María Cárdenas Camacho | La Prensa del Táchira-. La Aldea de Canea del Municipio Junín se tiñó de sangre cuando se descubrieron los cuerpos de Ángel María Becerra y su pequeño hijo de tan sólo 12 años, los cuales fueron brutalmente asesinados a machetazos en el interior de su vivienda.
Ángel María Becerra era un conocido y humilde trabajador de campo en la Aldea de Canea de Rubio. El hombre, cuyo trabajo principal era la agricultura, pronto abrió un pequeño local de víveres y verduras. Tristemente, la mañana de aquel 17 de diciembre de 1968, su hija mayor, Carmen Alicia, dio aviso a todos los habitantes del lugar de que tanto su padre como su pequeño hermano habían sido asesinados.
La aldea se llenó de consternación ante lo sucedido y dieron aviso a la Policía Técnica Judicial (PTJ) que rápidamente se trasladó al lugar de los hechos en donde los funcionarios se encontraron con la sangrienta escena. En primera instancia, todo parecía indicar que el robo fue el móvil del homicidio, puesto que faltaba algún dinero y varios productos fueron hurtados. No obstante, tras interrogar a Carmen, los oficiales notaron que había algo más oscuro en el caso.
Carmen le explicó a los oficiales que se encontraba dormida en la habitación cuando fue alertada a eso de las cuatro de la madrugada por los gritos de su padre que la llamaba desde la parte delantera de la casa, en donde se encontraba la pequeña tienda . La joven, aun con sus ropas de dormir, fue a auxiliar a Ángel, quien con gritos de dolor pronunciaba su nombre. Al llegar a la escena, la joven se quedó paralizada cuando vio a dos hombres agrediendo ferozmente con machetes en mano, no solo a su padre sino también a su pequeño hermano. Cuando los asesinos se percataron de la presencia de la joven, ella instintivamente salió corriendo de la casa y se ocultó entre la maleza.
Los asesinos emprendieron su búsqueda para darle muerte, pero sin éxito volvieron a la casa y robaron algunas cosas y emprendieron su huida. Los oficiales interrogaron a la joven para ver si esta recordaba la identidad de los hombres y efectivamente Carmen explicó a los oficiales que los criminales eran dos primos hermanos de Ángel Becerra, de nombre Rufo y Marcelino.
Tras la pista
Con el testimonio de Carmen, los oficiales interrogaron a diferentes personas de la comunidad y algunos explicaron que vieron a Rufo y Marcelino Becerra Jiménez, ambos hermanos, saliendo de la aldea a gran velocidad. Se emitió una alerta para buscar a los criminales; sin embargo, los días fueron pasaron y no había actualización en el caso, nadie se había cruzado ni visto a los hermanos, poco a poco los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y finalmente en años.
Cuando ya se cumplía el primer aniversario del atroz crimen, durante un operativo policial, fue capturado Marcelino, el menor de los hermanos en la localidad de Capacho. Cuando fue interrogado por la PTJ, este no quiso hablar sobre los asesinatos en Rubio, pero aclaró a los oficiales que habían huido junto a su hermano a Colombia, tomando diferentes aldeas como ruta de escape, no obstante, tras varios meses en el país vecino, decidieron regresar. Si bien el hombre fue presionado por los oficiales, este no quiso pronunciar ninguna palabra sobre el crimen o el paradero de su hermano mayor.
Con uno de los asesinos tras las rejas, la policía aún seguía la pista de Rufo, no obstante poco se sabía del paradero del hombre. Finalmente, cuando ya se cumplían cinco años del brutal crimen por cuestiones del destino, Rufo finalmente fue capturado. Durante un allanamiento en un alambique clandestino en Santa Bárbara de Barinas, el mayor de los hermanos se encontraba en el lugar, siendo detenido por los oficiales.
El crimen
A diferencia de su hermano, Rufo, habló ampliamente con los oficiales y contó las razones que llevaron al fatídico día. Según el relato, este indicó que tanto él como su hermano se dedicaban a las labores de campo y su primo Ángel fungía como comisario del lugar y tras estos enterarse de que su primo los había catalogado como "flojos" ante la presencia del capataz, idearon un plan para darle muerte.
Aquel 17 de diciembre ambos hermanos visitaron la bodeguita de Ángel con el pretexto de beber guarapo. Tras comprarle la primera botella, Marcelino encaró a su primo y sin esperar alguna respuesta sacó su machete y empezó atacar, Ángel gritó el nombre de sus hijos, el primero en aparecer fue el joven de 12 años quien al intentar defender a su padre terminó siendo víctima de los machetazos de los hermanos. El hombre explica que no se dieron cuenta cuando Carmen apareció, pero que cuando la vieron tenían como objetivo eliminarla, puesto que ella era una testigo. Marcelino insistió a Rufo que buscara a la joven y la asesinara, sin embargo, este nunca la encontró.
Tras el crimen, tomaron varias de las pertenencias de Ángel y el dinero de la bodeguita para emprender la huida hacia Colombia, puesto que eran conscientes de que la joven los iba a delatar. Tras terminar la confesión Rufo alegaba que él se encontraba bajo los efectos del licor, además que fue presionado por su hermano para atacar a Ángel, si bien el hombre no niega que era dueño de uno de los machetes con los que se cometió el crimen, indica que quien mató tanto Ángel como su hijo fue su hermano menor Marcelino.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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