Con ms de 60 años de historia la Biblioteca Pública de San Cristóbal esconde diferentes secretos

Crédito: Karen Roa

Con más de 60 años de historia, la Biblioteca Pública de San Cristóbal esconde diferentes secretos

La enfermera, el cura y la monja que deambulan en la Biblioteca

María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- Con más de 60 años de historia, la Biblioteca Pública de San Cristóbal esconde diferentes secretos. Desde su apertura en 1963, sucesos extraños comenzaron a suceder en sus salas y pasillos. Los cuidadores, trabajadores y visitantes del lugar han sido testigos de los tres espectros que deambulan en las diferentes salas.

El cura de la sala infantil

La antigua sala infantil que se ubicaba en el sótano de la biblioteca, a pesar de su colorido y juguetón aspecto, era uno de los sectores más temidos por los trabajadores del lugar. Durante la década de los 90, Ana, una amable bibliotecaria de aquella sala, constantemente era asediada por una entidad. 

Cuando los niños abandonaban la sala y se acercaba la hora del cierre, la mujer siempre intentaba abandonar el lugar lo antes posible, puesto que pasadas las seis de la tarde, unos pasos cansados, pero constantes, se escuchaban en dirección al pasillo. Las primeras veces que esto sucedió la mujer no le dio importancia, sin embargo, un día se asomó para ver de qué se trataba cuando asombrada vio a un viejo cura con una camándula en la mano y las manos cerradas pegadas al pecho como si se encontrara rezando, Ana se quedó paralizada, puesto que a pesar de que los pasos de la aparición se escuchaban claramente la entidad arrastraba su túnica como si estuviera flotando.

La mujer corrió aterrada y buscó ayuda con sus compañeros, si bien ella esperaba que cuestionaran su relato, uno de ellos que tenía más antigüedad en la Biblioteca le indicó que esa era una de las entidades que toman el sitio durante la noche, al parecer aquel cura había quedado penando tras morir en una de las salas del antiguo Hospital Vargas, el cual en cuyos cimientos fue construida la Biblioteca. 

La enfermera del teatro

Años más tarde de este suceso, Andrés, un vigilante de seguridad que solo hacía unas pocas semanas había conseguido el puesto, comenzó su ronda nocturna. Los pasillos y las salas se encontraban completamente vacíos y solo el silencio reinaba en el lugar. 

Pasadas las dos de la mañana, Andrés se encontraba escuchando música en un pequeño radio portátil; sin embargo la señal comenzó a fallar y en todas las emisoras solo se escuchaba estática, mientras revisaba si era algún problema con la antena del aparato, el joven vigilante escuchó unos pasos que parecían provenir de las escaleras que van al teatro. Apagó el aparato y escuchó atentamente. Parecía pasos de mujer, porque sus tacones hacían un eco ensordecedor, casi que parecía venir de cualquier parte de la biblioteca.

Asustado pero decidido, Andrés tomó su linterna y comenzó el descenso por las escaleras al llegar al teatro todo se encontraba a oscuras a excepción de la luz de su linterna; cuando pensó que todo había sido su imaginación, volvió a escuchar los pasos que parecían ascender de la sala infantil y ahí fue cuando vio  lo que parecía una enfermera que venía en su dirección ascendiendo poco a poco por las escaleras. Andrés alumbró completamente al espíritu y logro ver con claridad todo su uniforme, incluso sus zapatos blancos de tacón corto; no obstante cuando le iluminó el rostro no pudo entender lo que veía, el rostro parecía no tener forma, donde se suponía que debían estar sus ojos, solo eran dos cuencas vacías y del susto se desmayó. A las pocas horas, Andrés recuperó el conocimiento y recordó lo que había pasado; se refugió en la parte superior del recinto y ahí esperó hasta que llegó su compañero la mañana siguiente.

La monja de la sala de literatura

La sala de literatura es uno de los sitios más tranquilos de la Biblioteca,  las largas ventanas iluminan con claridad la gran cantidad de libreros en los cuales se esconden las novelas más famosas de Venezuela y el mundo. Manuel, un estudiante de universidad que aprovechaba el espacio para realizar sus tareas y estudiar para sus exámenes, tuvo un encuentro de lo más aterrador.

Un día mientras realizaba sus lecturas se quedó completamente solo en la sala, el Bibliotecario de guardia le había avisado que no podría acompañarlo, ya que algunos compañeros de la sala principal se habían enfermado y aquella por ser la más concurrida necesitaba más apoyo, por lo cual Manuel estaría en completa soledad. 

Pasadas las horas el joven estudiante se encontraba completamente inmerso en su lectura cuando de pronto un olor a perfume lo sacó de su concentración e instintivamente comenzó a observar de dónde venía; sin embargo no vio a nadie ceca. Manuel intentó ignorar el suceso y decidió volver a su lectura, pero a los pocos minuto un golpe rompió el silencio de la sala, a pocos metros de su silla un libro había caído del librero. Manuel extrañado fue a recogerlo y colocarlo en su lugar, pero otro libro cayó a sus espaldas, en ese momento el estudiante comenzó asustarse y estaba decidido a irse de la sala, sin embargo, se quedó completamente paralizado al ver que de la pequeña oficina que daba a las escaleras al sótano salía una mujer, pero no cualquier mujer,  se trataba de una monja alta, incluso más alta que él.  Manuel al verla pensó que debía medir unos dos metros. 

El estudiante aun con el libro en la mano no podía mover ni un músculo, ya que aquella monja se movía de forma extraña por la sala, caminaba dando pasos hacia atrás, pero de manera anormal como si esa fuera la forma natural de hacerlo recorriendo casi la sala entera. Cuando estaba uno pocos metros, Manuel lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos con fuerza; no obstante esto no era suficiente, ya que el olor a perfume le invadió sus fosas nasales y los pasos de aquel espectro se escuchaba, tanto cerca como lejos a la vez.

Manuel no sabe cuánto tiempo estuvo con los ojos cerrados, pero cuando finalmente los abrió, se dio cuenta de que el sol ya se estaba ocultando y al no ver señales de aquella monja, tomó sus cuadernos y emprendió la huida rápidamente. 

Actualmente, muchos de los trabajadores de la biblioteca aseguran que sucesos extraños continuaron sucediendo. Entre sus libreros y salas abundan las historias y encuentros con seres que ya no son de este mundo, muchos indican que todos estos espíritus son aquellas almas que nunca abandonaron el antiguo Hospital José María Vargas, del cual solo queda su fachada que forma parte de la Plaza Ríos Reina. 

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