María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- Hace más de 50 años un suceso sacudió a la comunidad de San Cristóbal cuando fue encontrado el cadáver de Juan de Dios Suárez, a pocos metros del bar de su propiedad, La Gioconda.
El 22 de agosto de 1967, la Policía Técnica Judicial (PTJ) se encontró cara a cara con un brutal crimen. El cuerpo de Suárez, propietario de La Gioconda, se encontraba casi triturado y con varios impactos de bala a solo unos metros del conocido local. Los oficiales iniciaron enseguida las pesquisas, solo algunos trabajadores y clientes se encontraban en el lugar, otros huyeron despavoridos tras escuchar las detonaciones de arma de fuego.
Entre los testigos del hecho se encontraba María Balbina Zambrano, esposa y socia de negocios de Suárez, quien jugaba un papel fundamental en el asesinato. Pero a primera vista los oficiales no sospecharon de ninguna relación de la mujer con el crimen, ya que esta rápidamente indicó que Suárez tenía algunos enemigos y que probablemente esto había sido un acto vengativo, pero las investigaciones policiales revelaron algo mucho más oscuro en torno a la relación de Suárez y Zambrano.
Pocos días después y gracias a las declaraciones de los testigos, los oficiales consiguieron detener a un hombre relacionado con el hecho. Néstor Alviárez, de 23 años, fue detenido y llevado a la comisaría, en donde en cuestión de horas revelaría detalles del crimen, tras un minucioso interrogatorio.
El crimen
Alviarez confesó que efectivamente había participado en el asesinato de Suárez junto a otro cómplice. Ambos hombres interceptaron a Suárez a las afuera de su local en horas de la noche, montados en su automóvil Chevrolet, Impala.
Suárez como todas las noches intentó ingresar a su local por una entrada privada, sin embargo esta se encontraba cerrada; mientras hacía el recorrido para ingresar por la puerta principal escuchó como un hombre lo llama por su nombre, al voltear lo único que pudo escuchar fue las detonaciones, rápidamente Suárez sacó su propio revólver del cinto, no obstante no le dio tiempo de accionarlo, ya que había sido alcanzado por los proyectiles en el brazo, pierna y pecho. Si bien Suárez se encontraba casi muerto, los asesinos aceleraron el automóvil, arrollándolo y arrastrándolo varios metros a las afueras del bar.
Alviarez explicó que el asesinato se debía a que Suárez le estaba robando trabajadoras a su cómplice Amezquita Fandiño, muchas cosas no quedaron claras en su relato, puesto que casualmente los criminales sabían a la hora que Suárez llegaría al local, además la puerta por la que generalmente el hombre accedía al bar se encontraba casualmente trancada aquel día. Por otro lado, los oficiales descubrieron que Amezquita tenía una relación cercana con Zambrano, por lo cual decidieron investigarla.
Venganza
Zambrano era dueña de un local de citas muy popular en la ciudad, allí conoció a Suárez y rápidamente una relación se formó, no solo sentimental sino también laboral, puesto que Suárez parecía un buen socio, la mujer decidió vender su local y junto a Suárez, fundó un nuevo local en El Mirador que llamaron "La Gioconda", al principio todo parecía ir bien entre la pareja; sin embargo poco a poco Suárez mostró su verdadera cara, Zambrano comenzó a ser víctima de humillaciones por parte del hombre quien además administraba las ganancias y se quedaba con el crédito del bar del que ella también era dueña. Se pudo conocer que la mujer fue quien realizó todos los papeleos y permisos para hacer realidad La Gioconda, además de ser la dueña del terreno. La situación poco a poco fue empeorando y allí fue cuando Zambrano se fijó en Amezquita, con quien iniciaría una relación a escondidas.
Se cree que Zambrano fue la autora intelectual del asesinato, ya que los oficiales consiguieron averiguar que entre Suárez y el resto de los dueños de prostíbulos de la ciudad no había ninguna relación conflictiva. Según los policías, la mujer fue quien planificó todo el suceso, se encargó de avisar a la hora en que llegaba Suárez y de cerrar con llave la puerta privada del bar; sin embargo, a pesar de su detención, los oficiales nunca lograron tener pruebas suficientes para enjuiciarla y debieron liberarla. Por otro lado, la PTJ no consiguió atrapar Amezquita, cómplice del crimen, quien según informaciones, tenía otro bar en Cúcuta, el cual era muy frecuentado por Zambrano.
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