Dos amigos vivieron una extraña y terrible experiencia durante un paseo de fin de semana

Crédito: Karen Roa

Dos amigos vivieron una extraña y terrible experiencia durante un paseo de fin de semana

La mujer del Pozo Las Adjuntas: Misterios de San Pedro del Río

María Cárdenas Camacho | La Prensa del Táchira.-  San Pedro del Río, un pueblo que parece detenido en el tiempo y que  atrae turistas de todas partes del país; sin embargo muy pocos conocen los misterios que se esconden dentro de él, especialmente en el Pozo Las Adjuntas o más conocido como "Pozo Azul".

Daniel y Roberto, dos jóvenes universitarios amantes del aire libre y la naturaleza, decidieron emprender un viaje desde San Cristóbal hasta San Pedro del Río, atraídos por la mágica cascada de casi 10 metros de altura que se encuentra en las Adjuntas, a casi media hora del pueblo. Caminos reales y senderos de pura piedra llevan a los visitantes a un balneario escondido en la montaña, dos pozos de agua cristalina cuyo esplendor enamora e hipnotiza a cualquiera que mire sus aguas. Durante el día bajo el sol radiante, los pozos parecen un paraíso, sin embargo, los dos universitarios no sabían lo que les esperaba cuando entraba la noche.

Los jóvenes tenían planeado pasar tres días acampando a un lado del río, habían llevado comida y agua suficiente para disfrutar del fin de semana, el primer día disfrutaron de los pozos, se maravillaron con la gran cascada y relajaron sus músculos cansados por la caminata en las aguas termales. Cuando empezó a ocultarse el sol, iniciaron los preparativos para la primera noche, hicieron una pequeña fogata no muy lejos de la carpa en donde dormirían y por el cansancio del día no tardaron en ser dominados por el sueño.  

Sin tener noción de la hora, Roberto fue despertado por un bullicio y algarabía ensordecedora, tambores y cánticos irreconocibles se escuchaban provenientes de todas las direcciones, impresionado por el excesivo ruido decidió salir de la carpa; sin embargo, al asomarse afuera el ruido mágicamente desapareció y solo era el sonido del agua fluyendo lo que inundaba la noche, extrañado y pensando que tal vez se trataba de un sueño volvió a la carpa y a los segundos de cerrar los ojos nuevamente el estruendo, los tambores y cánticos que cada vez se hacían más y más fuertes. Aterrado Roberto intentó despertar a Daniel, pero no lo consiguió a pesar de gritarle, moverlo e inclusive darle unos golpes, Daniel parecía estar completamente inconsciente. Sin saber qué hacer, Roberto empezó a rezar el rosario cubriéndose los oídos hasta que finalmente se quedó dormido. 

A la mañana siguiente, Roberto pensó en contarle lo sucedido a Daniel, pero ya con la luz del día se sintió tonto por haberse asustado tanto y se dijo que probablemente todo era producto de su imaginación. El segundo día transcurrió con normalidad, en la noche decidieron contar historias de amoríos pasados mientras hacían un poco de chocolate en la fogata y finalmente decidieron ir a dormir. Roberto rápidamente se durmió, pero Daniel no conseguía conciliar el sueño consultó su reloj y ya eran pasadas las dos de la mañana, un dolor de estómago,  probablemente una indigestión lo mantenía despierto, así que decidió salir de la carpa y sentarse junto al río para recibir un poco de aire fresco, cuando de pronto vio la figura de una mujer vestida blanco sumergirse en el fondo del río. Daniel solo pudo distinguir su vestido blanco y su gran cabellera negra, un escalofrío recorrió su cuerpo y decidió entrar en la carpa al cerrarla. 

