María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En la calle 12 entre carrera 6 y séptima avenida, durante años se observó abandonado un automóvil Chevrolet Malibu del 78 que generó gran curiosidad entre los transeúntes. Nadie sabía su origen exacto, solo que un día fue abandonado en la acera y nunca lo reclamaron; alrededor de este auto durante años se crearon historias como que en las noches muchos escuchaban como este se encendía o arrancaba, pero al asomarse el auto se mantenía totalmente quieto, en otros casos cuentan que el mismo diablo era su piloto.
Cuenta la leyenda que a finales de los años 80, Miguel, un hombre que a pesar de ser trabajador, buen amigo e hijo, sucumbía al embrujo del alcohol y cada fin de semana se empeñaba en emborracharse en las diferentes tascas de la ciudad. Su madre cansada del comportamiento de su hijo decidió no abrirle la puerta una noche y este sin encontrar sitio donde dormir fue casi seducido por el automóvil que reposaba en calle 12, si bien nadie había podido abrir sus puertas debido al óxido, Miguel consiguió abrirlo sin ninguna dificultad y se recostó en uno de los cojines de la parte posterior.
A los pocos minutos, Miguel sintió un fuerte olor a azufre, escuchó como la puerta del piloto se abría y la radio del auto se incendió, el impacto de la música hizo que se acomoda en el asiento y quedó totalmente paralizado al ver la figura de hombre totalmente vestido de negro con un sombrero blanco y cuyos ojos eran solo dos esferas de fuego. El espectro le dirigió una mirada a Miguel por el retrovisor y con voz burlona le dijo que irían a dar un paseo por San Cristóbal.
Miguel estaba atónito, no podía creer lo que sus ojos veían, era imposible describir la música que salía de la radio, era como algo que no había escuchado en su vida, no pudo distinguir los instrumentos ni las melodías, pero parecía que al piloto le encantaban, pues sus largos dedos se movían constantemente en el volante. La curiosidad de Miguel lo impulsaba a intentar ver el rostro del espectro, pero el miedo a esas cuencas resplandecientes lo hacían retroceder, por lo tanto, se tuvo que conformar con solo ver la nuca del extraño conductor.
"Podríamos festejar por siempre", dijo el espectro, cuya voz rompió el trance en el que Miguel se encontraba; sin contestar nada Miguel se fijó que el automóvil no andaba en un terreno fijo, al mirar por una de las ventanas se percató que el auto volaba por los diferentes puntos de la ciudad. Pasaron por cada uno de bares que Miguel visitaba cada fin de semana, cada vez que pasaban por alguno el espectro preguntaba a Miguel "¿quieres festejar por siempre?", a lo que hombre no se atrevía a responder, no porque no quisiera, sino que físicamente no podía, sentía que la garganta le quemaba y su lengua se incendiaría si intentaba pronunciar alguna palabra.
Miguel se llevó las manos a la garganta, en donde encontró un rosario que su madre le había regalado hace muchos años, al encontrarlo con sus manos Miguel recordó lo que su abuela le decía, que al encontrarse con cualquier ser del más allá lo mejor sería encomendarse a Dios y rezar el credo tantas veces pudiera. Miguel, que no podía pronunciar una palabra intentó rezar en su mente, pero la música que cada vez se tornaba más diabólica, comenzó hacerse más fuerte impidiéndole pensar, no obstante Miguel no desistió y recordó aquellos días de catequesis cuando su abuela le estaba enseñando las oraciones y se enfocó en el recuerdo de la voz de su abuela, cerró los ojos con tal fuerza que comenzaron a dolerle; sin embargo, no dejó de predicar sus oraciones.
Finalmente sintió como una gran luz le daba en el rostro, Miguel pensó que su final había llegado y el demonio se llevaría su alma, no obstante fue todo lo contrario porque cuando finalmente tuvo el valor de abrir los ojos se dio cuenta que había amanecido y aquel resplandor era solo la luz del sol. Miguel, bañado en sudor y con el rosario aún aferrado a sus manos, no podía creer lo que había pasado; sin embargo estaba seguro que había viajado con el mismo diablo.
Los datos de esta historia fueron tomados del libro Leyendas del Táchira de la escritora Lolita Robles de Mora, quien se encargó de resguardar la tradición oral de los mitos y leyendas que envuelven cada rincón del estado Táchira.
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