Ariana Moreno | La Prensa del Táchira.- Lo que comenzó como una inocente tarde de juegos para cuatro estudiantes, se convirtió en una pesadilla que marcaría a sus familiares y allegados para siempre. El fatídico 23 de enero de 1963, Rafael Pacheco, Guido Maggi Santander, Luis Toro y César Darío González emprendieron un viaje en una camioneta, conducida por uno de ellos, desde Táriba hacia la aldea Capachito en esa jurisdicción, con la intención de disfrutar de un día de campo. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
Luis Toro estacionó el vehículo en las cercanías de una imponente hacienda, ajeno a lo que les aguardaba. Por su propia cuenta, como meros jóvenes aventureros, los cuatro muchachos se adentraron sin autorización en la hacienda que en ese momento pertenecía al campesino llamado Julián Camargo. En uno de los amplios potreros, se encontraba un numeroso grupo de reses que capturó la atención de los estudiantes. Movidos por la emoción del juego, decidieron tomar un lazo y atarlo al cuello de un novillo que formaba parte de la manada, sin ser conscientes de las consecuencias que ello desencadenaría. Comenzaron a realizar una improvisada corrida, intentando obtener lances dignos de un matador.
Varios campesinos, incluyendo algunos parientes del dueño de la hacienda, observaban desde la distancia lo que estaba ocurriendo y, convencidos erróneamente de que se trataba de ladrones de ganado, tomaron cuchillas y escopetas improvisadas para enfrentar lo que creían una amenaza. Sin mediar palabra, tres de los jóvenes fueron atacados a balazos, mientras que Luis Toro logró escapar. En un acto desesperado por salvarse, trepó a un árbol cercano y desde allí se lanzó hacia la carretera hasta tomar el vehículo que los había llevado a ese lugar y emprendió huida.
Los tres estudiantes, heridos y aturdidos por el impacto de las balas, intentaron huir, pero se vieron rodeados por una horda enfurecida. Los campesinos, cegados por la ira, se abalanzaron sobre los jóvenes indefensos con cuchillos afilados en sus manos. Rafael y Guido, fueron cosidos a puñaladas por los labriegos, muriendo en cuestión de pocos momentos. González por su parte, milagrosamente logró sobrevivir sufriendo heridas de considerable gravedad.
Rafael tenía 15 años de edad y cursaba cuarto año de bachillerato. Su muerte fue ocasionada por numerosas cuchilladas recibidas en el tórax y el abdomen. Por su parte, Guido contaba con 20 años y también cursaba cuarto año de bachillerato, murió al recibir un disparo de escopeta en el abdomen y varias cuchilladas en el cuerpo.
La noticia sobre el caso fue conocida alrededor del mediodía, y poco después, llegaron al sitio comisiones del Cuerpo Técnico de la Policía Judicial, la Policía del Táchira y otras autoridades para llevar a cabo el levantamiento de los cadáveres.
Investigaciones
Inmediatamente después del horrendo crimen, las autoridades iniciaron las investigaciones correspondientes. Según las primeras pesquisas, los presuntos responsables de este acto brutal fueron Julián Camargo y los hermanos Carlos Julio y Marco Antonio Campos, quienes huyeron al ver las consecuencias de su violenta acción contra los jóvenes.
La policía envió múltiples comisiones a diversas ubicaciones con el objetivo de capturar a los homicidas, lo que llevó a la identificación de una casa donde se sospechaba que algunos de los implicados se encontraban escondidos. Efectivamente, los hermanos Marco Aurelio y Carlos Julio Campo fueron descubiertos en la propiedad y, al verse acorralados, no tuvieron más opción que entregarse a las autoridades. En prisión, uno de los hermanos Campos afirmó: "Nosotros no los matamos, fue Camargo", mientras comenzaba a ser interrogado en la sede del Cuerpo Técnico de la Policía Judicial.
De inmediato, las autoridades comenzaron a buscar a Camargo; sin embargo, él decidió presentarse por su cuenta en las oficinas de la Policía Judicial. Se trataba de un sujeto de aproximadamente 25 años de edad, vestido con ropa que evidenciaba su trabajo en el campo. El hombre admitió frente a los agentes toda la responsabilidad de la terrible tragedia y, como forma de justificarse, afirmaba que padecía de un trastorno nervioso. Pese a esto, no se descartaba posibilidad de que Camargo trataba de proteger a los hermanos Campos, sus cuñados.
La versión de Camargo hiela la sangre, dice que fue él quien disparó contra Maggi Santander e hirió con su cuadrilla a Rafael Pacheco y César Dario González. Una vez heridos, Camargo dice que volvió sobre sus pasos y remató a los muchachos. Así mismo, asegura que luego del hecho perdió el conocimiento y cuando volvió en sí, se hallaba en la montaña. Para los investigadores, el relato de Julián Camargo ofrecía muchas contradicciones: él dice que huyó a la montaña, pero que huyó solo. Sin embargo, su suegro le envió un recado a su escondite, pero no relata cómo pudo localizarlo. Además, insiste en que él era él el único que portaba armas pero se duda de que sus cuñados campesinos abandonaran el machete de trabajo. Hasta el momento se desconoce la sentencia del homicida y de los involucrados.
Los datos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal Pedro Pablo Paredes, ubicada en San Cristóbal
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