Arribamos al año, en donde nuevamente y con base al valor democrático de la alternabilidad, se debe producir la elección del Presidente de la República, cargo más poderoso del país, gracias al fuerte autocratismo instaurado en el país, desde hace más de 20 años, que hizo que las restantes Instituciones Públicas, se sometieran a las decisiones de aquel y peor aún, muchos estados y municipios sacrificaran la autonomía de que gozan constitucionalmente, con el agravante, que los representantes de esas entidades, electos con el voto soberano, permitieran y aun lo hacen, que sus ingresos, sean manejados al libre albedrío del poder central y no reclamen los faltantes financieros de sus presupuestos, a pesar de ser múltiples las necesidades sociales que los aquejan; es por eso que este año, debe ser entendido por la ciudadanía, como la oportunidad de relevar electoralmente este odioso autocratismo, que solo ha servido para neutralizar valores y principios democráticos.
El deseado relevo presidencial, en el cargo más poderoso del país, debe plantear la reaparición efectiva de la Democracia, no solo como un sólido sistema político, que buena falta hace, sobre todo en los partidos políticos, sino también, bajo una concepción que tienda a ser más humana y proactiva en la solución de los problemas sociales y económicos, comprometiéndose en tal sentido, los principales actores políticos y sobre todo la candidata presidencial que se percibe con mayor respaldo popular, a abrir espacios de participación de manera mixta o individual con el sector privado, en la solución de las dificultades que se confrontan en la prestación de determinados servicios públicos, originadas por la demagogia y el populismo imperante, que únicamente ha servido para fomentar alcabalas administrativas y por ende corrupción, pretextadas con el prosaico argumento de que quieren "privatizar" a los servicios, cuando en realidad son años de fracasos, en ese sentido.
La Democracia a ofrecer, sobre todo en lo económico, pasa también por acabar con el dogma de extrema izquierda de que somos una "economía centralista y planificada", que no es otra cosa en la práctica que el ejercicio de control e intervencionismo estatal, sobre la libertad económica, fijación de precios o supervisión en las estructuras de costos de las empresas, lo cual no ha servido para nada, pues en los últimos años, somos el país, con la más alta inflación del mundo, a pesar de la circulación fáctica en el mercado financiero de divisas extranjeras, las cuales muchas veces resultan insuficientes, para la adquisición de bienes y servicios. Y que más se puede decir, sobre la ausencia de salarios suficientes para la clase trabajadora venezolana, la cual, en sus reclamos reivindicativos, resulta humillada y presa, sin mayores garantías procesales. La democracia a ofrecer entonces, pasa además porque se concreten los principios de justa distribución de los ingresos, libre competencia y alianzas públicas y privadas.
Frente a las agresiones de que ha sido objeto la Democracia, se hace necesario replantearla, para que no vuelva a ser pisoteada por autoritarismos o militarismos, en cuanto a sus aspectos formales, verbigracia, apego al Estado Democrático y de Derecho, separación de poderes, elecciones libres y competitivas, respeto a las autonomías de los estados y municipios, pero también que esa Democracia le ofrezca un futuro a las viejas y nuevas generaciones, que se diga como bien señala el politólogo español Daniel Innerarity, "cuál es la relación que la democracia tiene con el futuro, en que medida lo configura anticipa, proyecta o teme que, promesas, visiones e imágenes del futuro nos proporciona". Los verdaderamente demócratas de este país, deben por elemental conveniencia decir desde ahora, que nos espera a los venezolanos, una vez quede restablecida una repensada democracia, optimizar el futuro de la misma, ayudaría mucho en su reposicionamiento.
En este último sentido, resulta prudente dadas las actuales condiciones socio-políticas del país, que los dirigentes democráticos elaboren no sólo un plan de campaña electoral, sino también uno relativo a la participación post electoral de los ciudadanos, pues una de las principales debilidades de la democracia no renovada, es que solo se conforma con convocar el voto ciudadano, sin considerar después, los aportes que estos pueden brindar en la implementación de sus proyectos o programas de acción, además de que se concretaría aquel viejo axioma republicano de que la Democracia, es el "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", como así la calificó Abraham Lincoln, y se contribuiría enormemente a reducir, la seria crisis de "representatividad" que existe con la ciudadanía, que al no conocer el trabajo de sus representantes o no tener contacto personal y directo con ellos, entienden que no se interesan por sus asuntos.
La Democracia a ofrecer electoralmente en este 2024, debe llevar al convencimiento de los potenciales votantes o votantes, de que la misma podrá esta vez, conquistar un mejor futuro, con buen trabajo, educación de calidad, bienestar y prosperidad, y para ello la gente estará pendiente de las distintas gestiones, pues las mismas sin dudas, afectarán de alguna manera la calidad de nuestras vidas, determinada en buena medida por la satisfacción que podamos mostrar, con los servicios públicos recibidos, y por la deferencia o no, con que podamos ser tratados. Es hora entonces, de revivir la Democracia, de sacarla de los oscuros laberintos en que se encuentra, de acercarla a los ciudadanos, de permitir que éstos tomen ciertas decisiones, con apego a la ley y al derecho, sobre todo en urbanismo, ordenación territorial, espacios públicos, ornato entre otras materias; es hora de un sacudón a esta falsa democracia que enajena la iniciativa colectiva e individual.
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