El silencio de la noche se interrumpió con el sonido de miles de tambores y una música inentendible sonaba como si en el pozo hubiera una fiesta con miles de personas. Daniel a pesar del miedo agudizó el oído para intentar entender lo que cantaban; sin embargo era como un idioma que jamás había escuchado, la música poco a poco se fue haciendo cada vez más alta y de pronto se apagó. Cuando parecía que todo había pasado la carpa comenzó a ser golpeada por diferentes sitios como si muchas personas intentaran despertarlos. Daniel miró a Roberto y no entendía como este seguía dormido a pesar del ruido y de los golpes a la tienda, por lo cual para calmarse  asimismo intentó darle una explicación lógica a todo lo que estaba sucediendo y se dijo  que la música era el ruido de la cascada y los golpes a la carpa probablemente eran una banda de murciélagos y pensando esto consiguió conciliar el sueño. 

El tercer día transcurrió extraño. Daniel y Roberto no hablaban mucho entre si, parecía que cada uno se encontraba atrapado en sus pensamientos y decidieron hacer algunas cosas por separado. Por su parte, Daniel bajó a las aguas termales para relajar sus nervios, mientras que Roberto se quedó en el pozo más grande para practicar sus clavados. Al llegar la noche ambos jóvenes se encontraban nerviosos sin saber realmente por qué. Tras cenar, hablaron un poco sobre la universidad a la hora que emprenderán el regreso a la ciudad y finalmente fueron dominados por el sueño. 

Pasadas las tres de la mañana Daniel se levantó de forma abrupta, en sus sueños había escuchado como lo llamaban a gritos, con el corazón acelerado se sentó en la carpa intentando calmarse y cuando parecía que la había conseguido escuchó una voz fantasmal que decía su nombre; pensó que lo había imaginado y al agudizar el oído lo escuchó nuevamente, esta vez un poco más fuerte. A pesar de su terror Daniel no entiende cómo abrió la puerta de la carpa y comenzó a dirigirse hacia la voz que lo llamaba. 

Llegó al borde del pozo, el cual de día tenía aguas cristalinas y hermosas, pero en la noche sus aguas eran oscuras y se veían espesas y por la luz de la luna daba la sensación que estaba viendo sangre y como si de una película antigua se tratara, en un abrir y cerrar de ojos Daniel lo vio todo. A los alrededores del gran pozo había un número infinito de personas tocando los tambores, cantando y bailando, parecía que nadie se había percatado de su presencia, una fiesta terrorífica había iniciado en el río. 

Daniel, completamente paralizado y ensimismado por el estruendo de la música y los cantos, vio como desde el fondo del río comenzó a emerger una mujer. Su cabello negro le cubría el rostro y gran parte del cuerpo y su vestido blanco permanecía seco a pesar de que salía del agua. La mujer le hizo una señal a Daniel y lo invitó para que se uniera a ella dentro del pozo, diciendo su nombre cada vez con más fuerza, Daniel sintió como sus piernas se empezaron a mover en dirección a las aguas, pero de pronto un grito desgarrador interrumpió la noche, Daniel miró en dirección a la carpa era la voz de Roberto, el grito lo había sacado del hechizo y comenzó a correr en dirección a la carpa en donde Roberto seguía gritando; al llegar encontró a su amigo moviéndose con los ojos cerrados, Daniel comenzó a zarandear a su amigo de manera violenta hasta que Roberto abrió los ojos, su cara reflejaba profundo terror y comenzó a llorar.

Al calmarse comenzó a contarle a Daniel que había tenido el sueño más extraño y real que nunca había tenido; resulta que en su sueño Roberto escuchó como lo llamaban por su nombre, al salir a explorar vio como del pozo emergieron varios caballos, pero estos tenían miradas aterradoras y en vez de ojos eran dos cuencas oscuras, los animales comenzaron a seguirlo. Roberto cuenta que corrió hacia  la montaña y por el rabillo del ojo veía como los cascos de los animales sacaban candela con cada paso, su terror fue tanto que se cayó y comenzó a rezar el rosario y ahí fue cuando Daniel lo despertó. Daniel le contó lo que le sucedió a él y, tras los acontecimientos ninguno de los jóvenes pudieron conciliar el sueño. Esperaron hasta que el sol iluminara el río para comenzar a emprender su camino de regreso a la ciudad. 

Durante el trayecto los jóvenes no hablaron más, salieron en silencio aún con la duda de si lo vivido durante esos tres días era real o todo fue producto de la imaginación. 

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