Yamile Cárdenas| La Prensa del Táchira.- En su homilía en honor a los 413 años del Santo Cristo de La Grita de este domingo 6 de agosto, Monseñor Mario Moronta, obispo de la Diócesis de San Cristóbal, expresó que "el cristo del rostro sereno" ha caminado "con su pueblo desde hace más de cuatrocientos años" y como peregrinos "reafirmamos nuestra fe por ser discípulos que seguimos e imitamos a Cristo".
"Es el Cristo que va de la mano con mi gente, lucha en el campo y la ciudad, hace fila para que le paguen su jornal, come raspado allá en el parque con Pancho, Eusebio y don José, disfruta de las sabrosas quesadillas de Doña María y las almojábanas de Consuelito. Es el Dios encarnado en nuestra cultura, por eso lo podemos encontrar en la pulpería y en un kiosko vendiendo sabrosos pastelitos, haciendo las colas para tanquear gasolina en su carro. Está presente en el rostro de los migrantes, de los estudiantes, de los agricultores, de los niños y jóvenes, maestros y médicos. Por eso podemos decir de Él: "Tú eres el Dios de los pobres, el Dios humano y sencillo, el del rostro sereno, por eso te hablo yo, así como habla mi pueblo", manifestó.
"Para nosotros en el Táchira y desde aquí para tantos lugares de Venezuela y el mundo", el Santo Cristo de La Grita "es una figura icónica que se ha hecho presente y ha acompañado a tantas generaciones, como anhelamos que lo siga haciendo".
Esto, indicó Monseñor Moronta, de la mano de una iglesia renovada, pues a diferencia de la visión jerárquica y alejada sobre Cristo que existió hace siglos, en la que la mayoría fue separada de "la acción evangelizadora" de los sacramentos, hoy la Iglesia se acerca a una mirada más auténtica del misterio de Cristo como servidor y redentor de la humanidad.
"Juan Pablo II, en Santo Domingo, en el marco de su propuesta de Nueva Evangelización, declaró que la religiosidad popular es un don del Espíritu para nuestros pueblos y para la misión propia de la Iglesia", indicó.
Explica Monseñor Moronta que la religiosidad popular llama a superar el divorcio entre la Iglesia y "del pueblo de Dios" y percibir los católicos como la encarnación de Cristo y a construir una Iglesia al servicio de todos.
"Es el Cristo reflejado en el rostro de todos los que sufren: suda en la calle y muestra su rostro sereno, dando confianza a quien lo sigue y lo va conociendo. Esa confianza hace sentir al ser humano que es importante por ser hijo de Dios. Y como se ha identificado con su pueblo, se le puede hablar con el mismo lenguaje de la gente: el lenguaje del corazón y de la verdad, el lenguaje que muestra lo que siente, lo que sufre y lo que espera", anunció.
Y agregó, "eso nos obliga a que sea una Iglesia donde la sencillez y la humildad se impongan y se destierre, de una vez por todas, tanto el clericalismo, como las prebendas y la distancia creadora de brechas insondables. Siendo humilde y sencilla, la Iglesia en cada uno de sus miembros, será servidora y no pretenderá ser servida ni colocada en los primeros sitios. Su lugar está en el camino de la gente, en la cercanía con todos, en especial los excluidos, los pecadores, los alejados y quienes han perdido la esperanza. La Iglesia no es una estructura de poder. No debe serlo. Acompaña y aconseja a todos, pero fundamenta su acción en el verdadero evangelio, el del anuncio y realización de la liberación verdadera, la salvación, hermoso regalo del Cristo del Rostro Sereno desde su Cruz".
"Hoy al ofrecer el pan y el vino de esta eucaristía, traemos, como nos dice el texto litúrgico, los esfuerzos y trabajos de todos: nuestros frutos, nuestros logros, el cansancio producido por las colas para tanquear gasolina, el desconsuelo ante tantos problemas causados por quienes desprecian a nuestros niños y jóvenes, y además quieren destruir nuestras familias con ideologías inventadas para dominar a la humanidad. Traemos los frutos de nuestra tierra andina y venezolana, la ilusión aún no perdida de tantos niños, los anhelos de quienes quieren un mundo mejor", enfatizó.
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR