LA POLÍTICA ES UNA FORMA DE CULTURA

¿Qué pasa cuando la política deja de ser una actividad permanente e influyente en una Sociedad como la venezolana, tan necesitada de ella entre sus ciudadanos, pero estos en buena medida, la ignoran? y peor aún, no se suceden las suficientes interacciones entre ellos, en especial la comunicación, para en colectivo consensuar en buscar estadios de mejor calidad de vida, de mejores procesos económicos o laborales y de derechos políticos entre otros. Puede pasar entonces, que la vida social deseada por la población, no sea el resultado de la mayor interacción ciudadana posible, en la construcción de aquella, sino la creación de pequeños grupos oligárquicos, de gobierno y partidistas, que se han dado a la tarea de hacer creer, con relativo éxito, pero con relevante eficacia, que el actual sistema político imperante es el que debe proseguir, por la falta de una visión cohesionada sobre el destino del país. 

No se puede aceptar que, en la época de la globalización o de las redes sociales, la comunicación sea de falacias o de descalificaciones, dejándose de lado una realidad política, social y económica que nos consume y desgasta nuestras vidas; todos sabemos y sentimos en el día a día, que el Gobierno hace lo que quiere en ese sentido, al punto que hace un par de días atrás, un connotado economista, hacía público que, en Venezuela de nuevo, se presentaba una contracción económica. Estamos en presencia entonces, de otro fenómeno político, que ha afectado masivamente, la cultura ciudadana en relación a procurar una mejor democracia. Y es el uso inadecuado o inapropiado del lenguaje que, aunque es característico de la especie humana, y fórmula de interacción por excelencia, no ha servido para enviar mensajes convincentes a los ciudadanos disgregados en distintas tendencias políticas, sobre la necesidad de construir vida democrática. 

Con la suigeneris cultura chavista-madurista el lenguaje de la cultura política se convirtió en un instrumento de violencia. Aún se recuerda en ese sentido, la triste frase, de "esta revolución es pacífica, pero armada", lo que dio pie a un resurgir de la violencia a causa de las ideas políticas o económicas de sectores opuestos a las pretensiones hegemónicas de este sistema político, ocupado siempre en oprimir las distintas manifestaciones ciudadanas por mejores estándares de vida. Esa pseudocultura, llevó a que masas sin voluntad, ni ideas claras, sobre el respeto a la propiedad privada, se apoderarán de bienes inmuebles o extensiones de tierras, movidos solamente por un mensaje primitivo y contrario al Estado de Derecho, y el respaldo de las armas o la desatención de las Instituciones Públicas, pues la expresión presidencialista "ven a mí que tengo, flor, exprópiese" tenía más valor que una sentencia judicial. 

En la construcción de esa mejor sociedad, resulta necesario incrementar el cuestionamiento al orden establecido, pero con fundamento en los hechos o documentales serios y creíbles, ya basta también de que la gente se niegue su propio derecho a adquirir e internalizar los valores que les hacen posible una vida social, económica y política armónica entre sus distintos sectores, cohesionada en cuanto a las metas a alcanzar y con paz social, no sometida a sobresaltos. Los sectores interesados de la Sociedad, verdaderamente democrática, deben apurarse en la realización de esas articulaciones, porque a medida que pase el tiempo, el actual régimen dominante, irá desarrollando sus distintos métodos Gebbelianos, tendentes a dominar la mente y las creencias de la gente en cuanto a que es inderrotable o invencible; entonces hay que dar a conocer a la gente joven, que hay un mejor porvenir, más allá del Socialismo del siglo XXI. 

Practicar la política como una forma de cultura que respeta al ciudadano es una de tantas líneas de acción a seguir, esa cultura debe suprimir aquella frase que, "quién no está conmigo, está contra mí o son unos escuálidos", con lo cual se trajo la noción de enemigo-amigo a la política nacional, lo que resulta inaceptable en términos de civilidad, que es lo que debe prevalecer en el ejercicio de la actividad política, habida cuenta que la misma implica gestión y solución de conflictos. Necesitamos que los ciudadanos, poco a poco vuelvan a creer en la Democracia y, aumente cada vez más, la participación en ese sentido; para eso también se necesita que los medios de comunicación que se atrevan, los partidos políticos y las mismas familias, insistan en la necesidad de cambiar el actual sistema político, mediante la difusión de actitudes, valores y modos de comportamiento que puedan hacer permanecer por el mayor tiempo posible a la democracia.

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