Redacción | La Prensa Táchira.- Yo no creo en brujas, pero de que vuelan, vuelan". Es una frase popular que se encuentra presente como parte del imaginario colectivo tachirense sobre la creencia de mujeres versadas en artes oscuras y maleficios y que se expresó por primera vez en un manuscrito histórico en un expediente que data de 1773, proveniente de la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, que ese año tuvo su propia cacería de brujas.
José Antonio Pulido Zambrano, miembro de la Academia de Historia del estado Táchira, señala que se trata de un expediente de 68 folios, de un juicio civil por brujería que impulsó la Alcaldía de la Santa Hermandad, organización que, pese a su nombre, no obedecía a una institución eclesiástica, sino que se trataba de una especie de policía o milicia de los campos "que estaba pendiente de cuidar toda la zona, de re coger los impuestos, de controlar el contrabando y la destilación ilícita de aguardiente por parte de personas que se escondían para no pagarle impuestos al rey".
En este expediente se describe el juicio que sigue el cabildo gritense contra una mujer mestiza llamada Bartola Gómez, su hija mayor, Juana María Marcelina Gómez, y nueve mujeres más, cuya "causa criminal" era atribuírsele el delito de "yerbateras y hechiceras".
Folios perdidos
El historiador señala que en el manuscrito só lo se puede leer en detalle el juicio contra Bartola porque, lamentablemente parte del expediente se perdió, quizás en el período de transición para la formación de la Capitanía General de Venezuela.
"La otra mitad puede que esté en los archivos de Maracaibo o en los ar chivos de Santo Domingo, porque, para esa época, la parte administrativa dependía de Santo Domingo, mientras que la parte religiosa respondía al virreinato de Nueva Granada", aseguró.
De hecho, los folios que se conservaron en el denominado Archivo Histórico de La Grita fueron trasladados posteriormente al Registro Principal de San Cristóbal, al contener documentos de los siglos XVII y XVIII, principalmente de asuntos económicos y jurídicos sobre tierras, herencias y demandas judiciales de diversa índole.
Es así que en los folios que ahora forman parte del Registro de San Cristóbal sólo se leen en detalle las acusaciones contra Bartola, algunas menciones con respecto a su hija, mientras que de las otras nueve mujeres sólo se conoce sus nombres, los cuales aparecen en una lista al final del expediente.
Las mismas son: Josefa Cardozo, Rosalía Cardozo, Felipa Zambrano, Juana Zambrano, María de los Reyes Ramírez, Rufina de Herrera, Isabel Díaz, Manuela Díaz y Juana Rangel.
Los maleficios
Las acusaciones contra la mestiza Bartola la hacen tres hombres relevantes de la historia jaureguina: el alcalde de la Santa Hermandad, Valentín García Méndez, el alcalde ordinario Antonio Miguel García y don Isidro Noguera.
En el caso de Valentín García Méndez utiliza como testigo - acusador a un "indio forastero de nombre Felipe", quien destaca que Bartola le había causado al alcalde de la Santa Hermandad por medio de maleficios y "ayudada con veneno" la enfermedad de las bubas. Las bubas refieren a pústulas o abultamientos que aparecen en la piel, las cuales contienen pus y están generalmente asociadas a enfermedades venéreas. Además, el mismo testigo sugiere que a García Méndez le había aplicado además un "maleficio de sujeción", que le impedía a este realizar actividades cotidianas como masticar su comida, vestirse, entre otros.
Otra de las acusaciones contra Bartola es haber causado la muerte de ganado vacuno, yeguas y ovejas por medio de un "mal oscuro" que hacía que los animales "arrojaran gusanos vivos en el estiércol", mientras que a las vacas se les secaba la leche. Los maleficios al ganado, según el expediente refiere Pulido, se hacían mediante "entierros" asociados a matas de bayo (Colocasia esculenta), también conocidas en la zona como "mata de la rana".
Asimismo, además del delito de "yerbatera", la mestiza es sindicada de haber causado la muerte de dos mujeres "por haberles puesto pujo de sangre", como denominaban en la época a las deposiciones sanguinolentas o de moco y sangre, las cuales se asocian a hemorroides y fisuras anales.
Otro testigo llamado Juan de la Rosa Mora, afirmó que Bartola incluso causó igualmente por medio de un maleficio, la pérdida de la razón a un hombre llamado Hermenegildo Omaña, porque este había golpeado a uno de los hijos de Bartola.
