Redacción | La Prensa Táchira.- Como cada noche, unos jóvenes permanecían sentados charlando en una acera de Barrio Obrero. La noche estaba clara y el clima fresco. Entre risas y cuentos los jóvenes pasaban un ameno momento. De la nada, unos espeluznantes gritos se escucharon de una casa vecina y al mismo tiempo empezó a oler a flores. Los vecinos se asomaron y uno de ellos dijo, "otra vez ese fuerte olor a flores, y esos gritos de siempre".
Carlos, un joven que llevaba poco tiempo de haberse mudado al sector, estaba extrañado y decide ir a preguntarle a uno de los vecinos. ¿Qué pasa en esa casa?, ¿Por qué pelean?, expresó el muchacho. "Esa casa lleva tiempo sola, ningún familiar vino a reclamarla", le respondió Julio, uno de los vecinos.
Pero la curiosidad del joven no paró allí, el misterioso olor a flores era cada vez más fuerte. Sin embargo, le preguntó a los vecinos si alguno había intentado entrar a la casa para asegurarse qué era lo que ocurría, y todos dijeron que no.
El aventurero Carlos no se quedó con la incógnita y se acercó a los jóvenes que estaban cerca para preguntarles quién se animaba a entrar con él. Dos muchachos aceptaron su propuesta. Julio el vecino, le dijo a Carlos que él antes debía conocer la historia de esa vivienda. Así que Julio se llevó a Carlos a una casa cercana donde vivía la madre de Julio, quien tenía años en Barrio Obrero. "Hace un tiempo, en la casa vivían dos mujeres y un hombre, al caballero era al único que se le conocía, a las dos mujeres ningún vecino les había visto la cara, lo único que se sabía de ellas es que ambas sufrían de cáncer, y que una de ellas era la esposa del señor", dijo.
"Cuando la esposa gritaba por los fuertes dolores, el hombre le pegaba para callarla. Poco tiempo después murió la señora, la enterraron con su vestido de novia", dijo la anciana.
La señora también le comentó a Carlos que la calma reinó en esa casa poco tiempo, pues ahí había quedado viviendo el señor y su cuñada. Ambos comenzaron a discutir a diario, y después la mujer falleció.
Un día, de la casa se escuchaban gritos y era raro porque el señor estaba solo, cuando los vecinos llegaron a ver qué ocurría, el hombre estaba tirado en el piso, agitado. Llamaron a un médico, pero era muy tarde y el señor falleció. En la mesa de noche le consiguieron una paca de billetes, y con ese dinero los vecinos lo enterraron. La casa se quedó sola, pero de la nada se escuchan gritos y huele a flores. Carlos, al terminar de escuchar la historia de Doña Julia, decide entrar a la casa en compañía de dos amigos.
Para sorpresa de los jóvenes, se consiguieron con un patio lleno de plantas, unos cuartos desordenados, maleza y una capilla pintada de negro que tenía figuras diabólicas. Ahí mismo había un tronco, y en él una mujer vestida de blanco que los miraba fijamente.
No conforme con esto, Carlos buscó una linterna y decide entrar de nuevo a la casa, que tenía fácil acceso. El olor a flores era más fuerte, y su piel se erizó como nunca, el joven tenía conocimientos sobre espiritismo y sabía que había una extraña presencia. Al darse la vuelta se consigue con la misma mujer que vio minutos antes, el espanto se le lanzó encima y lo cacheteó.
Más aterrado que antes, soltó la linterna y corrió como pudo de la terrible casa. El alma de esta mujer que sufrió por una cruel enfermedad habitó por años en esta vivienda, asustando a todos los vecinos con los gritos y el penetrante olor a flores.
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR