María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En el año 2002 ocurrió uno de los sucesos más terribles en la ciudad de San Cristóbal, cuando un Viernes Santo descubrieron el cuerpo ultrajado de una difunta en el Cementerio Municipal de San Cristóbal.
Aquella mañana familiares de la joven dama, quienes se encontraban visitando su tumba, notaron algo extraño en el mausoleo en el cual la mujer había sido enterrada hacía solo una semana, la tierra se encontraba removida y la puerta que da a la cripta se encontraba entreabierta, al revisar se encontraron con la dantesca escena, la pobre dama de apenas 26 años quien había sido víctima de un asesinato, se encontraba fuera de su tumba y parte de su ropa había sido arrancada.
Consternados, los familiares dieron aviso a las autoridades, quienes iniciaron la búsqueda del "Monstruo del Cementerio". Al inspeccionar el lugar, los detectives notaron las primeras pistas: un par de zapatos y unos pantalones olvidados en el lugar, vellos púbicos, huellas dactilares en el vidrio de la urna y restos de cemento en el cuerpo ultrajado de la pobre mujer.
Tras conversar con allegados de la víctima y personal del cementerio, rápidamente un nombre comenzó a repetirse. Los sepultureros señalaron que habían visto a alias "El Mariguano" un drogadicto y alcohólico conocido en el lugar, merodeando en el campo santo el día del entierro. Por su parte, los familiares de la víctima mencionaron que el mismo hombre se había presentado, no solo en el velorio de la mujer, sino en el entierro, llorando desconsoladamente y echando flores a la urna de la mujer.
Ante esto, los oficiales comenzaron a investigar al sujeto que, además de tener historial de hurto y robo, también había violencia sexual. Con esto en mente los oficiales iniciaron la búsqueda del principal sospechoso y pasaron solo unos cuantos días cuando un comerciante hizo un llamado a los oficiales señalando que "El Mariguano" se encontraba viviendo en el Mercado de Rubio, indicó que estaba seguro que era el sujeto, ya que había visto su fotografía días antes en los periódicos.
Los hechos
Rápidamente los oficiales armaron un operativo y finalmente atraparon al criminal que en primera instancia negó toda relación con los hechos, incluso le dijo a las periodistas de los medios de la época que él "no tenía recuerdo alguno de lo que se le acusaba", además indicó no conocer a la joven difunta y mucho menos asistir a su entierro; sin embargo, al pasar de los días todo salió a la luz.
Resulta que "el Mariguano", siempre fue un hombre conflictivo, se crio en un conocido barrio de la ciudad, el mismo sector que la difunta. Cuentan que este tenía una gran obsesión por la mujer y constantemente la molestaba y se ofendía cada vez que la dama rechaza sus intentos por conquistarla. Pasados los años, el deterioro mental de "El Mariguano" se agravó con el abuso de sustancias, no obstante su obsesión con la mujer nunca desapareció y el día del entierro esperó a que todos los presentes abandonaran el lugar, se escondió en lo más profundo del cementerio y espero la noche para realizar el macabro acto.
"El Mariguano", consiguió entrar a la cripta con facilidad, ya que la puerta no tenía ningún seguro, al llegar al sótano con sus propias manos, consiguió desenterrar el ataúd de la dama y cometió el nefasto acto. Posterior a esto el hombre se durmió junto al cadáver de la mujer y no fue hasta entrada la mañana que envuelto en el pánico, abandonó el lugar dejando atrás sus pantalones y un par de zapatos.
Al estar consciente de lo que había hecho abandonó la ciudad y se escondió el Rubio hasta que fue capturado por la policía, si bien los testimonios, las pruebas, tanto de ADN como dactilares lo hacían culpable de tan nefasto acto, el hombre negó todo ante las cámaras de los reporteros y debido a su adicción tanto al alcohol como a las drogas, fue declarado incapacitado mental, por lo tanto su condena fue mucho menor de la esperada.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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