Pulido señala que del detalle de las acusaciones y las declaraciones que se registraron en el expediente "se puede notar que los testigos en este juicio tienen una especie de resentimiento hacia Bartola y, como del árbol caído todo el mundo hace leña, aprovechan para acusarla por las razones más variopintas".
Un estigma
El historiador destaca incluso que la mayoría de los acusadores son hombres de poder e influencia en la zona, por lo que establecer un juicio contra Bartola y sindicarla de bruja y hechicera muy probablemente tenía otros objetivos ocultos.
"La brujería es una manera también de castigar a la mujer. En muchos casos los hombres acusaban a las mujeres de brujería si no les prestaban atención. Puede ser que Bartola no fuera la bruja clásica que nosotros nos imaginábamos, arrugada con verrugas y todo, sino fuera una mujer hermosa y era una forma de ir contra ella, porque al acusarlas de brujería se establecía un estigma social. Era una manera de excluirlas", señaló.
Además, llama la atención sobre el hecho de que Bartola estuviera casada con un esclavo liberto llamado Alejandro y era madre de dos niñas y dos varones, pero sólo una de las hijas ya adulta aparece en el expediente, también acusada de brujería.
"Ninguno de los hombres ni el esposo ni sus hijos son mencionados. Por el contrario, son hombres los que la incriminan y acusan particularmente también del delito de ser yerbatera. Tengamos en cuenta que en la época un hombre yerbatero se veía como un doctor que iba a las casas a curar enfermedades, pero Bartola, que se atre ve en su momento a conocer las hierbas, se le acusa de bruja. A uno se le dice doctor, pero ella no es doctora ni enfermera, sino bruja que domina el arte de las hierbas", subrayó Pulido.
Histeria o cacería
Es por ello que el historiador considera que el hecho de acusar de brujería a un total de once mujeres en un poblado tan pequeño parece referir que había "una especie de histeria colectiva" en la época como forma de justificar lo desconocido o que el objetivo real de estos juicios civiles era iniciar una verdadera "cacería de brujas" contra mujeres destacadas de la comunidad.
"Yo creo que aquí hay un trasfondo, como ha ocurrido en todas las historias de brujería de la humanidad que tiene que ver un aspecto político. Yo intuyo que también pudo ser por un problema de tierras. Quizás estás mujeres independientes estaban ocupan do una parte de las tierras que tal vez el alcalde que ría para él. Y, entonces, aprovecha su enfermedad para acusar a Bartola, porque eso es lo curioso que no va contra el esposo, sino que se centran en Bartola", aseveró.
Pulido señaló que en su investigación trató de hacer los cuadros genealógicos de Bartola y sus descendientes, pero se hizo imposible porque los libros relacionados con el asentamiento de indígenas y esclavos con tenían numerosos errores, por lo que su genealogía se fue diluyendo.
"Si eran hijos de un esclavo, a veces con el tiempo le cambiaban el apellido, le cambiaban el nombre. A veces los esclavos no tenían apellido o le ponían un nombre común como María y luego lo cambiaban, porque el patrón tampoco se preocupaba mucho por eso. Por ejemplo, transcribían 'María, la negra, esclava de don Bartolo Chacón, casó con el indio Mateo' y más adelante volvía a aparecer como 'Cristina, la negra, casada con el indio Mateo'. No había un seguimiento, porque el esclavo y el indio eran vistos como un objeto, sin importancia", detalló.
Además, refirió que otra costumbre que ha generado errores históricos en este sentido es la llamada "limpieza de sangre". Asegura que había como una especie de celo de cuidar la herencia hispánica. "Entonces, si usted tenía ascendencia de esclavo o aborigen no era aceptado en el cabildo, por lo que la gente compraba documentos para probar que el apellido que tenía era 'legal', es decir, que tenía ascendencia española".
Artes aprendidas
De acuerdo a lo referido en el expediente, los habitantes de La Grita para la época no considera ban que estas llamadas "brujas" formaran parte de un clan o que sus poderes se debieran a razones hereditarias, como en otras culturas.
Pese a que concuerdan los apellidos de algunas de las acusadas o como en el caso de Bartola que fue sindicada junto a su hija mayor, se considera que las artes de la hechicería eran algo aprendido, un "conocimiento adquirido".
De hecho, según uno de los testigos de nombre Hilarión Hernández, Bartola obtuvo sus cono cimientos de una india llamada Isabel, al tiempo que asegura que esta india con la que compartió estando en prisión le habría señalado que le pesaba "haber enseñado a Bartola porque mataba muy a pesar y que la fama de dicha Bartola siempre la ha oído sindicada en que es insana", refiere dicho documento.
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