Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- Con la voluntad inquebrantable, pero el alma desgarrada, más de 150 madres venezolanas se han unido en la interminable búsqueda de sus hijos desaparecidos en la frontera entre Colombia y Venezuela. Una página de Facebook y un grupo de WhatsApp llamado "Esperanza de Madre" han sido los medios que le han dado voz a estas valientes mujeres.
Un vínculo que inició con la desesperación y falta de respuestas que atormentaban a Lisbeth Zurita, quien perdió el rastro de su hijo Enisael Job Contreras Zurita, mientras intentaba cruzar el Puente Internacional Unión entre Puerto Santander (Colombia) y el municipio García de Hevia (Venezuela).
La angustia de no saber su paradero la llevó a viajar desde Ciudad Bolívar, hasta el eje fronterizo de Táchira con Norte de Santander. Anduvo cientos de kilómetros pegando carteles, preguntando, averiguando y buscando en hospitales, albergues y morgues. Sin embargo, en los 30 días que permaneció en la frontera no logró saber absolutamente nada de su hijo.
Regresó a Ciudad Bolívar con las manos vacías y el corazón destrozado. Algunas personas le recomendaron comenzar la búsqueda en las redes sociales: "créate un grupo", le dijeron. Y así fue, creó una página sin imaginarse que muchas madres estaban igual que ella. Poco a poco fue conociendo historias de hombres, mujeres y algunos casos de niños que han sido denunciados como desaparecidos desde hace muchos años.
Las historias de los familiares la hicieron querer ayudar, sentirse apoyada, dar ánimo y compartir su experiencia. En los tres años que lleva este grupo, Lisbeth Zurita dice que algunas personas que habían dado por desaparecidas fueron halladas vivas y otras muertas, lo que alimenta la esperanza de que algún día su hijo también sea encontrado.
Sin cifras reales
A lo largo de estos últimos meses, muchas organizaciones y defensores de los derechos humanos han intentado sacar a la luz el número de personas que se han perdido en la frontera. Sin embargo, en Venezuela no existen cifras oficiales que nos puedan acercar a un número verdadero.
Para poder entender lo difícil que es precisar un número, el director general de la ONG "Por el bien de todos", asegura que el tema de las desapariciones es necesario dividirlo en dos períodos. Explica que es importante comprender que las 200 desapariciones expuestas hace algunas se manas por el exjefe paramilitar colombiano, Salvatore Mancuso, se tratan de asesinatos cometidos por la organización paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia, en su mayoría en contra de colombianos que fueron enterrados en fosas comunes en Venezuela, según lo declarado por él mismo. Estas desapariciones se produjeron hasta finales del año 2005, cuando se desmovilizaron miles de sus miembros en un plan liderado por el gobierno de Álvaro Uribe.
Alrededor de cinco años más tarde, comienzan otras series de desapariciones vinculadas a la guerrilla colombiana que no tienen nada que ver con los paramilitares, sino con otro tipo de circunstancias. Relata que para el año 2014, algunas personas se atrevieron a denunciar las desapariciones y que gracias a la presión se logró que la exfiscal general, Luisa Ortega Díaz, se abocara y encontrara sólo unos restos en Ureña. Pese a esto, la investigación no continuó y todo quedó así. Actualmente, dice que comienzan a verse otra vez muchos desaparecidos venezolanos, que tiene que ver mucho con la migración. Asegura que no se puede dar una cifra exacta de las desapariciones en frontera porque se han desarrollado en épocas y escenarios totalmente distintos, que no han tenido un seguimiento que permita saber cuántas personas y por qué.
Por su parte, el diputado, Juan Carlos Palencia, asegura que entre el 2015 al 2023 hay una cifra de al menos 223 personas desaparecidas, según datos de asociaciones dedicadas a los crímenes de lesa humanidad. Manifiesta que la opacidad de datos se debe a que el Estado tiene miedo a las estadísticas porque "es una raya para los mandatarios aceptar que en su gobierno se cometen desapariciones forzadas".
Asimismo, denuncia que para poder calificar a una persona como desaparecida, las autoridades piden una serie de requisitos, como un permiso de permanencia, declaración de testigos de dónde fue vista por última vez
que complican la legalidad de estas personas. Dice que lo más preocupante es que esto se está volviendo una práctica común, donde los pobladores de la zona dicen que para qué denunciar si eso siempre ha existido.
Denuncia que los gobiernos hablan de lo declarado por Mancuso, pero que no toman en cuenta a los que se perdieron por la migración. "A las víctimas de la migración nadie las toca", dice. Al preguntarle las causas de estas desapariciones, destaca que hay muchos motivos entre los que se encuentra el contrabando, venta ilegal de gasolina, rivalidades, disputas por territorio, daños colaterales por robarlos, ajusticiados, ajuste de cuentas, por encargo, etc.
