Ariana Moreno | La Prensa del Táchira.- La noche del 3 de agosto de 1985, un aura de victoria llenaba el Pasaje Cumaná de San Cristóbal. Varios jóvenes futbolistas, guiados por la euforia de su triunfo en un torneo local, celebraban enérgicamente. Gritos de alegría y saltos de júbilo resonaban en el aire. Sin embargo, repentinamente todo se vio ensombrecido por una tragedia.
Al llegar la medianoche, un hombre completamente ebrio salió del bar El Caney, ubicado a escasos metros de donde celebraban los jóvenes y se abalanzó sobre ellos. Poseído por una ira incomprensible, el sujeto sacó un arma y comenzó a perseguirlos incansablemente, como una bestia acechando a su presa.
Iván Adolfo Guerrero Ramírez, un joven de apenas 20 años, se quedó rezagado mientras corría, ajeno al destino despiadado que le aguardaba. Una bala le atravesó su espalda de forma certera, perforando su corazón y muriendo instantáneamente frente a una lavandería de esa zona llamada "Lara". Los testigos quedaron completamente impactados y los demás jóvenes siguieron corriendo en un intento por salvar su vida.
Iván, quien vivía en una querida comunidad del Pasaje Cumaná, era admirado por todos debido a su dedicación al deporte y su carácter honesto. Los vecinos quedaron indignados al ver al joven tendido en la esquina de la calle 14 de esta localidad, y no tardaron llamar a las autoridades policiales. En el sitio, se hizo presente una comisión de la Brigada Contra Homicidios de la antigua Policía Técnica Judicial (PTJ) y agentes de la Dirección de Seguridad y Orden Público (DIRSOP), quienes fueron recibidos por un grupo de vecinos impactados.
Confusión
Durante el incidente, hubo confusión acerca de cómo se desarrollaron los hechos debido a que dos vehículos con varios hombres pasaban por el lugar al momento de escucharse los disparos. Los vecinos creyeron que ellos eran los responsables. Los agentes de la Policía Técnica Judicial llevaron rápidamente el cuerpo de la víctima a la morgue del Hospital Central de San Cristóbal y detuvieron provisionalmente a los ocupantes de un vehículo con características similares a las denunciadas.
En ese momento, uno de los jóvenes presentes señaló: "¡Esos son los asesinos!", lo cual desató la ira de los vecinos, quienes exigieron que los sujetos fueran detenidos y entregados a la población para que hicieran justicia por sus propias manos. La situación se volvió peligrosa y fue necesario evacuar rápidamente el lugar para evitar una golpiza a los presuntos homicidas.
Un grupo irritado de vecinos comenzaron a gritar "¡asesinos !" a los detenidos, quienes estaban al borde de ser linchados. Sin embargo, resultó que estas personas no tenían relación alguna con el crimen. Los funcionarios de la PTJ, encabezados por los inspectores Iván Cristancho y Aner Meléndez, actuaron rápidamente para esclarecer el hecho y arrestar al presunto responsable.
En declaraciones con otros testigos, se pudo determinar lo que realmente sucedió esa noche. Indicaron que el hombre que había salido del bar El Caney, completamente ebrio a perseguir a los jóvenes era un guardia nacional llamado Miguel Ángel Maldonado, de 40 años de edad. Molesto por los gritos de alegría, Maldonado salió con la pistola en mano y los persiguió, disparando contra ellos. Iván recibió un disparo de una pistola Walter calibre 7.65, la bala le atravesó el corazón y salió por el lado izquierdo del pecho. El joven vestía su uniforme deportivo: una franela blanca y un pantalón corto con líneas verticales amarillas.
Del mismo modo, las investigaciones arrojaron que la confusión sobre los responsables se debió a que algunos vecinos, temerosos debido a los constantes disparos en la zona, alertaron a las autoridades policiales sobre los disparos que pensaban provenían dos vehículos en movimiento. Los inspectores Cristancho y Meléndez interrogaron a los compañeros de Guerrero y descartaron cualquier implicación de los detenidos en el crimen, quienes fueron puestos en libertad.
Posteriormente, los agentes se dirigieron al bar El Caney, y allí arrestaron al guardia nacional Miguel Ángel Maldonado. Él afirmó que disparó en defensa propia contra los jóvenes, alegando que estos lo habían atacado con botellas y que solo intentó asustarlos disparando al aire. Sin embargo, los testigos presentes brindaron otra versión de los hechos, y sus declaraciones fueron registradas por la Policía Judicial, quienes comenzaron una investigación para presentar el caso ante los tribunales de justicia. Aunque no se sabe con certeza cuál fue la sentencia para el acusado, los familiares esperaban que el asesino pagara por haberle quitado la vida a un joven muy querido por todos.
Iván Adolfo Guerrero Ramírez, era un estudiante que había confesado en varias oportunidades a sus amigos que el deporte, en especial el fútbol, era su verdadera pasión. Iván tenía grandes aspiraciones de destacar en el fútbol profesional y había demostrado tener el talento y la disciplina necesarios para lograrlo; sin embargo, una muerte violenta le arrebató todas sus aspiraciones. Su fallecimiento dejó un vacío en su comunidad y en los corazones de quienes lo conocieron.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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