Francisco Hinojosa / ERL | La Prensa del Táchira.- La incertidumbre de no contar con un espacio fijo para trabajar y los elevados costos asociados a la formalización ante los entes municipales, son los principales obstáculos que enfrentan los comerciantes informales en San Cristóbal. A través de diversos testimonios, se revela la ardua labor diaria de estos trabajadores por cuenta propia para asegurar su sustento en un entorno económico desafiante.
Elizabeth Porras, con 19 años dedicada a la venta de ropa íntima en la Quinta Avenida, expone las dificultades inherentes a la informalidad y las complejidades del sistema tributario. A pesar de haber comenzado a cumplir con sus obligaciones fiscales ante los entes municipales desde 2021, Porras subraya el contraste entre el alivio de estar formalizada en este aspecto y la persistente inestabilidad de no tener un local propio.
"No estar estable en un sitio es un verdadero dolor de cabeza y más cuando no se pagan impuestos, los buhoneros andamos del timbo al tambo y eso no es vida", afirmó. No obstante, reconoce que el pago de impuestos representa una carga económica significativa, sumada a la imposibilidad de costear un local debido a los altos precios de arrendamiento. La comerciante también vive con la constante preocupación de ser desalojada por los dueños de los negocios frente a los que se instala.
Por otra parte, un vendedor de calzado y ropa deportiva que prefirió mantener su anonimato, coincide en que la falta de pago de impuestos genera una gran inestabilidad. Para evitar sanciones, su rutina consiste en trasladar su mercancía por diversos puntos de la ciudad, incluyendo el centro, las inmediaciones del Terminal de Pasajeros y eventos especiales.
Con una carretilla como su principal herramienta de trabajo, el comerciante explica su situación: "No pago impuestos, no porque no quiera, sino porque lo que gano no me es suficiente para los gastos personales de la familia y de paso también tener que pagar impuestos", expuso.
Del mismo modo otra trabajadora que pidió no ser identificada, quien durante ocho años se ha dedicado a la venta de franelas y pantalones, ofrece una perspectiva diferente sobre la informalidad. Aunque no realiza pagos directos de impuestos a la municipalidad, asegura que existe un acuerdo con la policía local que les permite operar a cambio de una cuota semanal.
La informal comparte su experiencia previa como dueña de un puesto en el Mercado Las Pulgas, un negocio que tuvo que abandonar debido a los elevados costos de alquiler y las bajas ganancias.
"Uno entiende que es una molestia para la gente el tener que salirse de las aceras porque nosotros estamos atravesados, pero nosotros también padecemos y si no trabajamos no comemos", expresó, y recordó las numerosas veces que tuvo que cambiar de ubicación a finales de 2024 debido a las inspecciones.
Incomodidad por altos costos en trámites y renta
Para Jesús Pereira, vendedor de accesorios para ollas de presión, la decisión de trabajar en la informalidad surgió tras la pandemia de 2020, impulsada por las exigentes documentaciones y los altos costos de los trámites para operar formalmente.
A pesar de haber tenido un local con un alquiler accesible en el pasado, las constantes visitas de funcionarios de la Alcaldía solicitando la formalización lo llevaron a optar por la venta ambulante en diferentes zonas del centro de la ciudad.
"Si tuviera la posibilidad de volver a alquilar un local lo haría, pues la inestabilidad de mantenerse alerta, de un lugar a otro y a la expectativa, es algo que le genera mucho estrés", manifestó Pereira, quien hasta el momento no ha enfrentado mayores inconvenientes por su situación informal.
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