María Cárdenas Camacho | La Prensa del Táchira-. El domingo 22 de septiembre de 1991 un oscuro y atroz crimen sucedió en La Grita, cuando en medio de un charco de sangre fue encontrado en la cocina de la casa hogar San José, el cuerpo sin vida y ultrajado de una monja.
La comunidad de La Grita, caracterizada por su alta pasión religiosa, vivió uno de sus momentos más oscuros cuando se descubrió el vil asesinato de Sor María, una monja de 43 años de edad perteneciente a la Congregación de las Carmelitas que prestaba su servicio desde hace cuatro años en la casa hogar dedicada al cuidado de ancianos del sector.
El crimen
La mañana de aquel domingo inició como costumbre en la casa hogar San José con la misa a las 5 am, a la cual asisten todas las religiosas incluyendo Sor María, quien sin saberlo esta sería la última eucaristía a la que asistía porque solo dos horas después a las 7:00 am, tres monjas de la congregación se encontraron con la dantesca escena.
El cuerpo de Sor María yacía en un charco de sangre provocado por múltiples heridas, con el cráneo destrozado y un tenedor de trinchar carne en su cuello, además su vestimenta se encontraba hecha pedazos mostrando signos de que además de ser asesinada, también fue víctima de violación.
Rápidamente las alarmas se encendieron en la casa hogar, una división de la Disip de La Fría cerró el sector a la espera de la llegada de la brigada de la Policía Técnica Judicial (PTJ). Con la llegada de los oficiales, iniciaron las averiguaciones de los hechos, los cuales habían trascendido rápidamente en la comunidad que se aglomeraba a las afueras del ancianato a exigir justicia por lo sucedido a la monja.
Huella de sangre
Sin ningún testigo presencial del crimen, los oficiales comenzaron a indagar sobre lo sucedido, interrogaron a todos los presentes en la casa hogar mientras los expertos en criminalística trabajaron en la escena del crimen. Los ancianos, habitantes de la casa hogar no daban informaciones especiales, mientras que los patólogos realizaron grandes hallazgos. Resulta que Sor María se defendió fuertemente de su asesino, puesto que en sus manos había cabello que arrancó del homicida. Además, las pruebas de luminol detectaron huellas de sangre dejadas por el asesino.
Pasaron los días y mientras se llevaba a cabo el sepelio de la religiosa, la policía aún continuaba investigando, puesto que aún no lograban dar con el culpable. Tras interrogar a todos los habitantes de la casa hogar, la actitud de dos hombres levantaron sospechas tras sus declaraciones y fueron detenidos para continuar los interrogatorios.
Con su detención, los oficiales interrogaron a ambos ancianos y tomaron muestras de cabello para comprarlos con los que tenía Sor María en sus manos. Con los resultados, tanto del cabello como de la sangre en los zapatos los detectives descubrieron que Marcelino Rojas, un anciano indigente de 72 años, cometió el atroz crimen.
Los hechos
Si bien Marcelino era un hombre con una edad avanzada se encontraba en buena forma, puesto que su condición física no demostraba su edad, además el hombre intentaba hacerse pasar por desequilibrado mental para despistar a los oficiales quienes ya con las pruebas en la mano presionan lo suficiente al criminal para que este confesara.
Aquella mañana del domingo Sor María salía de su misa como de costumbre y en un pasillo cercano a la cocina se encontró con Rojas quien hacía varios meses había regresado desde Maracaibo al ancianato y este pido a la religiosa un vaso de agua, cosa que la monja accedió de buena manera.
Ya en la cocina y aprovechando la soledad Rojas atacó la religiosa quien cayó de espaldas y se dio un fuerte golpe en la cabeza con una de las bombonas, lo cual fue aprovechado por Rojas quien se fue sobre ella y forcejeo con la monja quien luchó por su vida arrancando algunos cabellos; sin embargo, el anciano la supera con su fuerza y le dio nuevamente un golpe mortal en la cabeza con la bombona terminando en el acto con la vida de Sor María; tras esto Rojas le asestó en el cuello un trinchador de carne para luego profanar el cuerpo de la hermana.
Tras realizar el horrible acto y sin ningún testigo, Rojas escapó de la escena y se refugió dentro del ancianato sin presentar ninguna sospecha.
Tras su aprehensión se pudo averiguar que Rojas contaba con antecedentes penales, antes del asesinato cumplió una condena corta por un intento de asesinato y además contaba con varios cargos de violación, por lo cual era un criminal sexual altamente peligroso. En La Grita era conocido por su temperamento agresivo y cruel, no obstante las hermanas siempre le dieron refugio todas las veces que lo solicitó, ya que él iba y venía y nunca daba explicaciones; sin embargo nadie sabía las oscuras intenciones del anciano.
Cuando el hombre se dirigía a cumplir su condena, muchos periodistas intentaron que hablara, no obstante este solo le dirigió miradas frías sin pronunciar ninguna palabra. Los policías aseguraban que el hombre se estaba "haciendo el loco" para no pagar con cárcel lo que había hecho, pero finalmente tras las pruebas realizadas por los psicólogos fue recluido a la prisión por el asesinato y ultraje de Sor María.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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