela diversa que incluía ejecutivos, estudiantes, militares, meseros y secretarias. 

"De propina en propina uno se hacía lo de la semana", rememora Gómez, quien aprendió el oficio a los siete años y hoy se considera un conocedor de los secretos del cuero y los aditivos necesarios para un acabado perfecto.

Nuevas generaciones desinteresadas por el lustrado

Sin embargo, la realidad actual es muy diferente. Gómez lamenta que las nuevas generaciones muestren poco interés en aprender el oficio y que la proliferación del calzado sintético, que generalmente no requiere lustrado, haya mermado significativamente la demanda. "Muchos han dejado de trabajar lustrando, porque ya casi no hay clientes o muy pocos usan zapatos de cuero", afirma.

Omar Guanipa, quien lleva 25 años en el oficio y trabajó durante mucho tiempo en la Plaza Bolívar de Rubio, señala que muchos de los antiguos lustradores han fallecido o han dejado la actividad por falta de rentabilidad. No obstante, sugiere que quienes aún persisten lo hacen impulsados por el deseo de mantener viva una tradición.

Para Guanipa, lustrar zapatos va más allá de una necesidad económica; es una oportunidad para conectar con personas desconocidas y escuchar sus historias mientras sus zapatos reciben un "tratamiento de regeneración". Aunque reconoce que las ganancias son modestas y la clientela irregular, destaca que aún acuden a él efectivos de seguridad, mesoneros y gerentes de banco, quienes consideran el calzado brillante como un símbolo de elegancia y buena presencia.

Así, en medio del bullicio moderno, la Plaza Bolívar de San Cristóbal aún alberga a estos guardianes de una tradición en retroceso, cuyo brillo, al igual que el de los zapatos que pulen, lucha por no desvanecerse por completo.

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