Según información de la organización FundaRedes, el estado Táchira se ha posicionado como una de las principales entidades con más desapariciones por estar en zonas tomadas por grupos armados y bandas criminales.
Según la investigadora Adriángela Álvarez, en la organización han detectado que la mayoría de personas son captadas por grupos armados y bandas delictivas, a través de ofertas engañosas para incluirlas en redes de trata de personas y trabajos forzosos.
Medidas
El investigador y coordinador del Centro de Estudios de Fronteras e Integración en Universidad de Los Andes, Carlos Casanova, asegura que si las desapariciones en lugar de disminuir, aumentan, es porque la política pública ha fracasado. Afirma que trabajar el tema como lo que le toca a Colombia y lo que le toca a Venezuela, es un gravísimo error, porque las mafias son transnacionales y frente a estas situaciones se necesitan políticas que trasciendan fronteras.
A su juicio, una de las medidas a tomar sería determinar cuáles son los puntos donde se señala que desaparecen las personas y partir de ahí, establecer un control en materia de seguridad ciudadana. El investigador ha estudiado lo que se denomina "gobernanza criminal híbrida", que se refiere a que el funcionario que tiene que evitar que una conducta se produzca es el que la facilita porque se hace el loco, porque se da la vuelta, por presiones, por extorsiones o por dinero.
"Pareciera que se los hubiera tragado la tierra en frontera"
"Nadie hace nada ni dice nada. La frontera está plagada de casos de personas desaparecidas y es como si se los hubiese tragado la tierra", dice Mayela Mejías, quien tiene a su hijo desaparecido desde hace tres años y medio.
Mayela relata que su hijo, Jhonatan Mejías regresaba a su país en diciembre de 2019. Venía caminando desde Medellín y llegó hasta Colón en el municipio Ayacucho, donde desapareció. Días más tarde recibió una llamada de un familiar que le decía que a su hijo se lo había llevado la guerrilla y que no podía denunciar porque lo podían matar. "Nosotros, sin saber del caso y asustados por la vida de mi hijo, decidimos mantener el silencio y esperar".
Tres meses después, la abuela de Jhonatan viaja a la frontera a buscar a su nieto, donde al igual que muchos otros familiares no obtuvo respuesta. Ha puesto información en las redes, ha conversado con periodistas, representantes de organizaciones que la han apoyado y aún continúa en la búsqueda de su hijo, de 27 años, quien se había ido en julio de ese mismo año para Medellín, pero se regresó porque le tocó muy duro y no consiguió un trabajo estable. Cuando Jhonatan desapareció, tenía 24 años y su novia estaba esperando una bebé, que hasta el día de hoy no ha podido conocer a su padre.
Mayela es uno de los familiares que se han unido al grupo "Esperanza de Madre", un espacio que le ha servido de apoyo con toda su situación.
"No me demoro"
Rosa Reyes vio por última vez a su hijo el 1 de abril de 2022. Jhaylander Raúl Arévalo Reyes, quien para esa fecha contaba con tan sólo 22 años, desapareció luego de salir de un estacionamiento en Cúcuta. La madre relata que su hijo es comerciante y tenía un negocio en la calle 2 de La Fría, donde vendía ropa y refrescos al por mayor y cuando no, estaba con su papá en una finca.
Dice que él salió de su casa a eso de las seis de la mañana y se dirigió a Cúcuta por la trocha. "Como siempre hacíamos", porque ella vendía zapatos por catálogo y siempre iban juntos. Ese día, Jhaylander fue solo porque iba a averiguar unas antenas de internet.
Él dijo: "mami yo voy a averiguar esos repuestos, yo no me demoro, yo estoy temprano acá". Cuando se hizo tarde se preocupó, le parecía extraño que él no hubiese llegado. "Pensamos que de repente se le descargó el teléfono o la moto se accidentó".
Al otro día, se fue a Cúcuta a buscar a su hijo. Llegó a donde una señora donde siempre guardaba la moto. La señora le dijo que él sacó la moto a eso de la una y media de la tarde. Lograron verlo en una cámara de seguridad de uno de los locales cercanos, pero esa fue la última vez que supieron de él.
Así como Rosa, Mayela y Lisbeth, cientos o tal vez miles de madres se encuentran en la búsqueda de sus hijos desaparecidos en zona de frontera. El pasado 13 y 14 de julio, delegados de los gobiernos de Colombia y Venezuela se reunieron en Tienditas para trabajar en la búsqueda, recuperación e identificación de las personas desaparecidas, en respuesta a las declaraciones de Salvatore Mancuso en relación al paramilitarismo. Sin embargo, de los desaparecidos que ha dejado la crisis y la migración venezolana, aún no se ha dicho nada.
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