Redacción | La Prensa Táchira.- Un caso conmocionó a la colectividad tachirense, a pesar de que han pasado 37 años de su muerte, aún, los sancristobalenses mantienen el estupor al hablar de él. Se trata de la muerte de Henry Alcedo Escalante, conocido como "El Catire Henry".
Henry Alcedo Escalante, de apenas 16 años, era un muchacho conocido y muy apreciado en la población de Táriba, municipio Cárdenas. Perteneciente a la Banda Juvenil musical de la localidad, era muy populachero y precisamente ese carisma, era lo que lo hacía destacar de los demás.
Aunque no se le conoció profesión, el adolescente era "todero", pues mandado que se le pidiera, lo hacía, así como a cualquier trabajo que saliera y que le generara ingresos para él y su humilde familia.
Precisamente por lo alegre que era, su desaparición, el 29 de septiembre, no pasó desapercibida entre los taribenses, pues al no vérsele más por las calles, generó suspicacia entre quienes lo conocían.
Su madre Julia Escalante, conocida por todos como "Chepa" reportó su desaparición dos días después, e incluso acudió a los medios de comunicación de ese entonces para pedir ayuda y que alguien le diera una pista del paradero de su hijo.
Fue el martes 6 octubre, específicamente del año 1987, que su cuerpo fue hallado en el parque 12 de febrero de Táriba. A escasos metros del Puente Libertador, el cadáver del Catire Henry fue encontrado.
Al lugar llegaron funcionarios de la división contra homicidios de la entonces Policía Técnica Judicial, conocida también como la PTJ y realizaron el levantamiento del cuerpo del adolescente.
En posición fetal, recostado sobre su lado derecho, Henry estaba maniatado, desnudo y ya, por el tiempo de exposición en el lugar, con avanzado estado de descomposición, al punto que animales carroñeros habían arrancado parte de su humanidad. También había evidencia de que los homicidas trataron de quemar el cadáver, pues algunas partes de su anatomía presentaban signos de quemaduras.
Tiempo después, se determinó que la fecha de su muerte coincidía con la de su desaparición. De ahí el grado de descomposición en el que se halló el cuerpo.
Capado
Algo que no estaba en el cuerpo de la víctima era su pene. Esta situación generó suspicacia entre los investigadores, pues no se descartaba que el mismo fuera mutilado por sus homicidas, aunque, dado el grado de putrefacción en el que se encontró el cuerpo podría haber sido comido por animales en la zona.
Dentro de las evidencias colectadas en el lugar, había una bolsa negra, donde los detectives actuantes presumen que fue introducido el cuerpo del Catire para posteriormente trasladarlo hasta ese lugar. También trozos de tela y colillas de cigarrillos, así como huellas de neumáticos y de zapatos en el lugar.
La saña era evidente. Aunque el cuerpo tenía aproximadamente unos seis días a la intemperie, se podían apreciar signos de tortura, además de que Henry Alcedo estaba amarrado con cables en manos y pies. Solo él sabe qué pasó ese día.
De primer momento, las autoridades determinaron que no hubo actuación de una sola persona, pues el adolescente se encontraba maniatado, y por las huellas de neumáticos, al menos dos personas debieron participar en el hecho, razón por la cual se procedió a colectar toda la evidencia posible para analizarla en el laboratorio de la PTJ.
Sobre la vestimenta con la que vieron por última vez a Henry Alcedo, las autoridades no hallaron nada en la escena, por lo que se presume que fueron arrojados en otro lugar, para destruir cualquier indicio de evidencia que facilitara su identificación.
Diversos fueron los móviles que se manejaron en ese entonces por parte de los funcionarios policiales, entre ellos el cambio de sexo, ante la ausencia del miembro sexual de Henry, así como rituales satánicos, prostitución y hasta pasionales. Sin embargo, todas las pistas llevaban a un callejón sin salida. El caso se encangrejaba.
Citados todos
Los primeros en ser investigados fueron los amigos y personas allegadas a Henry, a fin de verificar alguna responsabilidad o cualquier pista que diera con los homicidas. Incluso, los vehículos de sus amistades fueron sometidos a experticias, por cuanto el lugar donde fue hallado el cadáver del adolescente no fue donde lo asesinaron, por lo que el mismo debió ser trasladado en un vehículo hasta ese lugar.
