Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- Las personas que hacen vida entre los límites del estado Táchira y el Zulia, recuerdan el 12 de septiembre de 1970 como el día en el que se produjo una de las peores tragedias de la zona. La madrugada de ese lunes, los obreros de la hacienda Los Naranjos, se hallaban durmiendo, cuando de repente comenzaron a sentir un calor sofocante que parecía llegar del exterior. Una de las mujeres llamada Pastora Contreras se levantó al oír unos extraños y angustiantes lamentos que decían "ay Dios mío, ay Dios mío".
Cuando se dirigía por el pasillo para ver qué era lo que estaba sucediendo, escuchó fuertes detonaciones que inmediatamente la paralizaron. Miró a los lados y se dio cuenta que el calor se trataba de un incendio que poco a poco, comenzaba a ganar cuerpo. Su instinto de supervivencia la hizo regresar a la habitación para buscar a sus siete hijos y a otra mujer que trabajaba como servicio en la hacienda, llamada Beatriz Parra.
Despertó a la doméstica y a su hijo mayor, y les dijo que la ayudaran a sacar a los demás, mientras ella tomaba en brazos a los más pequeños. Los llantos de terror intentaban ser calmados por la madre, quien pese a que no sabía con exactitud lo que estaba pasando, tenía la certeza que si se dejaba ver o escuchar por quien sea que estuviera allí, acabaría con la vida de todos.
Salieron hacia la parte posterior para escapar del rancho y corrieron hacia los matorrales, mientras las llamas consumían todo a sus espaldas.
Rafael Contreras, esposo de Pastora, casualmente había salido a recorrer la hacienda luego de escuchar unos ruidos inusuales durante la madrugada.Cuando se dirigía a la vivienda en busca de su familia, afortunadamente los halló saliendo del infierno en el que se encontraban.
Dentro del rancho aún quedaban cuatro obreros más: Elio Contreras Vergara, José Luis Braque, Luis Gilberto Morales y Marcos Antonio Morales. Elio Contreras al sentir el
vapor de las llamas, salió de su habitación e inmediatamente fue acribillado a balazos por un grupo de criminales. El obrero reaccionó a pesar de los impactos de los proyectiles, logrando caminar varios metros bañado en sangre; sin embargo, no pudo continuar y luego de dar un saltó cayó sin vida en el corredor.
Al mismo tiempo, José Luis Braque fue dominado por los asesinos, quienes le propinaron un balazo en la sien y lo remataron disparando en otras partes del cuerpo. Minutos más tarde, parte de su cuerpo fue consumido por las llamas y su rostro quedó completamente desfigurado.
Al escuchar los disparos Luis Gilberto Morales salió despavorido de su lecho pero también fue alcanzado por las balas antes de llegar a un lugar seguro. Quién corrió con mejor suerte, fue el trabajador Marcos Antonio Morales, quien logró escapar ileso de las manos de los asesinos huyendo entre las llamas aterrorizado ante lo inesperado del brutal ataque.
Investigaciones
A horas de la masacre, en el sitio se hizo presente una comisión de la extinta Policía Técnica Judicial que hizo el respectivo levantamiento de los cadáveres y llevaron al hospital a los sobrevivientes.
Inmediatamente, interrogaron a los testigos sobre lo que había sucedido. Marcos Antonio Morales y Pastora Contreras fueron quienes narraron todos estos hechos a las autoridades policiales y a los medios de comunicación de la época. Marcos Antonio Morales dijo a los agentes que alrededor de las 3:30 de la madrugada escuchó unos ruidos inusuales e instantáneamente se levantó con el objetivo de ir a investigar. Sin embargo, saliendo se encontró a Rafael Contreras, quien ya se dirigía al exterior para verificar de dónde provenían los sonidos. Relató que Contreras le pidió que se quedara adentro y estuviera pendiente por si algo pasaba.
A los pocos minutos observó que la vivienda comenzaba a arder en llamas y un grupo de hombres armados intentaron entrar forzando una de las ventanas posteriores de la vivienda en la que dormían los obreros. Intentó dar aviso a los demás pero en ese momento los hombres ingresaron violentamente y no tuvo más opción que esconderse. Luego, sucedió la masacre que acabó con la vida de los tres obreros.
Durante el interrogatorio lo primero que preguntaron los detectives era que si alguno de los trabajadores asesinados tenía cuentas pendientes con alguna persona que los pudiera haber llevado a la muerte. Según los habitantes de la aldea Caño Hondo, los fallecidos eran personas de bien y muy trabajadoras, no se metían con nadie y tampoco se les veía fuera de la hacienda.
Elio Contreras Vergara tenía 39 años de edad y desde muy pequeño ingresó a trabajar en las labores de la finca. Provenía del municipio Panamericano del estado Táchira, donde dejó a su familia. José Luis Braque era oriundo de la localidad de El Chivo en el municipio Francisco Javier Pulgar del estado Zulia y tenía 33 años de edad.
Por su parte, Luis Gilberto Morales de 26 años, era de nacionalidad colombiana y había llegado a territorio venezolano en compañía de su hermano Marcos Antonio Morales en busca de trabajo, como lo hacían muchos colombianos en aquella época.
Pastora Contreras, la mujer que sobrevivió junto a su esposo y sus siete hijos, contó que días antes del suceso, los trabajadores ya venían siendo acechados por los presuntos asesinos. Aseguró que los obreros presentían que algo grave estaba por ocurrir debido a que las noches anteriores al crimen, habían escuchado pasos y ruidos extraños, así como el constante ladrar de los perros.
