Tachirenses tocados por la misericordia de la "madre de Los Andes"

Ismary Bustamante | La Prensa Táchira.- Cuenta la historia que a lo largo de los 443 años del primer milagro de la renovación de la imagen el 15 de agosto de 1608, la virgen de la Consolación de Táriba o la "madre de Los Andes" es venerada por los pobladores como muestra de agradecimiento por los favores concedidos en las manifestaciones de milagros.

En los documentos que se encuentra archivados, cuenta un relato de un médico de la época, que afirmó un milagro de la virgen de la Consolación de Táriba en 1638.

Los hermanos Pedro Díaz y Juan Díaz, fueron atacados por los indios chinatos, Pedro muere con 7 flechazos, pero Juan tuvo varias heridas de flecha y una de ellas le atravesó el corazón, según la historia, el médico no podía extraerla porque sabía que moriría desangrado, pero Juan junto con los vecinos se avocaron a la virgen por la salud de aquel hombre; el médico realizó la labor de sacarle la flecha, y a Juan no le paso nada, se salvó. Este milagro fue declarado por el propio médico.

Otro milagro de la bendita virgen que se testificó fue de 1690 , al hundirse el techo de la Capilla Mayor y salvarse el albañil junto con otros cuatro ayudantes que allí estaban festejando el día de la víspera del Domingo de Ramos.

Se habla de que muchos fueron curados de enfermedades y fracturas, pero también hay expresiones de favores concedidos o intercesión como fue el relato de Monseñor Alejandro Fernández Feo, el tercer obispo de la Diócesis de San Cristóbal, quien pidió a la virgen de la Consolación de Táriba le ayudara a buscar un terreno para construir un seminario. 

Más tarde al salir de la iglesia se le acerca un habitante y le menciona que tenía un terreno disponible. Fue un acto de fe sin explicaciones y en la actualidad se encuentra la sede del Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino en las colinas de Toico, Palmira. 

Cada año se suman más feligreses como tradición religiosa y devoción a la virgen de la Consolación de Táriba, quienes se acercan para pedir por su protección y a cobijarse bajo su manto consolador. 

Maira Gil oriunda del municipio de Guásimos es fiel creyente y quien hoy pertenece a la cofradía de la Basílica de nuestra señora de la Consolación, es testigo de la misericordia de la "madre de Los Andes".

Desde los 15 años se ha mostrado como devota a la virgen de la Consolación de Táriba, y siempre ha peregrinado por manifestación de fe. 

Gil cuenta que hace siete años sufrió un fuerte accidente mientras se trasladaba junto a su hijo y una tía en su auto particular a prácticas de natación de su hijo, y en la autopista de San CristóbalLa Fría a la altura de la estación de servicio, un vehículo de carga que trasladaba un container colisionó contra el auto de ella y otro auto. 

Relata que al verse en la situación que estaba, el carro partido, mientras esperaba que llegaran los servicios de ayuda "se me acercó una viejita ya mayor, con el cabello largo y blanco, me dijo que me tranquilizara que ya venía la ayuda, y me colocó una sombrilla debido que ese día estaba soleado."

"No voy a olvidar esa voz, ese reflejo de esa abuelita y siempre ha estado en mi cabeza; al año siguiente después de mis operaciones de las fracturas que tuve en columna, en el hombro, brazo izquierdo, fui en procesión desde la Catedral hasta la Basílica. El amor, el fervor y la devoción de la virgen la he tenido toda la vida y le debo mi vida a la Virgen".

Jesús Alberto Reyes es fiel creyente de la virgen de la Consolación de Táriba desde muy pequeño, se dedicó a las actividades de la iglesia y hoy es participante de la Cofradía y el apostolado. Hace más de 15 años fue diagnosticado con cáncer de vejiga, donde por medio de los exámenes tenía la presencia de un tumor maligno, pidió por su recuperación a la virgen y fue extraído el tumor. "Me hice los tratamientos y me recuperé rápidamente; le atribuyo mi recuperación a la virgen de la Consolación de Táriba". A ella acuden fieles cristianos para pedir por la caridad, el estímulo de fe y bondades de la virgen. 

 Alicia Alviárez y su madre Carmen de Alviárez, oriundas de El Piñal, todos los meses entran de rodillas para rezar por la salud y la prosperidad de su núcleo familiar.

"Además de pedirle su interseción por nosotros, agradecemos la divina abundancia que de ella recibimos, lo cual no sea un milagro, nos fortalece la vida espiritual y por eso la veneramos" enfatizó Alviarez.

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