Su asesino debió llevarlo bajo engaños a un punto solitario en Palo Gordo en donde decidió cometer el crimen

Crédito: Karen Roa

Su asesino debió llevarlo bajo engaños a un punto solitario en Palo Gordo, en donde decidió cometer el crimen

Crónica del asesinato de un taxista que conmovió a Puente Real

María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En la mañana del 26 de febrero de 1982, agentes de policía descubrieron un cuerpo sin vida en la parte posterior de un taxi abandonado, en una zona solitaria en Palo Gordo. La víctima resultó ser un respetado taxista de 55 años, residente de Puente Real, integrante de la línea "Capitolio" y laboraba cerca del elevado.

Los oficiales se encontraron con una escena del crimen complicada, puesto que al hombre además de faltarle prendas de vestir, aún tenía en su poder un revólver que al parecer nunca logró desenfundar, ya que tres disparos en el pecho terminaron con su vida. Con estos indicios los oficiales comenzaron a trabajar en la hipótesis del robo como posible móvil de la trágica muerte del conductor, por lo cual tendrían que saber cuáles fueron sus últimos pasos hasta su trágico final.

Al parecer el taxista se encontraba trabajando en horario nocturno. Su esposa contó que cerca de las 12 de la noche el hombre llegó a su casa quejándose de un dolor de muela y tras tomar un calmante decidió seguir trabajando, pesar de las súplicas de su esposa para que se quedara en casa. Cuando amaneció la mujer se dio cuenta  que su esposo aún no había llegado a casa, preguntó por él a alguno de sus compañeros; sin embargo nadie lo había visto desde la madrugada anterior y llevada por un mal presentimiento decidió ir a la PTJ a preguntar si sabían algo de su esposo, cuando recibió la trágica noticia. 

La víctima que habitaba en el Pasaje Guasdualito de Puente Real, debió ser abordada por alguien tras salir de su casa, puesto que nunca retornó al punto de parada de taxis. Esta persona, seguramente su asesino, debió llevarlo bajo engaños a un punto solitario en Palo Gordo, en donde decidió cometer el abominable acto. Al llegar al sitio el hombre amenazó al taxista, según las investigaciones la víctima se bajó del automóvil e intentó hacerle frente al criminal con la intención de desenfundar un revólver que portaba como protección, no obstante nunca pudo hacerlo, ya que el asesino fue mucho más rápido y le acertó tres balazos en el pecho que terminaron con su vida. 

El asesino lo despojó de algunas joyas, dinero en efectivo y prendas de ropa, entre ellas una chaqueta, luego puso el cuerpo en el asiento trasero del taxi y abandonó el lugar. A pesar de los esfuerzos, los policías perdieron al poco tiempo toda pista del criminal y el caso permaneció encangrejado durante seis años.

En mayo de 1988 los oficiales capturaron a una mujer que al parecer tenía algo de información sobre un sospechoso que pudiera estar ligado al asesinato, identificándolo como alias "El Sheriff", un maleante con alto prontuario criminal en donde resaltaban, el hurto, asalto e intento de asesinato, y ahora se sumaba el crimen del taxista.

La prueba incriminatoria para "El Sheriff" se dio por casualidad, puesto que el criminal huyendo de las autoridades de San Cristóbal decidió ir hasta San Juan de Los Morros, en donde continuó con sus actividades criminales y un intento de robo en donde hirió a varias personas e incluso dejó a una joven paralítica tras acertarle un disparo en la columna vertebral. En el momento que intentaba escapar dejó olvidada su arma homicida la cual fue analizada por los agentes de la PTJ que lograron determinar que esta misma arma fue la utilizada para asesinar al taxista hacía varios años atrás.

Finalmente el hombre fue capturado y llevado al Centro Penitenciario de Occidente en Santa Ana en donde fue ajusticiado por el cruel crimen del taxista.

Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.

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