Redacción | La Prensa Táchira.- A 85 kilómetros de la ciudad de San Cristóbal se encuentra la localidad de La Grita, municipio Jáuregui, una tierra compuesta por más de nueve ríos y 100 lagunas periglaciares, en las cuales reposan muchos misterios.
Quienes acuden a estos lugares para hacer excursiones narran las diversas experiencias que viven, donde lo primordial es no faltarle el respeto a las mansas aguas de Laguna García, ubicada en el parque nacional general Juan Pablo Peñaloza, entre Jáuregui y Uribante.
De acuerdo al relato de Alejandro Chacón, hace varios años, junto a unos amigos decidieron subir a estas montañas para pasar un buen fin de semana acompañado de las verdes montañas y el excelente clima que arropa a esta localidad.
Lo que no pensaron era que uno de sus acompañantes en "modo juego" comenzara a lanzar piedras, pese a las advertencias del grupo que no lo hiciera, debido a los mitos que se tejen en estos lugares "encantados".
Uno de ellos es que quienes irrespeten las lagunas no verán el camino, pues la neblina se pondrá muy densa y arreciarán las lluvias.
Y fue justo allí donde en medio de un sol radiante el tiempo cambió repentinamente, según Chacón, el cielo se tornó oscuro y comenzó a caer un fuerte aguacero como "si el cielo se fuera caer".
"Se tapó el camino, bajó la neblina cerca de las 11:00 de la mañana, a pesar de que había buen sol". Los jóvenes no tuvieron más remedio que partir, pero luego de caminar por más de una hora notaron que seguían en el mismo sitio y no podían salir de este mágico lugar que, al parecer, "los tenía encerrados".
Ante esto, optaron por acampar en medio de la zozobra, pues desconocían sí dejaría de llover y podrían volver a casa. Llegó la noche y no paraban las precipitaciones, así que a uno de ellos se le ocurrió orar y pedir disculpas por quien había lanzado las rocas. Esta persona era la más incrédula, afirmó Chacón, quien sostuvo que estas "cosas sobrenaturales" no tienen ninguna explicación.
Para sorpresa del grupo de montañistas, horas después las lluvias cesaron, el cielo se despejó y un sol radiante se hizo presente en este lugar.
Se pone brava
Algo similar le ocurrió a Stephany De Jesús, quien reside en La Grita y de vez en cuando acude a las montañas para esparcimiento junto a su familia. Cuenta que cuando preparan el viaje dejan las condiciones claras que no pueden hacer nada que moleste a laguna.
Y es que gritar, correr, pronunciar vulgaridades, dejar basura, hacer mucho ruido parece "incomodarle a las aguas", pues en cuestión de segundos cambia el clima y muestra su peor cara.
"Baja la neblina, comienza a hacer frío, y no para de llover, lo que no deja que las personas disfruten de la laguna", apuntó.
Mirar fijamente el agua tampoco es recomendable, pues el reflejo de un indio aparece e hipnotiza a quien lo ve. En medio del trance las personas se lanzan al agua y no salen vivas.
Esto aparece reflejado en el libro Leyendas del Táchira, de la escritora Lolita Robles de Mora, en el cual señala que quienes se metan en estas aguas no saldrán vivos, pues el lugar fue encantado por el cacique de una tribu india llamada "Los Uribantes".
Los lugareños de la zona de montaña creen en el mito que existe una viga de oro debajo de Laguna Grande, la cual si es extraída la misma se desbordará e inundará por completo a La Grita.
Muchos se pierden
Años atrás, el excursionista George Castellanos manifestó que junto a dos amigos acudieron al pico Los Mayas, para acampar y tener un rato de esparcimiento.
Pero estando en el sitio, el mal clima y las lluvias hicieron que se desorientaran y se perdieran, pues a pesar de contar con equipos tecnológicos que les permitiera fijar una ubicación, esto no fue posible.
Desesperados comenzaron a caminar y en el trayecto vieron una laguna, la cual creyeron que se trataría la de Río Bobo, pero al dirigirse hacia ella en forma recta, el cielo se volvió a nublar y "se tapó todo de nuevo".
A los pocos minutos el cielo se despejó y no estaba la laguna. Los tres amigos se hallaban en medio de un inmenso valle y totalmente perdidos. "Nos asustamos, le echamos la culpa al frío, hipoxia, entre otros factores", dijo.
Siguieron caminando y se sentían aún más desorientados, pero estaban conscientes que en algún momento encontrarían ayuda, la cual llegó horas después cuando arribaron a una finca en esta zona. Allí un hombre que trabajaba en la unidad de producción les ofreció agua y les permitió descansar luego de la travesía.
Se atrevieron a contarle la historia de lo vivido, a lo cual esta persona les contestó que era producto de los encantamientos que tienen las lagunas, por los indios que vivieron allí hace décadas.
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