María Cárdenas Camacho | La Prensa del Táchira-. Un misterioso y extraño asesinato de una pareja en el kilómetro nueve del sector conocido como La Granzonera, vía Rubio, dejó estupefactos a la oficiales del caso y a los familiares de las víctimas que no entendían lo sucedido.
El 11 de abril de 1978, fueron encontrados los cadáveres de Daniel Bonilla e Imelda Canchica sobre sus aposentos. La pareja parecía dormida y había muy pocos indicios que apuntaran a que fuera un homicidio. No obstante, la policía no sabía que se encontraba frente a un crimen muy difícil de esclarecer.
Daniel era un trabajador del sector que poco a poco fue montando sus propios negocios y comenzó a prosperar y tras varias relaciones, decidió establecerse en el sector junto a Imelda. El hombre que llevaba trabajando en el kilómetro 9 desde hace más de 20 años consiguió almacenar una buena fortuna y estableció su hogar con su nueva compañera y sus cinco hijos menores de edad; sin embargo, nadie sabía el horror que les esperaba.
El crimen
En la mañana de aquel 11 de abril, Pedro, uno de los hijos mayores de Daniel, fue a la casa para hablar con su padre, pero cuando ingresó a la vivienda notó que sus hermanos pequeños continuaban dormidos y no había ni rastros de su padre. Cuando se dirigió a la habitación principal, se encontró con la cruda escena: su padre y madrastra se encontraban sobre su lecho, si bien a primera instancia parecían dormidos. Pedro, al acercarse, vio que la mujer completamente desnuda, se encontraba con los ojos abiertos, mientras que su padre poseía solo un hilo de sangre que le llegaba a la barbilla.
Entre gritos y llantos, Pedro llamó a la Policía Técnica Judicial (PTJ), que rápidamente se hizo presente en el lugar de los hechos e iniciaron las averiguaciones. En primer lugar, los oficiales de la PTJ pensaron que se trataba de suicidio, pero al observar más de cerca los cadáveres notaron marcas de agresión sobre el cuerpo de la mujer y un extraño polvo amarillo en el rostro de ambos, además la habitación se encontraba muy desordenada como si alguien estuviera buscado algo. Asimismo, varios frascos de dudosas sustancias fueron encontrados en el lugar.
Los hechos
Con la autopsia realizada, los PTJ enviaron las muestras del polvo y además partes del intestino y esófago de las víctimas para ser estudiadas en Caracas y poder obtener respuestas. De igual manera, el patólogo reveló finalmente que la pareja fue asesinada mediante asfixia mecánica.
Según la reconstrucción de la PTJ, los criminales debían conocer muy bien a las víctimas, además de cómo ingresar a su hogar y sus rutinas diarias, puesto que en la madrugada de ese 11 de abril se presume que tres homicidas, sin forzar ninguna entrada ingresaron a la morada, esparcieron un polvo a las víctimas que resultó ser una droga para adormecerse, pero esto no fue suficiente y los criminales procedieron a asesinarlos. Al practicar la necropsia, se pudo encontrar que ambos fueron asesinados mediante asfixia mecánica, la cual se llevó a cabo con un nailon, el cual se usaba comúnmente para pescar.
Al parecer, la mujer consiguió poner resistencia, puesto que en su cuerpo se encontraron diferentes hematomas procedentes tal vez de su lucha con los homicidas; sin embargo, todo esto fue en vano. Tras cometer el crimen, los asesinos procedieron a requisar la habitación de la pareja, puesto que era bien sabido por todos que la familia era adinerada, además que Daniel no confiaba en los bancos, por lo cual la fortuna debía encontrarse en el lugar. No obstante, al parecer los criminales no se encontraron con nada, marchándose en medio de la madrugada sin dar signos de alarma a nadie.
Sospechosos
Los criminales dejaron desconcertados a la policía que pocas pistas tenían sobre el caso. Varios oficiales señalaron que tal vez se trataba de expertos, puesto que no dejaron huellas digitales ni ningún otro tipo de pista. Además, se manejaban dos móviles. Por un lado, está el hurto, pero a pesar de las condiciones de la habitación, los criminales no huyeron con ninguna suma de dinero, por lo cual los oficiales no descartan la venganza.
Con estas hipótesis y prácticamente a ciegas, la PTJ comenzó a trabajar más fuerte en la investigación y dos personas llamaron su atención. Una antigua trabajadora del hogar que hacía poco tiempo fue despedida, fue foco de la investigación y de la misma manera un conocido ratero del sector de Barrancas fue visto merodeando por la zona días previos al crimen, por lo cual las autoridades dictaron órdenes para detener e interrogar a ambos personajes.
Con ambos en salas de interrogación, la policía comenzó a presionarlos para sacarles información. No obstante, determinaron que ambas personas eran inocentes de dicho crimen, ambos tenían coartadas sólidas y no tenían indicios de haber participado en el doble asesinato.
Con esto el caso poco a poco se fue enfriando y posteriormente archivado en una carpeta, dejando para siempre la incógnita de quienes fueron los responsables del doble crimen en La Granzonera.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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