Redacción | La Prensa Táchira.- La muerte de una mujer y sus dos hijos desató la furia de uno de los narcotraficantes más peligrosos de finales de la década de los 80. Héctor Luis Palma Salazar, mejor conocido como el "Güero Palma", líder del Cártel de Sinaloa, perdió a la que era el amor de su vida y a sus dos hijos a manos de un hombre, Rafael Enrique Clavel Moreno.
Clavel era un venezolano, oriundo del estado Delta Amacuro. Llegó a la ciudad mexicana de Culiacán, Sinaloa, en 1986 y allí inició estudios en la Universidad Autónoma de Sinaloa en administración y contabilidad.
Hasta la fecha no se saben las razones exactas de por qué Clavel comete los crímenes, pero lo que sí se sabe es que se acercó al narcomundo de aquel entonces gracias a Minerva Palma, hermana del "Güero".
Tras un breve romance con esta mujer, Clavel conoce a Guadalupe Leija Serrano, esposa del narcotraficante e inicia un amorío que termina como si fuera un capítulo de una telenovela mexicana. Ambos, juntos con los niños de ella y del "Güero" huyen con mucho dinero a otro país para querer ser felices.
Clavel regresa a Venezuela con Leija y sus dos hijos y aquí recorren diversos destinos, entre ellos, la paradisíaca Isla de Margarita, pero tras dejar a los pequeños bajo el cuido de unas personas, la pareja de tórtolos viaja a Estados Unidos y allí Clavel, el 20 de junio de 1989 asesina a la mujer estrangulándola con una correa.
Su cuerpo fue hallado en avanzado estado de descomposición por unos jóvenes que pescaban en un área de recreación en el parque China Camp, en California.
Trágica muerte
El 18 de julio de 1989 dos niñitos son lanzados por el viaducto viejo de San Cristóbal. Este lugar, para ese entonces, era usado por personas que por alguna razón querían acabar con sus vidas. 48 metros de altura desde las barandas del puente hasta las casas del barrio 8 de diciembre o la quebrada La Bermeja eran una sentencia de muerte. Fue en el gobierno del "Cura" Calderón que se le instalaron cercas para evitar que más gente se siguiera lanzando por allí.
Las autoridades al ser notificadas del hallazgo de los cuerpos, pensaron que era un caso más de suicidio, de los tantos que levantaban. Sin embargo, al llegar los funcionarios de la Brigada de Homicidios de la antigua Policía Técnica Judicial (PTJ), se encontraron con la dantesca escena de los dos pequeños infantes muertos.
"Muy pulcros, de pieles limpias y pies bastante cuidados", eran parte de las características de estos menores que estaban ataviados con pijamas de marca "Cotton Candy", por lo que de inmediato descartaron que se tratara de niños de bajos recursos.
Allí los forenses iniciaron las labores para identificarlos, pues al dar con la identidad de los pequeños podrían ubicar a los responsables del abominable hecho. Vecinos de la comunidad no los reconocían y allí comenzó el viacrucis de las autoridades a la hora de iniciar con las labores de reconocimiento de los cuerpos.
Sin pistas
Entre los intentos fallidos que las autoridades hicieron por dar con los nombres de los niños, se registró el caso de una mujer que denunció a una dama que había desaparecido con dos pequeños. Al llegar a la morgue del Hospital Central de San Cristóbal, esta los reconoció, por lo que una comisión se fue hasta la población de El Nula, estado Apure en busca de la progenitora de ellos.
Al no conseguirla en la dirección donde se suponía que vivía la mujer, buscaron a familiares que residían cerca del domicilio. Al encontrarlos, indagaron sobre el paradero de la dama y efectivamente esta estaba aislada en otra vivienda, en vista de que sufría de trastornos mentales y maltrataba a sus dos niños. Al preguntar por los pequeños vástagos, estaban en la misma casa, por lo que volvieron al punto de inicio de la investigación.
Uno de los investigadores de la época, el abogado Jesús Alberto Berro, explico que el esoterismo rodeó ese caso, pues trabajadores de la morgue pusieron lazos rojos en los pies de los niños y monedas debajo de la lengua, pues tenían la creencia de que con eso el autor del hecho no se escaparía. Al no lograr información sobre la identidad de los pequeños, optaron por publicar la foto de los cadáveres, pese a la renuencia de la fiscalía. El tiempo pasaba y ya estaban a punto de clasificar el caso como "Cangrejo", pues en lugar de avanzar, retrocedían en las investigaciones.
Berro explica que en una de las jornadas, recibió una llamada telefónica a través del número 160, línea de emergencia de aquella época. Una mujer aseguraba conocer a los niños y aunque ya estaban predispuestos, pues en tres oportunidades llegaban a un callejón sin salida, debían arriesgarse. "Tan segura estoy que tengo fotos de ellos conmigo", sentenció aquella mujer al incrédulo inspector que la atendía telefónicamente.
Aunque con reserva, la mujer soltaba pistas, a su vez que Berro la persuadía para que le diera información que pudiera facilitar la investigación sin que esta llegase a colgar la llamada, pues de hacerlo perdería cualquier rastro de la mujer. Tras esta dama indicarles el punto de encuentro, verificaron la información y corroboraron la identidad de los infantes.
