María Cárdenas Camacho | La Prensa del Táchira.- Durante varios años, habitantes de un caserío en Las Dantas observaban asustados un espectro que cada noche recorría la zona. Campesinos aseguraban que la extraña aparición iba siempre acompañada de un perro, propinando desgarradores gritos de auxilio; la población desconocía el misterio que envolvía al espectro, hasta que un día del mes de noviembre de 1983 se supo toda la verdad.
A la sede de la Policía Técnica Judicial acudió un hombre asegurando que en un poblado de Las Dantas se encontraba un hombre enterrado, cuyo fantasma lo atormentaba, si bien no ofreció más detalles a los oficiales, la policía decidió investigar. Un equipo de la PTJ llegó al sitio señalado y tras revisar se hizo un terrible descubrimiento: en una tumba improvisada, gracias a las indicaciones del denunciante, encontraron una osamenta; si bien no había manera de identificar el cadáver, el equipo forense puso manos a la obra y se consiguió constatar que se trataba de un hombre de unos 40 años.
Tras esto los oficiales dan inicio a las investigaciones para dar con la identidad de la víctima y los hechos que llevaron al terrible desenlace. Los detectives comenzaron a interrogar a los pobladores, quienes si bien aseguraban no tener conocimiento de la víctima, señalaron que en la zona se presentan cosas muy extrañas, especialmente en donde encontraron el cuerpo. Los ciudadanos indicaron que un espectro merodeaba durante la noche junto a un perro, asustando a quien se encontrara por su camino, dando alaridos de ultratumba y terribles gritos pidiendo ayuda.
Después de varias horas interrogando a los pobladores, la policía finalmente da con la casa de José Rincón, quien se proyectaba como un posible testigo del hecho, ya que su casa se encontraba muy cerca del lugar en donde fue encontrada la osamenta. Sin embargo, cuando los oficiales de la PTJ ingresaron a su hogar para ahondar sobre la identidad u origen de la osamenta encontrada, Rincón los sorprendió confesando un terrible crimen de hace 10 años.
El crimen
José Rincón llevaba años viviendo en aquel caserío en Las Dantas, poseía un pequeño solar en donde se dedicaba a la siembra. A unos metros de su casa se encontraba el rancho de Don Faustino Hernández, de 42 años, quien también se dedicaba a la siembra. Rincón cuenta que sus racimos de plátano verde comenzaron a desaparecer y por más que los vigilaba, siempre terminaban siendo robados, según él, por el propio Don Faustino, y una tarde decidió confrontarlo.
Al llegar al humilde rancho de Don Faustino, Rincón comenzó a reclamarle por los alimentos robados, a lo que el campesino señaló que él no era culpable. Al entrar en la cocina, Rincón divisó con rabia unos racimos colgantes en el techo, que al parecer se trataban de sus plátanos. Esto ocasionó una discusión acalorada entre ambos hombres, quienes pasaron a los golpes y luego desenfundó cada uno un machete; sin embargo, Rincón fue quien dio el golpe mortal atestando el arma en el cuello, provocando una herida que le produjo la muerte a Don Faustino en cuestión de minutos.
Al ver lo que había hecho Rincón entró en pánico y decidió buscar a su hermano menor para que lo ayudara a deshacerse del cuerpo, los hermanos decidieron esperar la noche para sacar el cadáver de Don Faustino y a unos cuantos metros de la casa decidieron cavar una zanja en donde depositaron el cadáver. Los hombres ya con el cuerpo oculto, limpiaron el lugar del crimen y se marcharon a sus casas donde decidieron guardar el secreto. Sin embargo a las pocas horas de realizar el entierro clandestino, el fiel perro de Don Faustino comenzó a aullar justo sobre su tumba. Por el miedo de ser descubiertos, los hombres decidieron asesinar a la inocente mascota.
Tormento
Rincón cuenta a la policía que si bien asesinó a Don Faustino por defensa propia, se arrepiente de haberlo realizado, ya que su castigo inició a los pocos días del hecho. El hombre cuenta que a una semana del asesinato comenzó a ser atormentado por el espectro de Don Faustino. Lo veía cada noche junto a su perro a las afuera de su casa o solo caminando por los terrenos aledaños. Su hermano quien fue el que dio el aviso a los oficiales sobre la tumba del campesino, asegura que también era acosado por el espectro y así pasaron diez años, hasta que el hombre no pudo ocultar más la verdad.
Rincón indicó que si la PTJ no lo hubiera descubierto, el igual habría confesado porque simplemente ya no podía más. Además aseguró a los oficiales que su hermano solo lo ayudó a esconder el cadáver y guardar el secreto y que el único culpable del asesinato era él. No obstante ambos hombres fueron condenados y trasladados a la cárcel de Santa Ana a cumplir su condena.
En tanto los habitantes de Las Dantas ya tenían conocimiento de que el espectro se trataba del espíritu de Don Faustino, quien muchos creían que se había marchado hace varios años a su nativa Colombia; ofrecieron varias misas y una santa sepultura para que el campesino consiguiera finalmente descansar tras la resolución de su caso. De igual manera en el lugar donde ocultaron su cadáver, levantaron una pequeña cruz, colocaron santos y prendieron velas para dar paz a su alma.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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