"Nosotros creemos no los habían asesinado antes porque durante un tiempo durmieron en una casa nueva de la hacienda, donde las puertas son de hierro y no había forma de que penetraran a su interior", dijo Pastora a los medios locales en aquel entonces. La declarante presumía que los homicidas prendieron fuego la habitación donde dormían los trabajadores con el propósito de obligarlos salir, y que fue así como lograron matar a los tres obreros.
Por su parte, la mujer de servicio que pudo sobrevivir junto a la familia Contreras, estaba segura que la masacre de aquella madrugada fue ejecutada por varias personas debido a que los tiros se escuchaban que venían de varias armas a la vez. "Yo lo único que pude ver cuando salí a la puerta, dijo Beatriz Parra fue que un objeto cruzaba el espacio, detrás de Luis Gilberto Morales, pero horas más tarde me cercioré que era un tiro que los asesinos le lanzaron para tumbarlo y después lo alcanzaron de un certero disparo, motivo por el cual cayó en el pasillo, donde murió".
Disputa por la finca
Después del hecho comenzó a sonar el tema de una disputa por la finca que según sobrevivientes y vecinos de la zona, pudo haber sido la razón de la masacre como un acto de venganza. Decían que desde hace algún tiempo los antiguos propietarios de la hacienda Los Naranjos y los nuevos compradores mantenían una controversia sobre quién era el verdadero dueño.
Se conoció que los hijos del antiguo dueño, llamado Eleazar Mendoza vendieron la propiedad sin su autorización a dos hermanos de apellido Semprún. Al darse cuenta, el hombre pidió a los supuestos nuevos dueños que le devolvieran los papeles de la hacienda que aún estaba habitada por sus obreros y personas de confianza.
La idea de tener que regresar la propiedad no les agradó a los hermanos Semprún, quienes iniciaron un trámite legal ante los tribunales de justicia.
El mayor de los hermanos de nombre Dimas Semprún, oriundo de Santa Bárbara del Zulia, amenazó con desalojar a la fuerza a los moradores de la hacienda, señalando que ellos sólo eran testaferros y que en realidad la hacienda había sido vendida a un coronel de mucho poder.
Según Carlos Enrique Barrios, encargado de la hacienda Los Naranjos, pocos días antes del lamentable hecho los hermanos Semprún fueron notificados que habían perdido el caso y debían regresar los papeles de la finca a su antiguo dueño.
Ese mismo día, relata que se presentaron con cinco hombres armados, exigiendo que abandonaran el lugar y que en lugar de Carlos como encargado, ahora estaría un sujeto llamado Atilio Urdaneta.
Estas declaraciones fueron motivo de las primeras investigaciones que trataron de deslindar responsabilidades, hasta dar con los autores del triple homicidio que llenó de espanto a la población. Sin embargo, toda la comunidad se preguntaba porqué tenían que pagar inocentes trabajadores, las acciones de los demás.
Ante este hecho, tuvieron que involucrarse comisiones de la extinta Policía Técnica Judicial del Táchira, Zulia y Caracas.
Durante varios días los funcionarios estuvieron en la búsqueda de los hermanos Semprún, quienes desaparecieron desde el momento mismo del suceso. Las personas que podrían saber del paradero de estos hombres temían ser identificadas por creer que pudieran asesinarlos; sin embargo, una persona manifestó que había visto a un grupo de hombres armados en una camioneta Pickup color rojo.
Según se dijo, fue vista una hora antes de la horrible masacre cuando pasó a toda velocidad por El Vigía. Horas más tarde, una comisión encabezada por el subcomisario Jesús Villalobos y el inspector Nerio Villalobos hallaron el vehículo con el vidrio del parabrisas totalmente roto, lo que dio la impresión de que los sospechosos de la masacre pretendían simular un accidente.
Se dijo además que Dimas Semprún, se presentó a la redacción del Diario Crítica en Maracaibo diciendo que "no lo habían encontrado porque no habían querido" y que se iba a presentar ante la Policía Técnica Judicial de San Carlos del Zulia para probar su "inocencia". Pese a esto, pasaron los días y la policía continuaba su búsqueda,así como la de su hermano Eladio Semprún alias "EI Chino" y de otros dos hombres de nombre Jesús Vergara, alias "Barba Azul" y Germán González.
Detenidos
Tras una intensa búsqueda, los cuerpos de seguridad lograron practicar cuatro detenciones. Dos de ellas fueron los hermanos Semprún, señalados inicialmente como los sospechosos número uno en el alevoso crimen. La otra captura se hizo en contra de Ángel Atilio Urdaneta (el supuesto nuevo encargado de la finca) y el mayor del Ejército Hernán Díaz, quienes se presentaron en la hacienda anteriormente.
Pese a que el crimen quedó esclarecido por parte de las autoridades, se dice que otros presuntos asesinos involucrados en este hecho, no lograron ser identificados. Hasta la fecha no se tiene claro el por qué los autores del crimen decidieron apagar en forma tan trágica las vidas de humildes cuidadores y obreros, quienes no tenían nada que ver con la disputa.
"Jamás en la historia criminalística de esta región, se había presentado un caso tan espeluznante", alcanzó a decir un funcionario de la Policía Técnica Judicial el día del fatídico hecho. De los sobrevivientes se sabe que ayudaron a la reconstrucción de la hacienda que fue consumida casi en su totalidad por el incendio. Los residentes solo lograron controlar las llamas cuando ya se alejaban los desquiciados asesinos.
Pastrora Contreras aseguró a los medios que no tenía donde ir a vivir con sus siete hijos y que además de su esposo no tenía quien la ayudara con el cuidado de menores. El hijo mayor de Pastora Contreras tenía 10 años y el menor llegaba a los cinco meses.
Los datos y fotos de esta historia criminal del Táchira, se encuentran en los archivos de la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del antiguo Liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.
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