Una de las pistas que aportaron sus compañeros de la banda musical a la que pertenecía, es que el joven semanas antes de su muerte, abordaba vehículos de lujo que lo llevaban a San Cristóbal, pero de ahí no se sabía más nada, además del cambio de personalidad que habría dado Henry, pues en los últimos meses de vida, se había tornado arrogante y déspota con quienes eran sus amigos. Había dejado de ser aquel muchacho humilde, populachero y alegre para convertirse en una persona amargada, déspota y de poco hablar.
Ante esto, muchas personas de renombre de la ciudad se vieron en la obligación de ir a declarar a la delegación de la PTJ para ver el nexo que tenían con el muchacho.
Las autoridades incluso visitaron clubes nocturnos frecuentados por homosexuales, a fin de buscar información, pero nada se lograba. Parecía un crimen perfecto.
Sin pistas
A pesar del escándalo que causó la muerte del Catire Henry, las autoridades no lograban dar con el o los asesinos del muchacho, y poco a poco las investigaciones llegaban todas al mismo lugar. No había manera de determinar ni el móvil y menos con el paradero de quienes idearon el macabro plan de quitarle la vida al muchacho.
Dos años después
El 14 de julio de 1989, casi dos años después de la muerte de Henry Alcedo Escalante, es que se sabe de la detención de dos personas. Una mujer y un hombre. Un educador y una enfermera de profesión serían, según las autoridades, los victimarios del joven adolescente.
Bajo un celo policial, las autoridades informaron que estas dos personas, Ana Quintero y Pausolino López, serían los supuestos asesinos del muchacho en el mes de septiembre del año 87.
De acuerdo al registro policial, el hecho ocurrió en la calle 5 de Táriba, la que sería la residencia de los acusados. El vehículo usado para el traslado del cadáver hasta el parque 12 de Febrero habría sido uno de propiedad de López, quien era pareja de Ana.
Para quitarle la vida al adolescente, los homicidas habrían golpeado fuertemente el cráneo del muchacho con un objeto contundente de metal, como un tubo. Al parecer, Henry tenía una relación amorosa con la mujer, y esto sería lo que desencadenó la ira de Pausolino, pero esto tampoco fue confirmado.
De acuerdo a lo explicado por los voceros policiales, en la vivienda se hallaron cables y nudos que coincidirían con los que fue amarrado Henry y también se hallaron rastros de material hemático (sangre) que reaccionaron al químico Luminol.
Ahondar
Tanto su madre, como políticos de la entidad, pedían que se ahondara en las investigaciones, pues dudaban que el móvil fuera pasional, pues personas de renombre estaban mencionadas en el expediente del caso, por lo que pedían que se dejara de lado cualquier interés por mantener ocultas identidades de personas que pudieron participar en el hecho.
Y es que no se descartó en ningún momento que los asesinos del joven hayan pertenecido a una red de prostitución y hasta de trata de personas, ya que por su atractivo evidente, no se descartaba que al muchacho lo hubiese captado una de las tantas organizaciones criminales de esa índole.
Pedían justicia para él y para otros menores que habían sido objeto de estas mafias criminales, pues en esa época, se dieron muchos casos de maltrato, violaciones y abuso a menores de edad.
Evidencias débiles
En vista de lo circunstancial de las evidencias, como el positivo a la prueba de Luminol, así como los cables y nudos similares a los hallados en la escena, las autoridades judiciales no procesaron la acusación contra los detenidos y fueron liberados.
Incluso, la posibilidad de que estos detenidos fuesen falsos positivos para cerrar el escandaloso caso surgió al tiempo, ya que todos en la ciudad conocían que nombres de reconocidos personajes de la capital tachirense estarían presuntamente implicados en el hecho.
El sinsabor de las autoridades detectivescas de ese entonces era entendible, pues aunque el caso se cerró, no hubo culpables y quienes cometieron el hecho nunca pagaron por el atroz crimen.
A la fecha, el misterio de la muerte del Catire Henry sigue sin resolverse, pero todos recuerdan que la muerte del joven fue además de dantesca, con saña y sevicia y que sus asesinos pudieron llevarse a la tumba el hecho de haber cometido uno de los pocos crímenes perfectos en la historia policial nacional.
Cangrejo de plata
Por este caso, la delegación de la entonces PTJ recibió en febrero de 1990 el cangrejo de plata, reconocimiento a la labor detectivesca en casos difíciles de resolver.
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR