María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- Una noche del nueve de abril de 1982, mientras se celebraba una vendimia en el Club de la Municipalidad Sancristobalense en Pueblo Nuevo, los gritos de horror y pedidos de ayuda silenciaron la música, cuando un joven estudiante de 15 años se desangró en el suelo tras recibir una certera puñalada de uno de los asesinos más buscados de la época.
¡Lo mató! ¡Lo mató! ¡Lo mató!, fue lo que gritaron los asistentes a la concurrida vendimia. Cuando llegó el Cuerpo Técnico de la Policía Judicial, los oficiales encontraron el cuerpo sin vida de Pedro Moncada, un estudiante que había asistido al lugar en compañía de una amiga, la cual se encontraba fuertemente consternada por lo sucedido.
La joven explicó a los oficiales que se encontraba disfrutando de la música junto a Moncada y en eso se acercó un hombre y pidió bailar con ella a lo que esta se negó; ante esto el sujeto reaccionó violentamente y terminó propinando distintos insultos a la joven. Moncada salió en defensa de su amiga por lo que el hombre sin mediar palabra sacó una cuchilla y se la hundió entre las costillas al estudiante, quien cayó al suelo, mientras que el hombre aprovechó la confusión del momento para emprender su huida.
Cuando los policías comenzaron a interrogar a los testigos para encontrar una descripción del homicida, se toparon con la sorpresa de que describen al mismo asesino que se encontraba burlando a los oficiales desde hace cinco años, identificado como Eduardo Abreu, un hombre de 25 años quien unos años atrás dejó un rastro de sangre y desapareció de la ciudad.
El obrero
En 1977 Abreu trabajaba como obrero en una pequeña finca a las afueras de la ciudad, tras una jornada laboral comenzó a compartir licor con algunos de los jornaleros y tras algunos tragos y platica el obrero Héctor Fabio Soto hizo un comentario que no agradó mucho a Abreu y tras la risa de los demás jornaleros el hombre de tan solo 20 años asesinó en el mismo lugar de varias puñaladas a Soto y no contento con ello decidió degollarlo.
Los presentes quedaron aterrorizados con el comportamiento de Abreu, quien era de semblante tranquilo y sin decir nada, Abreu de manera fría y con su camisa empapada de la sangre de Soto, abandonó el lugar tranquilamente. Los hombres hicieron el llamado a la PTJ, que llegó enseguida al sitio y al conocer la identidad del asesino, decidieron buscarlo en su trabajo y en su casa, pero el hombre se había marchado sin dejar pistas.
Solo doce días harían falta para que los oficiales escucharan nuevamente de Abreu y fue cuando recibieron una llamada informando que un hombre había herido gravemente a otro en una cantina de San Cristóbal. Los oficiales al llegar al sitio se encontraron con una escena similar a la de hacía unas semanas, no obstante la víctima Luciano Hernández había sobrevivido al ataque. El joven contó a los oficiales que se encontraba compartiendo un rato ameno con sus compañeros e hizo un comentario que no fue gratamente recibido por Abreu que se encontraba bebiendo en el lugar y sin aviso alguno atacó Hernández propinándole dos puñaladas, de las cuales pudo sobrevivir.
Tras este incidente, poco y nada se supo de Abreu. La policía, si bien mantenía el caso del hombre abierto, pensaron que tal vez no se resolvería; sin embargo las pruebas de aquel nueve de abril, reafirmaron que el hombre se encontraba nuevamente en la ciudad.
Cacería
Los oficiales estaban decididos de atrapar de una vez por todas a Abreu quien habría logrado burlarlos durante cinco años; un fuerte operativo se desplegó por la ciudad y las zonas aledañas. Los oficiales seguían el paso del obrero que se refugiaba en zonas de montaña, trabajando como jornalero en distintas fincas, de Rubio, Colón y La Fría, sin embargo el hombre siempre se encontraba un paso más adelante que la policía.
Cuando ya habían transcurrido cuatro meses del asesinato del estudiante, los oficiales recibieron información de que el asesino planeaba huir hacia Colombia, por lo cual se intensificó la presencia policial en la frontera y tan solo unos días después, dos oficiales divisaron a un hombre con unas características similares a las de Abreu; no obstante no estaban seguros si se trataba de este o no. Ante esto el oficial intento acercarse para cerciorarse de la identidad del sujeto y este al verlo intentó huir perdiéndose entre la multitud, su reacción fue suficiente para que el oficial emprendiera la persecución y con arma en mano logró detener la huida de Abreu.
Al capturarlo se logró confirmar que efectivamente se trataba del mismo hombre; sin embargo su semblante había cambiado notoriamente, llevaba el cabello largo, un espeso bigote y además había adelgazado unos cuantos quilos. Todo esto hacía que se viera mucho más viejo de lo que realmente era.
Tras interrogarlo los oficiales se enteraron que tanto el cabello como el bigote era una manera de camuflarse, no obstante su peso se debía al hambre que había pasado mientras se encontraba oculto en las montañas y eso fue lo que lo llevó a tomar la decisión de ir al vecino país; no obstante sus planes se vieron frustrados y finalmente fue condenado por la muerte del obrero y el estudiante.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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