La mayoría de estos trabajadores aseguran tener desde 20 hasta 40 años comercializando la fruta, incluso algunos se mantiene en el mismo sitio desde hace varios años, por lo que tienen clientes que les compran con regularidad.
Manuel Gutiérrez, quien era pintor de muebles pero esto no le generaba los ingresos necesarios para mantener a su familia, por ello, decidió dedicarse a la venta de frutas desde hace 22 años, es diabético, afirma que debido a su condición trabaja solo cuatro días a la semana. Comenta que la situación cambió para él durante los años que no había efectivo por lo que se vio obligado a reinventarse. "Fueron alrededor de 2 o 3 años que no volví por aquí a vender fruta, cuando hubo crisis de efectivo, no tenía punto de venta para resolver, ese tiempo fue duro y difícil, hice algo increíble que nunca me imaginé, ni yo lo creo, me fui a Queniquea y Cordero, pagué un curso y aprendí a destilar miche claro, con eso pude mantener a mi familia en ese tiempo, porque mi trabajo de siempre había desaparecido". Afirma que cuando regresó a vender frutas muchos clientes se alegraron de que volviera, al punto que se bajaban de los carros a darle un abrazo porque tenían mucho tiempo sin verlo.
La compra de mercancía la realizan en el mercado mayorista de Táriba, ya que allí suelen conseguir buen precio, logrando así ofrecerle al comprador el mejor precio y a la vez ellos obtener la ganancia.
Para escoger la fruta que van a vender, se basan en el precio, lo que esté más económico o en cosecha es lo que compran, explican que lo hacen así para mantener los precios de manera que la venta no se dificulte.
Con respecto a la ganancia comentan que así como las ventas varían, la ganancia también, por lo que afirman que en promedio un buen día de venta pueden ganar desde 30 mil hasta 80 mil pesos, y otras veces no logran vender ni lo de la inversión.
Unos trabajan en familia otros buscan ayudantes para vender, pagándoles el día o por comisión de venta. "Muchas veces la ganancia queda fiada, trato de ir haciendo la plata para pagarle a mi ayudante, también le traigo el desayuno y le doy almuerzo cuando llegamos a la casa, para que a ella le pueda alcanzar lo que gana, vamos guerreando, porque no es como antes que a las once de la mañana ya todo se había vendido; hasta con los precios hay que jugar, darle una buena oferta al cliente, por ejemplo, este paquete de mangos con esta bolsa de lechosa en 10 mil pesos" indica Gutiérrez.
Algunos de los vendedores de frutas que se ven a diario en los semáforos de la ciudad viven en otros municipios y viajan hasta San Cristóbal para poder trabajar.
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR