La banda de criminales que mantenía azotados a los prestamistas

Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- A las cinco de la tarde del 9 de junio del año 1970, la Policía Técnica Judicial recibió una llamada anónima en la que una voz misteriosa decía: "un hombre ha sido asesinado en la casa N° 4-43 de la calle 12 de La Ermita".

Los agentes se apresuraron a llegar al lugar indicado sin saber lo que les esperaba. Después de forzar la cerradura, comprobaron que quien había hecho la llamada tenía razón, el cuerpo de un prestamista llamado Fortunato Morales estaba tendido bocabajo, con los pies y las manos atadas y el cráneo destrozado a tubazos.

Los funcionarios policiales hicieron el levantamiento del cadáver que fue trasladado hasta la morgue del Hospital Central de San Cristóbal en la furgoneta de la Policía Judicial para realizarle la autopsia de ley.

Fortunato Morales tenía 86 años de edad y era oriundo de la población de Michelena. En su juventud trabajó como recaudador de rentas del Concejo Municipal de San Cristóbal y se dedicaba a prestar dinero bajo intereses e hipotecas a través de la agencia "Las Mercedes". Cobraba los intereses de aproximadamente unos 20 clientes, de acuerdo a varios recibos que fueron hallados en uno de sus armarios. 

El anciano venía siendo blanco del hampa desde varios años atrás. Según testimonios de familiares, Fortunato había sido víctima del robo unas 15 veces en las diversas casas en donde vivió a lo largo de su vida. En uno de estos atracos, los delincuentes lograron huir con 11 mil bolívares.

Un rumor callejero señalaba que el anciano parecía ser de una familia rica, puesto que siempre se le veía con un maletín en el que siempre cargaba entre 10 y 50 mil bolívares en billetes y morocotas. La suerte de salir ileso de tantos robos se le acabó ese martes 9 de junio, cuando un grupo de hombres lo dejaron casi irreconocible. 

Para los detectives este era un caso fácil de resolver. El móvil del crimen había sido establecido como robo; uno de los presuntos delincuentes fue visto por un grupo de niños, y en la escena del crimen se encontraron varias huellas dactilares que parecían ser de los asesinos. Sin embargo, las investigaciones llevaron a detenciones erradas. 

Las huellas dactilares pertenecían a dos hombres, que pese a ser interrogados e investigados no se logró establecer ningún vínculo con el asesinato. La casa era visitada por muchas personas que entraban y salían en busca de préstamos de dinero. 

Luego, dos hombres más fueron capturados mientras merodeaban la zona. Uno de los detenidos bajo presunción fue identificado como Gabriel Monsalve Delgado, de 23 años de edad, quien tenía un amplio registro policial por hurto y atraco. El otro detenido como sospechoso fue Elpidio Gómez Cañas, de 27 años, quien no tenía ningún antecedente policial. 

Ambos tuvieron que ser liberados por falta de pruebas que los vinculara con el asesinato de Fortunato Morales. 

Con este homicidio sumaron a seis los prestamistas eliminados con violencia en San Cristóbal para el año 1970, cuyas muertes no habían podido ser esclarecidas. 

Otro asesinato

En menos de 20 días, otro asesinato de un prestamista conmocionó a la comunidad tachirense. El 3 de julio, el cadáver de José Ignacio Omaña García fue encontrado en avanzado estado de descomposición en su vivienda, ubicada en la carrera 17 de La Romera. 

Según relatan medios de la época, el cadáver de este hombre pudo ser recuperado gracias a que los vecinos, al percatarse de los olores nauseabundos provenientes de la vivienda de Ignacio, dieron aviso a los cuerpos policiales. 

Según las investigaciones practicadas por los funcionarios del extinto Cuerpo Técnico de Policía Judicial, la noche de los acontecimientos, José Ignacio Omaña García estuvo bebiendo licor con unos sujetos desde tempranas horas de la mañana, a quienes más tarde invitó hasta su residencia para continuar la "farra".

En horas de la madrugada los delincuentes aprovecharon el estado de embriaguez del prestamista para propinarle una golpiza que le ocasionó la muerte. Lo ataron de pies y manos para confundir a los investigadores y luego revisaron cada rincón de la vivienda en busca de dinero y objetos de valor, dejando la casa hecha un completo desorden. 

Cinco días más tarde, los fuertes olores provenientes de la vivienda provocaron la reacción de los vecinos. Tras revisar cuidadosamente la escena del crimen y consultar con algunos testigos referenciales del hecho, los investigadores descubrieron que la víctima, presuntamente tenía preferencias sexuales por las personas de su mismo sexo, un rasgo que fue utilizado por los delincuentes para atraer y ganar la confianza de su víctima. 

Las autoridades manejaron como hipótesis, que antes de cometerse el crimen, los implicados habían realizado una orgía. Sin embargo, los resultados de las pruebas médico forenses que determinaban si hubo prácticas sexuales entre los protagonistas de este hecho de sangre nunca llegaron a manos de los periodistas. Asimismo, no se logró determinar si los sujetos eran desconocidos o si frecuentaban a la víctima en su casa.

Ante la presencia de un caso bastante complejo que señalaba a los responsables como hombres con marcados desvíos sexuales y capaces de hacer cualquier cosa para lograr sus objetivos, los investigadores tenían un gran trabajo por delante. 

Este hecho, al igual que los otros seis casos parecía que quedaría sin resolver. 

Sin embargo, dos meses más tarde, las investigaciones finalmente dieron frutos. El crimen no fue perfecto y hubo suficientes pistas que sumadas al testimonio de algunos testigos claves, sirvieron para dar con los responsables del hecho. 

Las autoridades informaron que la vivienda fue revisada y dejada en total desorden, pero la cerradura no fue violentada en ningún momento, lo que indicaba que el prestamista José Ignacio Omaña García trajo a los asesinos a su vivienda. 

Una vez en la casa, se dedicaron a consumir licor hasta que decidieron acabar con la vida del hombre para robarle una gran suma de dinero, que según parece se encontraba oculto dentro del inmueble.

Banda criminal

El comisario Víctor Rodríguez Ceballos, jefe de la Policía Técnica Judicial para aquel entonces, informó a los medios de comunicación sobre el esclarecimiento de este crimen que conmovió a la opinión pública local. Los detenidos fueron identificados como José Orangel Torres Becerra, de 25 años de edad, residenciado en la Unidad Vecinal, conocido como "Chepina"; José Arnoldo Jiménez del Mar, colombiano de 29 años de edad, resienciado en Barrio Obrero y Estalin Gerardo Nava Duque, de 25 años, quien vivía en la urbanización Santa Inés.

Los delincuentes confesaron que pertenecían a una banda criminal dedicada al robo y asesinato de prestamistas. 

Las declaraciones permitieron localizar más miembros del grupo que resultaron ser los asesinos de Fortunato Morales, a quien mataron a tubazos el 9 de junio de 1970.

Los peligrosos atracadores fueron identificados como: Artídoro Barboza Serrano, alias el "Cabo", Harley Parra Salazar, alias el "Pelao", Alfredo Rangel, alias "Mona Flaca" y Ciro Marcelo Durán, alias el "Sastre". 

Otro de los implicados de nombre Eliseo Peñaloza murió en un enfrentamiento con la PTJ de Barquisimeto cuando intentaba huir violentamente de un grupo de detectives que tenían una orden de captura. Se conoció que el día del crimen se apoderaron de unas 50 escrituras, propiedad de varios clientes del prestamista, así como de varios miles de bolívares. 

Las investigaciones determinaron que estos delincuentes tenían varios crímenes en su haber. Tres de los miembros de esta banda hurtaron un paquete de billetes pertenecientes a un hombre llamado Florentino Chacón. Según los registros policiales, los antisociales Alfredo Rangel, Harley Parra Salazar y el antisocial muerto a tiros no mataron a su víctima en esa oportunidad porque el anciano no estaba en la vivienda.

Asimismo, Artídoro Barboza junto con Ciro Marcelo Durán, alias el "Sastre" perpetraron un atraco en Cordero vestidos de guardias nacionales. La Policía Técnica Judicial informó que los dos atracadores golpearon y amordazaron a los hermanos Pedro, Anario y Domitila Sánchez, después de robarles unos 5 mil bolívares. Los uniformes militares fueron localizados en poder de Ciro Marcelo Durán.

A punto de morir También se presume que esta banda sería la responsable de cometer un intento de homicidio en contra de un recaudador de impuestos en el mes de abril de ese mismo año. Ocho días antes de este ataque, Miguel Antonio Villamizar había sido víctima de un asalto en donde tres antisociales le robaron 1000 bolívares en efectivo y un reloj de oro valorado en 500 bolívares. 

El 8 de abril de 1970 salió de su casa a eso de las dos y media de la tarde y 24 horas después fue ingresado al área de Emergencia del Hospital Central de San Cristóbal. La víctima fue trasladada al centro asistencial a bordo de una unidad de transporte de la línea El Corozo, conducida por un hombre de nombre Hernando Molina, de 34 años de edad. 

El conductor informó a los agentes que lo había recogido debajo de una mata de mango en las inmediaciones de la Plaza Monumental de Toros de Pueblo Nuevo, donde se encontraba tirado con una herida de bala de revólver en el cráneo. 

También se pudo conocer que en horas de la noche de ese día, fue recibida una llamada en la casilla de vigilantes del Mercado Los Pequeños Comerciantes (donde el recaudador trabajaba), informando que no esperaran con vida a Miguel Villamizar. No se tiene conocimiento si el hombre murió o vivió, debido a que fue intervenido quirúrgicamente para extraer la bala. Para el momento del hecho, los efectivos de la Policía intentaron interrogar al herido, pero los médicos no se lo permitieron porque el paciente no podía esforzarse ni tan siquiera para levantarse. 

La totalidad de las víctimas de esta banda no lograron ser establecidas. Estos criminales sin corazón preferían atacar a hombres adultos y ancianos indefensos que vivían solos y en zonas rurales del estado.

Los datos de esta historia se encuentran en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del antiguo Liceo Alberto Adriani, en San Cristóbal.

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