CANDIDATOS PRESIDENCIALES DIRECTOS

Para ser un candidato presidencial, serio y respetable, se necesita no sólo contar con los requisitos exigidos por la Constitución para el desempeño de tan importante cargo, sino también gozar preferentemente de representatividad en algún sector o sectores de nuestra sociedad, lo cual no descalifica a quienes, por iniciativa propia, someten su nombre a la consideración electoral de los ciudadanos. La representatividad política de un candidato presidencial, debería ser en todo caso el reflejo de la comunidad en donde se ha desarrollado política y civilmente, la que seguramente espera que ese candidato o candidatos, se parezcan a ellos, por su trabajo, comunión de valores y formas de enfrentar la crisis, pues son problemas comunes.

Es justamente esa manera de sugerir soluciones para enfrentar la crisis, la que debería atraer en mayor medida, adeptos o adherentes a cada uno de ellos. En el caso particular de nuestro país, catorce candidatos han aceptado participar electoralmente en una elección primaria, que busca captar los mayores apoyos posibles, con base a carismas, ideas sobre el Gobierno y el Estado y trayectorias en el ámbito público. Sin embargo, al pasar revista a toda la situación política nacional, se encuentra uno con otra realidad, diferente a la de la elección primaria, y es la de que, otros sectores de la oposición con estilos políticos muy diferentes a los arriba mencionados, hayan decidido lanzar o mantener sus nombres como candidatos presidenciales, sin que esta condición haya derivado directamente de un proceso electoral interno.

Ellos son candidatos directos, porque son los jefes de una estructura partidista burocrática que se cuida muy bien de no abrir espacios de participación a otras corrientes internas del partido, aunque estén obligados a ello. Un caso muy frecuente en este sentido, ocurre cuando se desoyen peticiones de escoger candidatos presidenciales por la base, alegando en contrario que quien lo pide es muy poquita cosa, para enfrentar al gran jefe político.

Ahora bien, ¿qué podría pasar si uno de estos candidatos presidenciales, sin primarias, llega el otro año al CNE a inscribir su opción? En tal sentido, podría suceder, si es un ente comicial decente, que se le niegue la inscripción al arbitrario jefe político, para que quede por fuera de la competencia y de ser posible sea sancionado. Ahora sí es un ente comicial permisivo y connivente con el Gobierno, seguro lo dejará participar.

De otra parte, ¿estará obligada la militancia o adherentes de esos partidos a trabajar por una candidatura o candidaturas presidenciales espúreas? la respuesta debería ser no, porque no sólo se omite la realización de un procedimiento democrático de escogencia de uno de ellos, sino también se le cercenan derechos políticos a quienes puedan representar otras corrientes de pensamiento interno, distintas a las del evasor o evasores de las primarias y que quieren participar. En la actualidad, algunas de esas "nulidades engreídas" de la política nacional, no admiten sombra por ningún lado, vale decir, no aceptan que otro dirigente o dirigentes les pueda disputar no sólo la candidatura presidencial, sino también la conducción del partido, por muy bajos que estén en la aceptación popular, lo cual para ellos es una nimiedad, pues su ego los defiende de asimilar la realidad que confrontan.

Esos candidatos presidenciales sin primarias, también se cuidan de no activar las estructuras partidistas disciplinarias o éticas, para no tener que dar cabida y tramitar reclamos relacionados a la ausencia de mecanismos de participación dentro del partido, por lo cual solo le dejan al interesado o interesados el camino de la impugnación de esas irritas inscripciones de no hacerse las elecciones internas, lo cual a veces no luce muy conveniente pero algunos consideran que no hay más alternativa. En definitiva, ser candidato presidencial sin primaria, y no proponer nada para legitimarse o ser medianamente representativo de un sector o de una comunidad, es como pretender pasar un producto de mala calidad aglomerado con otros que sí tuvieron control de calidad, pues para ello, se confía más en la suerte o en la falsa creencia de que la gente votará por él o por ellos, sólo por disciplina y que la reflexión o la conciencia de sus afiliados no tiene peso alguno, pues sucumben ante la ambición de los arrogantes jefes.

Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR

Otras Noticias
Opinion

EL ORDEN CIVIL REPUBLICANO

| comentarios

Opinion

EL DIÁLOGO COMO ANTÍDOTO AL OÍDO

| comentarios

Opinion

EL SISTEMA LÍMBICO Y NUESTRAS EMOCIONES

| comentarios

Opinion

CONJUGACIÓN DE LA POLÍTICA Y LA RELIGIÓN

| comentarios