En cuanto a su origen, el centrismo político, se sitúa a mediados del Siglo XIX, durante la celebración del Congreso del partido social-demócrata alemán, en el año 1861, en donde se enfrentaron dos (2) posiciones partidistas, la primera, imponer un régimen socialista, la segunda, llevar adelante un programa de reformas legislativas, tales como, una economía social de mercado, una democracia representativa y el Estado de Bienestar. Característica de esas extremas hemiplejias políticas, como las denominó Ortega y Gasset es la de usar, sin ningún rubor ético, tácticas del fascismo o del autocratismo, entre ellas la de camuflarse astutamente entre las filas de quienes practican la política del centrismo, para parecer uno de ellos, y luego, cual caballo de troya, convertirse en el centro de las decisiones, para intentar bloquear los caminos que llevan a acuerdos o consensos, como los que reclama con imperiosidad la mayoría democrática nacional.
Ambos extremos, presumen de sus contactos internacionales, para influir en el ánimo de los ciudadanos, sobre todo en tiempos electorales, generando expectativas de que cada una de esas posiciones, va a ganar la elección de que se trate, sin importar que, en años anteriores, no ha ocurrido absolutamente nada en el balance político nacional con esos contactos, no así en el campo económico, en donde muchos países se han beneficiado de nuestras riquezas. Desafortunado ha sido para los venezolanos que, en todos estos años de oposición, no se hayan consolidado, fuerzas políticas verdaderamente democráticas, para enfrentar a este régimen, con la aplicación de un conjunto de estrategias y acciones acordadas en un gran bloque político; sino que ha ocurrido todo lo contrario, producto de un afán de protagonismo o de superioridad moral, se han desarrollado o desarrollan acciones de distinto calibre poco efectivas, que han traído el disgusto de la gente.
Por supuesto que, en ambos casos, la causa de esta radicalización emocional de la política, obedece a los errores u omisiones de los partidos políticos, con la complacencia de muchos movimientos o ciudadanos, que hoy en día se hacen los desentendidos de aquellos fracasos, y se suman nuevamente a unas propuestas que ayer como hoy, lucen nada favorables a la causa y realidad democrática y si muy convenientes al actual régimen autoritario. Frente a riesgosos escenarios de enfrentamiento, resulta oportuno destacar el compromiso cívico y electoral, de la mayoría de precandidatos a la elección primaria, así como de todos los partidos políticos, indistintamente de la plataforma o alianza en la que se encuentran, pues en este velado asomo de recurrir a las vías de hecho nuevamente, sino se levantan las viejas inhabilitaciones, no se toma en cuenta el alto rechazo popular que tiene Maduro, sino prevalece el personalismo.
Por las anteriores razones fácticas, se hace conveniente dar a conocer las características básicas de los extremos, juntos y revueltos, para antagonizar frente a ellos, y tratar de advertir sobre esos fanatismos emocionales, que no consideran el entorno al cual pretenden enfrentarse, animados sólo de voluntarismo, arrogancia y la creencia de que la cacareada intervención de EEUU, en nuestra realidad ahora sí, cambiará las cosas. Otra vez, se hace necesario señalar, que resulta impostergable para toda la oposición política venezolana, "construir" con seriedad y permanencia un canal de comunicación política, para que las diferencias políticas, sean confrontadas y resueltas, pues hasta ahora ha sido bastante anti político, que ciertos políticos de profesión u oficio, no dialoguen entre sí, para acercar sus posiciones, lo cual hace dudar bastante de sus calidades.
Ubicarse en una posición de centralidad política, resulta bastante incomodo, escribe el profesor Fernando Mires, a la que considera la única opción política y recalca que, "sin centralidad no hay política, porque ella es la política misma". Ubicarse en la centralidad, representa mantener el sentido deliberativo y dialogante, frente a problemas comunes, lo cual no pueden hacer ninguno de los extremos, los que más bien, se verán obligados a deponer las posturas contrarias. En cuanto a los beneficios del centrismo político, Platón y Aristóteles, pregonaban que, sin ese espacio, no habría reflexión ni debate político, por lo tanto, seriamos unos barbaros, y rematan advirtiendo que si se abandonaba al centro político, se abandonaba la política, que practicada con seriedad y constancia, evitan o disminuyen la polarización política, y por ende a desbloquear el antagonismo y a alejar la antipolitica, que tanto daño nos ha hecho, en los últimos años, pues estas anomalías han represado la circulación de ideas y el dialogo.
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