María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- Muchas son las historias que existen en torno al Palmar de la Copé, pero una de las más siniestras es la del enigmático hombre ahorcado en el Palmar Viejo. Cuenta la leyenda que en un antiguo árbol del sector se puede ver la figura de un ahorcado, el cual es custodiado por un hombre sin rostro al lomo de un caballo.
Según cuentan los habitantes del lugar, durante altas horas de la madrugada se escucha el galopar enfurecido de un caballo que recorre las distintas cuadras del Palmar Viejo; algunos aseguran que se trata del mismo diablo que custodia el cuerpo del ahorcado. Raúl cuenta que durante la década de los ochenta se encontró frente a frente con estas misteriosas apariciones.
Durante años había escuchado la historia del ahorcado y del diablo que rondaba por el sector, la cual para él se trataba de puros inventos de los ancianos para asustar a los niños; sin embargo Raúl no sabía que su fe iba a ser puesta a prueba la noche de un domingo santo.
Mientras el pueblo celebraba la Semana Santa, Raúl debió atender sus deberes en un almacén en San Cristóbal. Su empleo era sumamente exigente y algunos días a la semana llegaba a su hogar pasada la medianoche. Aquel domingo santo fue una de aquellas noches largas y de mucho trabajo. Raúl, quien perdió la noción del tiempo, no notó la hora hasta que miró su reloj cuando ya se encontraba en la entrada al Palmar de La Copé.
Las manillas daban las doce y cuarto de la noche cuando Raúl inicio el ascenso hasta su hogar al final del Palmar Viejo; la noche silenciosa y oscura estaba llena de sonidos de la naturaleza, grillos, ranas y otros insectos, no obstante de pronto todo quedó en completo silencio, como si todo ser vivo desapareciera en pocos segundos. Raúl se extrañó de esto, pero no le dio mucha importancia y siguió con su camino y decidió tomar un atajo hasta su casa. No obstante debería pasar cerca de aquel tétrico árbol y enseguida recordó una de las tantas leyendas que hay en torno a él. El joven se sintió tonto al pensar en criaturas y espantos; sin embargo tenía una sensación incómoda que invadía todo su cuerpo. La luz de la luna que iluminaba todo el camino brindaba una buena vista para Raúl, que a lo lejos observaba el árbol esperando a ver algo. Mientras más se acercaba, más temeroso se sentía, sin saber muy bien por qué, cuando de pronto los golpes de unos cascos rompieron el silencio.
Raúl escuchaba un galope frenético que parecía venir de todas las direcciones. El joven, asustado por el ruido incesante, arrancó a correr sin darse cuenta que se dirigía directo al árbol. Invadido por el miedo, Raúl, que miraba hacia todas las direcciones, chocó contra algo macizo, al recobrar la compostura después de caer al suelo, el joven se paralizó de terror cuando se percató que se había golpeado con los pies de un hombre que colgaba de un árbol.
En ese momento las pisadas de caballo se hicieron más lentas y Raúl quedó atónito al ver a un hombre alto con sombrero, al lomo de un caballo negro con los ojos en llamas. El joven quedó petrificado al ver cómo el hombre a caballo bordeaba el árbol. Si bien parecía no tener rostro, era muy claro que estaba vigilando al ahorcado. Raúl, que no podía creer lo que estaba viendo, rebuscó entre sus bolsillos una cadenita que guardaba con la imagen de la Virgen que su abuela le había obsequiado. La apretó fuertemente en su mano y comenzó a rezar el rosario, este acto pareció enfurecer al custodio, puesto que el caballo al instante comenzó a relinchar de una manera enfurecida, Raúl al notar esto arrancó a correr cuesta arriba, sin dejar de hacer sus oraciones y con la cadena enrollada en su mano.
A sus espaldas escuchaba cómo iniciaba el galopar del caballo, al dar un vistazo hacia su espalda veía como el jinete salía tras él mientras su caballo lanzaba chispas por los cascos. La velocidad y el miedo de Raúl fue tanta que en cuestión de segundos estuvo en el solar de su casa, su nerviosismo fue tanto que al llegar comenzó aporrear la puerta con violencia y a los pocos minutos su madre le abrió y el joven cayó desmayado en la pequeña sala de su hogar.
Si bien nadie sabe con exactitud cuándo comenzó a aparecer aquel ahorcado, muchos indican que es una pobre alma en pena que, a cambio de riquezas, intentó hacer un trato con el diablo, quien tras su muerte custodia su espíritu condenado en aquel árbol.
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