María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En una pequeña colina, entrando al municipio Guásimos, por la autopista de Táriba, se puede ver una gran casa blanca, a pesar de su gran belleza pues tiene cuidadores, se encuentra deshabitad y la maleza crece a su alrededor al igual que las oscuras leyendas que se han formado durante los años.
Según parece, la peculiar casa fue construida durante los años 50 y el lugar ha pasado por muchos dueños sin que nadie logre establecerse. Algunos explican que el lugar funcionó por un tiempo como casa fúnebre; sin embargo esta no duró mucho.
El cortejo fúnebre
Hace unos años, durante el 2010, Miguel se disponía a llegar a Palmira, había pasado por este lugar infinidad de veces y siempre le llamó la atención aquella casa blanca. Si bien le parecía un lugar hermoso, también lo sentía como un sitio inquietante. Una noche tras hacer un turno nocturno, Miguel se encontraba en su auto y este comenzó a fallar y se detuvo justamente en aquella curva en donde está la entrada a la casa blanca.
Miguel molesto se bajó a revisar el auto. Al abrir el capó se dio cuenta que todo funcionaba bien, pero por alguna extraña razón el auto no encendía. Decidió llamar a su hermano y este le avisó que tardaría unos minutos en llegar. Miguel prendió un cigarrillo y decidió esperar a su hermano a un costado del auto mientras fumaba, se quedó mirando aquella casa y vio cómo poco a poco todas sus luces se comenzaron a encender.
El camino de la colina inexplicablemente se iluminó y como si estuviera hipnotizado, Miguel comenzó a subir hasta la casa. Mientras caminaba, intentaba recordar cuándo había sido la última vez que había visto luces en aquella casa y cayó en cuenta que esta era la primera vez. Cuando llegó a las escaleras de la entrada, se sorprendió al ver por todos lados a personas vestidas de manera muy elegante. Parecía una fiesta, pero a pesar de escuchar voces y murmullos, nadie parecía hablar entre sí.
Miguel, aun con el cigarrillo en la mano, comenzó a escuchar cantos extraños a su espalda, al voltear se dio cuenta que desde la entrada venía un cortejo fúnebre, lo cual le pareció muy extraño, ya que no había ningún automóvil estacionado, solo su carro varado a un costado. Seis hombres inhumanamente altos cargaban un féretro. Al principio Miguel pensó que era un ataúd elegante, se veía costoso, pero entre más se acercaban notaba que aquella urna se caía a pedazos como si se estuviera pudriendo, además un olor a carne podrida comenzó a inundar el lugar.
El cortejo pasó solo unos centímetros cerca de Miguel, que paralizado y asqueado, no pudo evitar observar entre la madera podrida el rostro de un hombre a medio podrir, riendo a carcajadas. Al ver esto Miguel corrió a toda velocidad colina abajo y en algún punto perdió el equilibrio y terminó rodando hasta la entrada de la propiedad. Sin mirar atrás se levantó y se subió a su auto y desesperadamente intentó darle arranque sin que este respondiera, siguió intentando hasta que finalmente y sin explicación alguna el auto aceleró y antes de marcharse le dio un último vistazo a la casa, la cual se encontraba totalmente oscura y deshabitada.
Reuniones nocturnas
Andrés cuenta que cuando compró el inmueble, se sorprendió por dos cosas: primero lo imponente y hermosa que era la casa, sus acabados y elegancia y lo segundo fue el precio, puesto que una casa de estas características generalmente son mucho más costosas. Sin embargo, esto no detuvo al hombre, quien con su esposa estaban decididos a formar una familia en este terreno. No obstante, al poco tiempo comenzaron a suceder hechos inexplicables. Al principio eran cosas sin mucha relevancia como puertas y ventanas que se abrían y cerraban solas, pero poco a poco todo fue creciendo hasta ser insoportable.
La pareja cuenta que una noche cuando se disponían a descansar en la amplia sala de la planta baja comenzaron a escuchar voces como si una reunión se estuviera llevando a cabo, ambos sorprendidos decidieron ver de que se trataba, antes de bajar las escaleras pudieron ver las sombras que se proyectaban desde la sala y efectivamente las voces se hacían más fuertes con risas aterradoras. Si bien ambos estaban temblando de miedo, decidieron bajar las escaleras, pero al hacerlo descubrieron que no había nada. El suceso se repitió varias veces más.
En otra ocasión Andrés a plena luz de día se encontraba realizando mantenimiento a su vehículo cuando de pronto comenzó a escuchar gritos desgarradores que venían del interior de la casa, a toda velocidad entró a la casa temiendo que algo le hubiera sucedido a su esposa, sin embargo al llegar la encontró en la cocina haciendo el almuerzo. Andrés, quien sentía que estaba perdiendo la razón, decidió mudarse y vender la casa y se dio cuenta de cómo pasaban los dueños sin que nadie se quedara.
Los rumores aseguran que aquella era propiedad de un alto mando militar de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y este mismo sitio fue usado como lugar de torturas. Otros cuentan que muchas almas en pena de la funeraria se quedaron atrapadas en este sitio, por lo cual no dejan que sea habitada.
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