En la mañana del 25 de febrero de 1979, Isabel Teresa Esperandio Marciales, de 21 años, llamó por teléfono al ganadero Santiago Coirán Colina, de 26 años, con quien había estado en una relación sentimental por algún tiempo. Durante la llamada, le informó que había sido aceptada en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de Los Andes, núcleo Mérida, y que ya tenía un cupo asignado para cursar estudios universitarios.
Dado que vivían en Santa Ana del Táchira, ubicada en municipio Córdoba, esto implicaba que la joven tendría que viajar al estado andino y quedarse allí durante aproximadamente cinco años para completar su carrera universitaria. Además, si se iba, su relación con el joven ganadero quedaba en juego. Esto, al parecer, encendió la furia de Santiago Coirán Colina, quien le notificó a otras personas que se encontraban con él, que estaba furioso por problemas con su novia y la iba a buscar para arreglar de una vez por todas la situación.
Santiago se fue de la finca de donde trabajaba y se dirigió a su vivienda. Según los padres, el joven llegó a buscar algo con mucha urgencia y apenas los saludó. Posteriormente caminó hasta a la casa marcada con el número 119 de la carrera 5 de Santa Ana del Táchira (vivienda de Isabel Teresa) y lo primero que hizo fue preguntar por el padre de su novia, pero como éste no se encontraba, pidió hablar con la muchacha. Ella, inocente, salió a ver qué necesitaba el joven sin imaginarse lo que le esperaba. Según versiones, la joven ya no lo quería debido a su actitud despótica y agresiva hacia ella. Había planeado dejarlo varias veces, pero no sabía cómo. Al parecer, irse a estudiar en Mérida era su única salida para librarse de ese hombre. Sin embargo, lo que estaba a punto de suceder cambiaría todo drásticamente.
El crimen
Isabel le pidió a su novio que entrara a la vivienda para conversar, pero una vez que él cruzó el umbral, sacó un revólver calibre 38 de entre sus ropas y abrió fuego contra la muchacha. En total fueron tres proyectiles: una de las balas atravesó la mano izquierda de Isabel, la cual estaba posada sobre su pecho, y se alojó en el hemitórax. La segunda, propinada a la misma altura, se introdujo directamente en el pulmón, y la última penetró en la región axilar izquierda. El impacto de los proyectiles dejó a Isabel en un estado crítico, luchando por su vida mientras el drama y la angustia inundaban la escena.
Al presenciar el horror de sus acciones, el ganadero Santiago Coirán Colina, desesperado, llevó el arma a su cabeza y se disparó en la región parietal derecha, causándose una muerte instantánea. Su cuerpo quedó tendido en la sala, donde se produjo el trágico suceso.
Los familiares de la muchacha, al darse cuenta de que aún estaba con vida, la llevaron rápidamente a la Medicatura de Santa Ana del Táchira, pero pese a los esfuerzos por parte del personal de salud, falleció poco después de su ingreso.
Por su parte, los agentes de la Brigada contra Homicidios del Cuerpo Técnico de la Policía Judicial trasladaron el cadáver del asesino a la morgue del Hospital Central de San Cristóbal. Ellos se dirigieron al lugar del trágico suceso y realizaron el levantamiento del cuerpo. En la morgue del Hospital Central, se llevó a cabo la necropsia de ley, cuyos resultados indicaron que el ganadero presentaba una herida de bala en la región parietal derecha, con un orificio de salida en el parietal izquierdo.
Este crimen causó una profunda conmoción en la localidad de Santa Ana. La joven asesinada era ampliamente apreciada y conocida como una muchacha tranquila y estudiosa. A pesar de haber expresado a sus amigas su deseo de terminar la relación, nunca pudo dejar a su novio en malas circunstancias. Además, se rumorea que el joven, a pesar de su carácter, era ampliamente conocido en el sector como ganadero y por ser una persona trabajadora y amable con los demás. Los padres del homicida llegaron a declarar a los medios de comunicación de la época que su hijo solo temía perder "el amor de su vida" y que, lamentablemente, reaccionó de manera brutal.
Los datos y fotos de esta historia criminal se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal Pedro Pablo Paredes, ubicada en la sede del antiguo Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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