Los niños correspondían a dos hermanos de nacionalidad mexicana. La hembra de 7 y el pequeño de 6. Tras conocerse las identidades, se determinó que estos niños ya habían estado en la ciudad un año antes, con sus supuestos padres en un conocido hotel de la entidad.
Con los registros del referido establecimiento de alojamiento, obtienen datos de los adultos y surge el nombre de Rafael Enrique Clavel Moreno.
Tras ello, la comisión de la PTJ se traslada a Caracas y allí dan con la captura de este hombre, gracias a una de las cuatro direcciones dada por los entes como el Consejo Supremo Electoral y la DIEX (CNE y Saime), quien de una vez confiesa no sólo el crimen de los pequeños, sino la muerte de la madre de ellos, Guadalupe Leija Serrano. La escogencia del viaducto viejo para lanzar a los niños se motivó a la ola de suicidios que se suscitaron en ese lugar.
La muerte de Guadalupe es resuelta en ese momento, ya que las autoridades norteamericanas no habían aclarado el caso, puesto que no sabían con quién se había ido la mujer del "Güero" Palma.
El móvil
Diversas fueron las teorías que rodearon la muerte de estos niños, así como de la madre, entre ellas que los líderes del Cártel de Tijuana, los hermanos Félix Arellano habrían infiltrado a Clavel en el entorno de Héctor Palma, quien estaba asociado al "Chapo" Guzmán en el Cártel de Sinaloa y eran enemigos por el control de rutas del narcotráfico, ya que ambos grupos criminales se originan, junto a otros cinco más, tras la captura del líder del Cártel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, conocido como el "jefe de jefes".
"Como era apuesto, enamora a Minerva Palma y fue de esa forma, preconcebida, que se involucra y permea el entorno del "Güero Palma", dice Berro. Incluso, ella lo presenta a su familia como su novio, pero al poco tiempo este huye con Guadalupe, los niños y una fortuna de más de dos millones de dólares.
Vendettas
Aunque se desconoce a ciencia cierta si Clavel asesina a la familia del "Güero Palma" por órdenes de los hermanos Félix Arellano, lo cierto es que el hecho desencadenó una serie de masacres registradas en Sinaloa, pues entre narcos existía un código en el que se respetaban a las familias.
Clavel, con su accionar rompió ese "pacto" y la muerte llegó a personas cercanas a él, incluyendo a tres venezolanos y un mexicano, quienes habrían sido sacados de sus casas por supuestos agentes policiales mexicanos el 22 de febrero de 1990 y semanas después aparecerían muertos y con evidentes signos de tortura y mutilaciones, ocho meses después de la muerte de la esposa e hijos del narcotraficante.
Las víctimas eran José Arzolay (27), Amaury Glaciano (27), Víctor Zuate (35), todos venezolanos, mientras que Jesús Guémez Castro (42), un abogado de nacionalidad mexicana, fue sacado de su casa en pijama por supuestos policías.
Tras denuncias de las esposas de estos hombres, el 12 de marzo de 1990, autoridades mexicanas informaron la captura de un hombre, Adolfo Lugo Cárdenas, agrónomo de profesión y de 26 años de edad, quien habría confesado haber participado en los crímenes como chofer de la camioneta donde se habrían llevado a estos hombres. El móvil, vengar la muerte de Guadalupe Leija y sus dos hijos.
Este hombre condujo a un paraje donde fueron hallados los cuatro cuerpos con costillas rotas, así como con tiros de gracia en sus cabezas.
Clavel al CPO
Del infanticida y feminicida, se supo que tras su captura y confesión, su diagnóstico psicológico era "psicópata, sociópata con tendencia pervertoide". Pese a que en varios medios de comunicación indicaron que los niños habían sido abusados y drogados, la revisión toxicológica y forense determinó que los mismos estaban indemnes; es decir, intactos y libres de cualquier abuso.
Tras ser llevado al Centro Penitenciario de Occidente, en Santa Ana del Táchira, Clavel se hizo célebre en la población penal y se ganó la confianza de todos, razón por la que se le solía ver incluso en áreas administrativas del recinto.
En 1991, Clavel secuestra el camión de un proveedor de verduras del penal, sometiendo a su conductor con un arma de fuego. En compañía de otro preso, despojan a un guardia nacional de su fusil y proceden a huir.
A la altura del puente de La Ratona, en municipio Córdoba, los presos abandonan el camión y se internan en la zona boscosa, donde se enfrentan a los uniformados, quienes hieren de muerte a Clavel. Sobre su muerte también se especuló, pues decían que esa fuga fue "montada" por el "Güero Palma" para dar de baja al asesino de su familia.
La "narcotumba"
Los tres cuerpos, el de Guadalupe y sus dos pequeños reposan en un mausoleo en Jardines de Humaya, en Culiacán, valorado en más de 420 mil dólares. Una pintura adorna el techo del interior de la tumba.
El "Güero Palma" se encargó de hacerles una morada digna de un líder del cártel, pues ese camposanto es conocido por ser la última morada de narcotraficantes y sus familias. De allí la vistosidad de las criptas, ya que evidencian el poder de quienes allí descansan.
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