Redacción | La Prensa Táchira.- El esfuerzo constante y el arduo trabajo era lo que más le importaba a Dora, una conocida costurera de Lobatera, su única preocupación era trabajar para poder tener una vida muy cómoda, donde no le hiciera falta nada.
Dora vivía sola, y siempre acostumbraba a coser hasta muy tarde. Una noche estaba algo cansada y bostezaba constantemente, pero no fue impedimento para seguir su labor nocturna. De la nada, escucha pasos en la calle, el reloj marcaba la medianoche y en Lobatera no se acostumbraba a ver personas en la calle a altas horas de la madrugada.
Dora se levantó de la silla de la máquina de coser y se dispuso a ver por una de las ventanas de su casa, para la sorpresa de la costurera ve una pequeña procesión, iban sólo mujeres, todas vestidas de negro y cada una llevaba consigo una vela blanca encendida, mientras rezaban.
Poco a poco las mujeres de negro se fueron esfumando, menos una, esa se le acercó a Dora, la saludó y le dijo: "Hágame el favor y me guarda este paquetico, yo mañana paso a esta misma hora a buscarlo, feliz noche", y se fue.
En medio de su asombro por la extraña aparición, Dora resguardó el paquete y como ya era tarde decidió ir a descansar luego de su larga jornada laboral. A la mañana siguiente, la curiosidad se apoderó de ella y fue a abrir el misterioso paquete que le habían dejado la noche anterior.
Al destaparlo, Dora no podía creer lo que estaba viendo y llena de miedo corrió a la iglesia del pueblo en busca del padre Elvidio. "¡Padre, padre, mire lo que me han dejado, son huesos humanos! ¿Qué hago?, exclamó la mujer llena de miedo, a lo que el sacerdote le responde "¡por amor a Dios hija!
¿Pero qué es esto?". Dora le cuenta todo lo acontecido la noche anterior y el sacerdote sólo le recomendó que buscara un gato negro y que le dijera a alguna conocida que le prestara por esa noche un niño, cuando pase de nuevo esa procesión suelta el gato y pellizca al niño para que llore.
Dora desesperada fue y siguió las recomendaciones del padre, las horas se le hicieron infinitas hasta que por fin el reloj de la iglesia indicaba que ya eran las 12 de la medianoche. Ya a lo lejos se escuchaban los pasos y al asomarse a la ventana la procesión de mujeres de negro ya se dejaba ver, y a medida que se acercaban, Dora se asustaba cada vez un poco más.
La sospechosa anciana se acercó sonriente a saludar a Dora y a buscar "el paquete", y la costurera al verla le tiró el tenebroso empaque con los huesos humanos, lanzó el gato negro y pellizcó al niño tan fuerte que lo hizo llorar a gritos.
La anciana misteriosa le dijo fúrica "sólo porque tenías a ese gato y a ese niño te salvaste, hoy venía dispuesta a llevarme tu alma, la noche es para descansar y el día para trabajar". En medio de lo oscuro de la noche y de la calle, la mujer de negro desapareció.
La costurera Dora aprendió que no debía seguir trabajando hasta tan tarde, pues los espantos suelen asustar a quienes permanecen hasta altas horas de la madruga despiertos.
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