Las rojas y hoy turbias aguas del Río Torbes reflejan los reveces de una obra que con el tiempo se ha convertido en símbolo de orgullo pero también en un referente de soledad de olvido

Crédito: Karen Roa

Las rojas y hoy turbias aguas del Río Torbes reflejan los reveces de una obra que con el tiempo se ha convertido en símbolo de orgullo pero también en un referente de soledad, de olvido

Puente Libertador, coloso marcado por tragedia, progreso y olvido

Francisco Hinojosa / ELR | La Prensa del Táchira.- Enclavado en el corazón del Táchira, aunque hoy silencioso para el tránsito vehicular, el Puente Libertador se erige como un mudo testigo de una época de progreso y de la impredecible fuerza de la naturaleza. Inaugurado con pompa y circunstancia el 17 de diciembre de 1930, durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, este coloso de hierro unió por primera vez de manera directa a la pujante capital tachirense, San Cristóbal, con la histórica población de Táriba, marcando un hito en la conectividad de la región andina venezolana y el resto del país.

La imponente estructura suspendida sobre las turbulentas aguas del Río Torbes fue concebida en los talleres de la prestigiosa firma francesa "Gaston Leinekugel le Cocq et Fils", bajo la visión del ingeniero hidrógrafo Gaston Leinekugel. Su diseño, un prodigio de la ingeniería para la época, fue ensamblado con maestría en suelo tachirense por el ingeniero italiano Luis Ramozzi. Sus 172,70 metros de longitud, con una luz central de 112,80 metros entre sus pilares, no solo facilitaron el tránsito, sino que también se alzaron como un símbolo del avance y la modernidad impulsada por el régimen gomecista.

El Puente Libertador no fue una obra aislada, formó parte de un ambicioso plan que contempló la construcción de una red de cuarenta puentes entre 1915-1922 y 1933-1935 en todo el territorio nacional, una infraestructura vital para completar los 1.529 kilómetros de la monumental Carretera Transandina, arteria que buscaba integrar el occidente venezolano con el resto del país. 

Su diseño incluso sirvió de inspiración para otra estructura similar: el Puente General Juan Vicente Gómez sobre el río Cuyuní en el estado Guárico, construido por la misma empresa francesa y finalizado también en 1930.

Sin embargo, la gloria del Puente Libertador, aquel orgullo tachirense, se vio truncada de manera abrupta en las primeras horas de la tarde del jueves 3 de junio de 1943. Una implacable vaguada, un fenómeno meteorológico que desató la furia del Río Torbes, alteró su cauce natural. Las aguas embravecidas socavaron implacablemente las bases de cimentación de hormigón armado de los pilares.

El cronista de San Cristóbal, Luís Hernández, recogió el dramático testimonio de Marina González de Marciales, una testigo presencial nacida en 1928, cuya vívida narración nos transporta a aquel fatídico día: "Esa limosina que ven allí era de mi compadre, el médico Alfredo González. Yo iba con él esa tarde… para visitar a su mamá doña Rafaelita en Táriba. Y teníamos que pasar por allí, por el Puente Libertador… Qué íbamos a imaginar nosotros que el palo de agua… no amainaría, y nos fuimos de sopetón con todo y carro, con todo y puente", se textualiza su testimonio en los registros del cronista.

Sus palabras pintan un cuadro dantesco de la furia desatada: "La lluvia fue terrible. El Río Torbes se salió de madre y golpeó los estribos del puente… Sentimos el estruendo y pensamos que se abría la tierra y que nos tragaba. Salimos como pudimos y desde la orilla vimos cómo se iba abajo esa maravilla que nos enorgullecía. A mi lado estaba un campesino que lloraba como un niño…"

La magnitud de la tragedia se extendió más allá del puente. Quince casas en Las Vegas de Táriba fueron arrasadas, los puentes de El Salado y El Corozo sucumbieron a la corriente, dejando como único sobreviviente de la furia fluvial al viejo Puente Real. La Granja Nacional quedó en ruinas, las comunicaciones telefónicas y telegráficas se interrumpieron, aislando aún más a la región, según reseña Hernández en sus escritos.

La respuesta de las autoridades fue inmediata. Un pelotón de soldados acordonó la zona para evitar la aglomeración de curiosos. El entonces encargado de la Presidencia del Estado, doctor Mármol, se presentó en el lugar, mientras ingenieros diagnosticaban la causa del colapso: la erosión paulatina de la base del pilar izquierdo. A pesar del desplome parcial, el ingeniero Moro tranquilizó a la población que se encontraba invadida por el pánico ante semejante suceso.

Curiosamente, durante años circuló la creencia que el Puente Libertador había sido obra de la renombrada empresa Eiffel. Sin embargo, el cronista Luís Hernández, basándose en las investigaciones del historiador José Ernesto Becerra, desmintió esta versión. La reconstrucción del puente, vital para la región, fue llevada a cabo con celeridad en 1943 por el ingeniero Giacomo Moro.

El presente

Hoy el majestuoso Puente Libertador se mantiene solitario y con poco paso de vehículos, la desidia y el abandono parecieran ser los infaltables testigos a través del tiempo. Su estructura aún se mantiene en pie aunque el óxido se ha ido apoderando de sus barandas.

Las rojas y hoy turbias aguas del Río Torbes reflejan los reveces de una obra que con el tiempo se ha convertido en símbolo de orgullo pero también en un referente de soledad, de olvido.

Las bancas al inicio del puente se encuentran vacías, deterioradas y sobre ellas reposan un sinfín de plantas rastreras que buscan desesperadamente enredarse entre los barandales. Aun así, su imponente estructura permanece como un valioso patrimonio del estado Táchira. 

Durante décadas, fue una arteria fundamental que conectó al Táchira con el resto del país a través de la Carretera Trasandina. A pesar del paso del tiempo y de un período de descuido, su diseño vanguardista para su época aún cautiva a quienes lo contemplan, recordándonos una era de ambiciosos proyectos y la fuerza indomable de la naturaleza que, aunque lo doblegó, no logró borrar su legado en la memoria tachirense. El Libertador sigue en pie, como un monumento a la ingeniería, la historia y la resiliencia de dos municipios que están destinados a estar unidos.

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