En la dura realidad política nacional, la acción de los demócratas, debe dirigirse a recuperar el valor de la palabra empeñada con la ciudadanía, entendida para quien escribe como expresión de la razón, la conciencia y la ética en el cumplimiento de los distintos compromisos que asumen para con aquellos; este propósito de enmienda, debe producirse por el escaso cumplimiento de lo que plantean para salir del atolladero en el que nos encontramos; además se nota, poca transparencia, en los diálogos que se realizan entre los distintos actores de la política opositora y el gobierno o entre éste último y representantes de gobiernos extranjeros, como ocurrió en Barbados donde no se cumplió con la palabra hecha escritura o más recientemente con la declaración del Presidente de Colombia. Este último habló de un plan, para alcanzar la paz política en Venezuela, sin que la ciudadanía conozca la letra del mismo, para analizarlo, valorar su alcance y la posible eficacia en cuanto a propósitos a alcanzar; máxime cuando semanas atrás, junto al Presidente Lula de Brasil, habían criticado las inhabilitaciones, por ser focos de intranquilidad política nacional, de las cuales ambos Presidentes habían sido víctimas.
Han quedado de esta manera identificados, en las anteriores líneas, dos (2) de los más importantes elementos característicos de la política, como son la palabra y la acción. En estos elementos políticos, deben coexistir enfoques, concepciones y realizaciones del pensamiento plural, que hagan viable la representación de las aspiraciones de distintos sectores de la sociedad, pero que, además, se pueden ligar circunstancialmente dentro de la heterogeneidad y la diversidad de esas formas de pensar, para la consecución de un objetivo mínimo, como sería en el caso venezolano, de la alternancia democrática en la Presidencia de la República. Para el profesor francés Jean Pierre Vernant, estudioso de las polis griegas, esa clase de organización implicaba una "extraordinaria preeminencia de la palabra", lo cual llevaba a que la persuasión entre los ciudadanos se buscara a través de su uso, bien en un debate contradictorio, en una discusión o a través de una adecuada argumentación, sobre la mejoría de los asuntos públicos, porque entre la palabra y la política, siempre ha existido una relación recíproca, un vínculo estrecho, en razón que, dentro de la misma se hallan contenidas ideas o pensamientos, que pueden captar o no adherentes a una causa.
En nuestro país, lo recomendable es que la palabra en el campo político, se dirija no sólo a denunciar las inequidades sociales y económicas existentes, que son de todos conocida; sino también debe centrarse en plantear una visión estratégica en el corto plazo, sobre la Nación posible, para ello en lo que al lenguaje- se refiere, se debe abandonar el insulto o la descalificación, que como bien dijo el filósofo griego Diógenes, "el insulto deshonra a quien lo produce, no a quien lo recibe", a lo cual se agrega que, desune abismalmente para alcanzar los fines que nos permitan entrar definitivamente al siglo XXI, dado que evidencia el poco uso de la razón, del raciocinio, para interpretar y entender las distintas situaciones que se experimentan en el diario ajetreo político. Concretamente, en el caso de los actores políticos de la oposición, estos deben tener y proyectar una cultura diferente a la chabacana palabrería oficialista que trata en lo posible de confundir en la explicación de los problemas nacionales, con el uso de un supuesto lenguaje popular, para justificar sus yerros gubernativos, a pesar de que, en los últimos días se leen o se oyen expresiones altisonantes, de los jerarcas de la élite roja, que dejan entrever lo limitado de su palabra política o institucional, dado que, no aprendieron a ser demócratas, ni efectuar acciones de esa naturaleza.
Para el buen demócrata, palabra y acción son yuntas inseparables, son un compromiso social; en tal sentido, la acción no sería nada sin la palabra, que le da como dice el politólogo argentino Horacio Quiroga "amplificación y resonancia", sobre todo si se usan con propuestas innovadoras y de respeto, que puedan redimir mediante un ejercicio verdaderamente democrático a las actuales Instituciones o revisarlas en cuanto a su capacidad de resolver demandas sociales, que hasta ahora han quedado suspendidas o extinguidas, ante los intereses ideológicos de un gobierno, que no ha cumplido con acciones eficaces su deber de llevar bienestar y prosperidad a los ciudadanos venezolanos. Suprimir con acciones edificantes, las situaciones injustas o inequitativas que actualmente padecemos, será un deber ético y permanente de la clase política democrática que en los próximos años, pueda ir a desempeñar funciones de Estado; para ello conocer a fondo sus intríngulis, será fundamental, y que mejor que, el uso de la palabra seria y responsable con los ciudadanos, en donde como representantes populares, puedan encontrarse con sus electores, periódicamente, para abordar temas comunes o de diversa índole.
Necesitamos a partir de los próximos períodos constitucionales, que exista verdadera coherencia entre la palabra empeñada y las acciones emprendidas, ese debe ser el compromiso; que la palabra empeñada por nuestra clase política se base en el derecho, la ética y el respeto a los ciudadanos; que el erario público por ejemplo sea manejado con pulcritud, transparencia y control, acciones que en estos tiempos han estado ausentes, facilitándose así, el latrocinio contra el mismo, y de paso una descarada impunidad, visibilizada en acciones tardías de la "justicia revolucionaria" a pesar de contar con todos los poderes para combatir este flagelo. Por supuesto que, estas prácticas políticas frecuentes, generan conflictos, los cuales para el profesor argentino Quiroga, son inevitables, sin embargo, los mismos, pueden contribuir al mantenimiento de las relaciones sociales, dado que considera que el antagonismo es motor de progreso y civilidad, ya que el hombre por su propia naturaleza, busca la armonía en Sociedad, ni tampoco se niega a la regulación de un conflicto. Es por eso que, el acuerdo alcanzado entre los dirigentes María C. Machado, Manuel Rosales y la PU encarnaron, respeto a reglas y códigos propios de la política: el compromiso de la palabra y la acción política.
Los códigos políticos en este último sentido, hacen presumir que, a pesar de las naturales diferencias, entre los bandos opositores aliados en una plataforma electoral, éstos no pierden su discernimiento, así lo han dicho sus más destacados voceros; pero en las actuales circunstancias, el reconocimiento a un liderazgo nacional, no debe ser obstáculo para que, se maneje con tacto e inteligencia, la diferencia entre esas distintas oposiciones, dado la trascendencia de lograr un verdadero bloque contra el ímprobo gobierno. Para finalizar y tratar de deducir la utilidad de la palabra en materia política, se afirma que, la actual dirigencia política nacional, tiene el deber práctico de interconectarla, con la actual realidad, porque según encuestas y sondeos de opinión, la misma es favorable a la alternancia gubernativa, lo que debe ser asumido con responsabilidad y sentido de amplitud, a tal fin, la palabra a emplearse debe ser esperanzadora, para ganar confianza entre el electorado, es por eso que, "se debe construir un nuevo proceso histórico", que ojalá sea de mayor calidad en estabilidad, eficacia y eficiencia gubernativa que el 23 de enero de 1958 y para ello, toda la dirigencia en el país, debe demostrar su verdadera capacidad de cohesión, para alcanzar bienestar y prosperidad, ¿podrán?
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR