Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- La muerte de una secretaria sacudió a la ciudad de San Cristóbal hace más de 35 años, revelando una siniestra red de actividades ilegales presididas nada más y nada menos que por un reconocido médico de la época.
El viernes 5 de febrero de 1988, Netty Egglé Márquez se dirigió con el corazón lleno de miedo y angustia al complejo habitacional Residencias El Parque, ubicado en la avenida 19 de Abril de San Cristóbal. Había oído que en ese lugar se ofrecían servicios clandestinos para el tipo de procedimiento que ella andaba buscando.
Netty era una joven que al parecer se encontraba en una situación difícil y había tomado una decisión personal delicada: practicarse un aborto. En el sótano de la torre 4 fue recibida por el médico, Adolfo Monge Pérez, quien la acompañó hasta el apartamento 103 cuando se hicieron alrededor de las 11:00 a.m.
El médico le dijo que se acostara sobre un pequeño box spring que había sido colocado sobre unas sillas y cubierto con una sábana blanca. Aunque era consciente de los riesgos que traía consigo la práctica de estos métodos, Netty hizo todo lo que el médico le pidió.
Sin embargo, las cosas salieron terriblemente mal durante el proceso y la joven murió en cuestión de minutos por causas que el doctor no pudo controlar al momento, debido a lo rudimentario de sus métodos y la falta de equipos para tratar este tipo de emergencias.
Al notar que su paciente había muerto, optó por huir del lugar sacando del apartamento todos los objetos de valor, entre ellos unos costosos equipos de filmación y cámaras fotográficas de las cuales tan sólo dejó los trípodes y estuches. De manera apresurada sacó también varios televisores y equipos de betamax.
En el pasillo se encontró con una de las vecinas que había visto sólo un par de veces y le entregó un televisor para que avisara lo ocurrido a la Policía, mientras tenía lugar de escapar.
Una llamada
En horas de la tarde de ese viernes, las actividades en la Comandancia de la Policía eran normales. Unas cuantas patrullas hacían el recorrido por las calles de San Cristóbal y algunos agentes esperaban en la sede policial por si ocurría cualquier eventualidad. Hasta entonces, nada era distinto a los otros días.
De pronto sonó el teléfono y uno de los funcionarios de guardia levantó el auricular. Al otro lado de la línea apareció una voz femenina que informaba sobre una persona muerta en Residencias El Parque, frente a la Policlínica Táchira. La mujer dijo que una persona se hallaba sin signos vitales en uno de los apartamentos del complejo y colgó el auricular. Los agentes se movilizaron rápidamente y comenzaron a buscar lo que parecía ser un caso de homicidio más, con sólo dos datos a la mano, pero después fueron construyendo uno de los expedientes policiales más sorprendentes y complejos que se hayan presentado en la historia criminal de la capital tachirense.
Estando en el lugar de los hechos, los funcionarios no sabían por dónde empezar, puesto que la persona que llamó no habló del apartamento en el que se encontraba la víctima, y la urbanización constaba de cinco torres. Como había que empezar por cualquier parte, los policías se dieron a la tarea de preguntar, observar y tocar la puerta de varios apartamentos hasta que se toparon con el C103, uno de los tantos que forman parte del piso 10 en la torre.
El teniente Ángel Edecio Cárdenas Ramírez y el inspector Sandy Laguado, quienes encabezaban la búsqueda tocaron durante varios segundos la puerta del apartamento, pero como nadie respondió al llamado abrieron la puerta con una llave maestra que les facilitó el conserje del complejo habitacional. Ya en el interior observaron varios objetos quirúrgicos, medicinas, cajas con ropa y zapatos tirados en el piso como si alguien hubiese registrado el lugar en busca de algo importante.
El cadáver de la infortunada mujer fue encontrado una hora después de la llamada en una de las habitaciones, tendido sobre el box spring y completamente desnudo. Aparentemente no presentaba lesiones, pero en el piso se pudo observar un hilo de sangre, de la cual los funcionarios recabaron muestras para someterla a análisis de laboratorio.
Para el traslado del cadáver a la morgue del Hospital Central de San Cristóbal, se hizo presente una comisión del Cuerpo de Bomberos, comandada por Afranio Rubio. Los efectivos debieron utilizar una camilla médica para llevarlo hasta la planta baja a través de un angosto pasadizo. Unos cuantos minutos transcurrieron hasta el momento en que se hicieron presentes varios funcionarios de la antigua Policía Técnica Judicial, quienes se quedaron en el apartamento en busca de algún dato que les permitiera ir hilvanando la historia.
Identificaron a la víctima como Netty Egglé Márquez, una secretaria que prestaba sus servicios en una oficina de ingenieros localizada en el edificio Atenas, en la carrera 6 entre calle 5 y 6 de San Cristóbal y también lograron determinar que el apartamento había sido alquilado tres años atrás por Adolfo Pérez Monge, un médico que tenía un consultorio muy visitado en el edificio "Los Méndez", en la octava avenida de La Concordia.
Al investigarlo más a fondo, descubrieron que el doctor registraba además antecedentes por alteración del orden público, debido a una pelea que tuvo con un hombre en un establecimiento nocturno de la ciudad. Además, en el apartamento fueron hallados más instrumentos quirúrgicos como pinzas, sondas y medicinas como sinogal, fenobarbital y novalcina, cerca del cadáver, así como objetos personales de la víctima.
Cuando los funcionarios pensaron ya tener armado el caso con una secretaria que se sometió a un aborto y un médico inescrupuloso que había huido luego de causarle la muerte, hallaron evidencias que indicaban que lo peor estaba por descubrirse.
Hallazgo
Dentro de archivadores y gavetas encontraron álbumes con miles de fotos de mujeres desnudas en poses sexuales y grotescas, que de una u otra manera estaban involucradas con el médico que rentaba dicho lugar, debido a que cada fotografía estaba marcada con el nombre y dirección de la modelo. Algunas fueron plenamente identificadas por los funcionarios policiales, entre las cuales se encuentran amas de casa, profesionales, estudiantes, candidatas y reinas de concursos de belleza.
También formaba parte del "arsenal" numerosos negativos, cintas grabadas de betamax y películas con contenido pornográfico, donde se permitían identificar que fueron tomadas en varias partes del apartamento. En los clósets también fue localizada ropa íntima femenina, así como pinzas y otros instrumentos de uso médico utilizados para la práctica de los abortos.
Los funcionarios permanecieron por espacio de más de tres horas recabando el material, ya que había álbumes completos dedicados a una o más personas. Era tanta la cantidad de fotografías y cintas de video que los investigadores no pudieron cargar con todo, por lo que se hizo necesario dejar una gran cantidad del mismo en el apartamento bajo la respectiva custodia, pues las patrullas estaban prácticamente abarrotadas hasta no dejar lugar para más.
Días después comenzaron los interrogatorios, donde más de mil mujeres iniciaron su paso obligado por la sede de la Policía Técnica Judicial, mientras que se llevaba otro proceso de identificación de las fotos que carecían de nombre y dirección adjunta. El comisario a cargo creía que sería una tarea muy compleja el citar a todas las personas fotografiadas, pero insistía en que por lo menos un 90 por ciento de las fotos debían ser procesadas en busca de cualquier tipo de información, pensaba que sólo así se podría saber qué actividad o actividades se desarrollaban en el apartamento 103 de la Torre 4 de Residencias El Parque.
Cada una de las mujeres que fueron a declarar aseguraron que el doctor les pagaba entre 12 mil y 20 mil bolívares de comisión por la venta de sus fotos y videos que eran distribuidos en el exterior a través de una red de pornografía. Los precios eran establecidos, según su edad, belleza y carisma. Pese a esto, los detectives no descartaron la hipótesis de que algunas personas fueron grabadas sin su consentimiento debido a que en algunas fotografías aparecen hombres y niños en aparente estado de inconsciencia.
Muerte de Netty
Mientras la Policía armaba uno de los casos delictivos más importantes y con mayor número de folios, había quienes intentaban descubrir qué produjo la muerte de la secretaria Netty Eggleé Márquez. Según medios de comunicación de la época, el patólogo que realizó la necropsia dijo que la mujer murió de un paro cardíaco producto del aborto, determinando que no mostró síntomas de hemorragia y que el útero estaba en perfectas condiciones. De ese informe, se dedujo que el médico cuidó muy bien a su paciente en lo que al aborto se refiere, pero descuidó los órganos vitales como el corazón.
Un especialista en medicina afirmó que la muerte de las personas por abortos tiene una explicación, quienes van a abortar no piensan sino en eso, en el aborto. Ignoran que debe estar en perfectas condiciones para someterse a cualquier tipo de intervención, de ahí los resultados funestos. Según lograron determinar los investigadores, el doctor Adolfo Monge Pérez cobraba entre ocho y nueve mil bolívares por practicar un aborto. "Era un centro para producir millones de bolívares que consistía en los abortos, las prácticas nudistas y la venta de cassettes y películas con filmaciones porno. Netty Márquez es sólo un eslabón de una larga cinta que es necesario atar aún", reseñó uno de los medios.
Asimismo, los encargados de las pesquisas no descartan la posibilidad de que Netty haya aparecido en las fotos o en las cintas, pues intuyen que ninguna mujer que ingresó al apartamento de Monge saliera sin ser grabada.
Pese a los esfuerzos, los días posteriores al crimen no se logró establecer el paradero del médico y hasta la fecha no se tiene conocimiento si fue capturado o no. Lo único que se sabe es que el fugitivo, de 54 años, huyó en un automóvil Renault 5, color blanco propiedad de la secretaria, posiblemente con destino a territorio colombiano, de donde era oriundo.
La Brigada contra Homicidios trasladaron un automóvil Renault 18 GTX propiedad del hombre solicitado, el cual dejó al cuidado de su exesposa Gloria Ramírez, así como también varios objetos, entre ellos, cámaras fotográficas, filmadoras, televisores. La señora Ramírez declaró en la PTJ que su exesposo la visitó esa noche y le entregó un manojo de llaves, a la vez que le informó que en su apartamento estaba el cadáver de una mujer.
Para los habitantes de Residencias El Parque, el doctor era prácticamente un desconocido, ya que eran muy pocas las oportunidades en que se dejaba ver. Sin embargo, siempre iba acompañado de mujeres hermosas.
Los datos y las fotos de esta historia se encuentran resguardados en la Hemeroteca Estadal Pedro Pablo Paredes, ubicada en el municipio San Cristóbal.
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR