El primer gran robo a un banco en San Antonio fue de 300 mil bolívares

Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- El 26 de septiembre del año 1966, un grupo de nueve hombres armados irrumpieron en la antigua sucursal del Banco de Maracaibo, ubicada en la esquina de la avenida Venezuela con calle 6 de San Antonio del Táchira. Con metralletas, pistolas y revólveres en mano sembraron el terror entre los presentes y tomaron el control del lugar.

Los acontecimientos causaron gran conmoción en esta población fronteriza, por ser la primera vez que un hecho de tal magnitud se presentaba en esa localidad. En la sucursal bancaria se encontraban el gerente, ocho empleados y unos seis clientes que realizaban diversas operaciones.

Uno de los testigos presenciales, Enrique Eusse, gerente de una industria especializada en la fabricación de brochas, relató a los medios de comunicación de aquel entonces cómo se produjeron los hechos. Contó que poco antes de las nueve de la mañana de ese lunes 26 de septiembre se dirigió desde las oficinas del Banco de Venezuela, diagonal a la plaza Bolívar, a la sucursal del Banco de Maracaibo para cancelar la deuda de un crédito que había solicitado varios meses atrás. 

Como a las nueve y media de la mañana dice que vio entrar a un sujeto robusto y de piel blanca. Vestía una camisa clara y un pantalón de lana acorde con la época. En la mano derecha portaba un maletín y en la otra, un paquete que Enrique Eusse creyó que se trataba de dinero. El cliente dijo que se encontraba conversando con Octavio Chona, jefe de cobranzas del Banco Maracaibo cuando el sujeto se acercó y les preguntó por el gerente.

Ambos señalaron inocentemente hacia una de las oficinas, ubicada a unos 30 metros, donde se hallaba el encargado del banco. La actitud sospechosa del individuo hizo que Enrique lo siguiera, pero estando a medio metro de él se percató que el hombre sostenía en su mano izquierda un revólver con el que encañonó al gerente. 

Narró que al percatarse de lo que estaba sucediendo, retrocedió en busca del jefe de cobran zas para contarle lo que había visto; sin embargo, en ese preciso momento irrumpieron en el banco seis sujetos más fuerte mente armados.

En minutos, la escena se convirtió en una pesadilla. El Banco de Maracaibo estaba ubicado a tan sólo una cuadra de las oficinas del extinto Cuerpo Técnico de la Policía Judicial y a unos trescientos metros de la Aduana, donde también se ubicaban las oficinas de la Dirección General de Policía (Digepol). Además, muy cerca de la entidad se hallaba un comando de las Fuerzas Armadas de Cooperación (hoy Guardia Nacional Bolivariana). Pese a esto, ningún cuerpo de seguridad logró percatarse a tiempo de lo que sucedía en el banco. 

El atraco

Según lo narrado por los testigos, dos de los delincuentes con miradas frías y despiadadas se plantaron frente a las puertas de la sucursal, impidiendo cualquier escape o entrada. Mientras tanto, otros dos sujetos armados hasta los dientes apuntaban con sus armas automáticas a los clientes y guardias de seguridad, dejando en claro que no dudarían en disparar. 

Eusse expresó que él se quedó inmóvil junto con el jefe de cobranzas y otros dos empleados más ante la actitud amenazante de sujetos que estaban parados en la entrada. Ya posicionados, los delincuentes restantes aprovecharon para sacar el dinero de las taquillas y el recibidor. Uno de ellos saltó enérgicamente para violentar las cajas, mientras que otro de los atracadores trató también de saltar, pero sus energías le fallaron y por lo tanto decidió quedarse apostado en actitud amenazante en la parte exterior de esa sección.

El primer sujeto que entró al banco y tenía amenazado al gerente, lo llevó hasta la bóveda con el fin de obligarlo a abrirla y sacar todo el dinero. Sin embargo, el jefe del departamento de cobranzas, al caer en cuenta que se trataba de un atraco accionó con el pie derecho el botón de la alarma eléctrica que se encontraba en el piso, debajo de su escritorio.

La campana de dicha alarma estaba en la parte superior de la puerta de acceso a la sucursal. Se dice que funcionó con un ruido no perceptible a unos cien metros, por lo que los funcionarios de la Policía Judicial no se percataron a tiempo de lo que ocurría. Se conoció que generalmente la alarma producía un ruido bastante fuerte y continuado, por lo que es muy extraño que durante el atraco no haya funcionado de tal manera.

Pese a esto, la alarma sirvió para alertar a los delincuentes, quienes por temor a ser descubiertos decidieron desistir de la idea de saquear la bóveda y sólo se dedicaron a robar las taquillas. 

Logrado parte del objetivo que perseguían, los siete individuos se retiraron de la sucursal bancaria caminando hacia atrás y con los cañones de las armas apuntando a los presentes, quienes no pudieron hacer nada para evitar la acción de los atracadores.

Se llevaron un fusil FN-30, con el cual hacía guardia el agente de seguridad Luis Saúl Vergel y lo utilizaron para atemorizar a las personas que se encontraban en los alrededores del banco. Dos balas quedaron incrustadas en la fachada del edificio. El grupo de delincuentes se subió al mismo vehículo en que llegaron al lugar de los acontecimientos: una camioneta Willys, modelo 62, color rojo oscuro, placas C9-01-77 y emprendieron la huida. 

En primer momento, el gerente no pudo informar con certeza la cantidad de dinero que se habían llevado de las taquillas y calculaban que cargaron con aproximada mente medio millón de bolívares. Según lo revelado a los medios, a la hora del hecho los cajeros se encontraban contando unos trescientos mil bolívares que acababa de depositar Luis Alberto Seade, representante de la conocida casa de cambio "Seade", ubicada frente al Parque de Santander, en la vecina ciudad de Cúcuta. Para esa hora, también informaron que habían en caja unos dos cientos mil bolívares más por concepto de depósitos y otras operaciones que acababan de realizarse. 

La noticia del robo se extendió rápidamente y en poco tiempo el lugar se llenó de funcionarios policiales, periodistas y una multitud de curiosos asombrados. Este hecho sin precedentes había sacudido la ciudad de San Antonio del Táchira, capital del municipio Bolívar.

Más testimonios

Los periodistas lograron conversar con el gerente Rafael Arias, quien estaba al frente de la sucursal desde 1958. Explicó que todo ocurrió tan violentamente que no pudo darse cuenta de los rasgos fisonómicos de los atracadores y que el hombre que inicialmente lo encañonó lo tomó por sorpresa, pues se hallaba firmando algunos documentos. "Cuando levanté la cabeza para ver quién era la persona que me solicitaba, sufrí una gran sorpresa al ver el arma 

apuntándome a la frente", expresó. Asimismo, manifestó que el mayor movimiento de esa entidad se produce los lunes de cada semana y que la mayoría de clientes que recurrían allí, venían de Colombia.

Por su parte, el agente de seguridad identificado como Luis Saúl Vergel, dijo que hace año y medio ingresó a las Fuerzas Armadas Policiales del Estado y que durante ese tiempo estuvo prestando sus servicios en el destacamento de policía con sede en esta localidad, pero que una semana antes del robo se le encomendó la custodia de la sucursal bancaria. "Yo me encontraba parado en la puerta del banco, cuando sentí que alguien me tomaba por los brazos y me ordenaba ingresar a la sede bancaria", dijo.

"Mientras los otros individuos penetraban, el que me tenía agarrado por los brazos me soltó para forcejear conmigo y apoderarse del fusil. Luchando cuerpo a cuerpo, penetramos al banco y fue cuando otros dos su jetos me encañonaron con sus metralletas y me obligaron a soltar el arma y tenderme en el suelo", relató. 

Tras el hecho, se realizó una investigación conjunta entre el antiguo Departamento Administrativo de Seguridad de Colombia (DAS) y la División de Delitos de la Delegación del Cuerpo Técnico de Policía Judicial. Los funcionarios expresaron que la camioneta que utilizaron los antisociales fue hallada abandonada a 50 metros del río Táchira. 

En el interior se hallaron tres bolsas grandes de cuero con cartuchos y balas pertenecientes a un tipo de metralleta y a una ametralladora Madsen; así como también una granada fragmentaria MK-2, también conocida como "granada piña". 

El subcomisario, Tulio Enrique Granados, reveló que los individuos atravesaron a pie el río Táchira y se dirigieron a La Parada, al otro lado del Puente Internacional, donde abordaron un automóvil color beige, dirigiéndose a Cúcuta.

Identificados

Horas después del asalto, la identidad de los delincuentes fue descubierta a través de un minucioso trabajo de laboratorio llevado a cabo por expertos en dactiloscopia. Los expertos reactivaron varias huellas dactilares y otros rastros dejados en el interior del banco y en la camioneta. También fueron de gran ayuda los datos aportados por los empleados del banco y por las otras personas que allí se encontraban.

Finalmente, se logró conocer los nombres de cuatro de los siete sujetos que habían participado en el crimen. Dos de los detenidos en Colombia respondían a los nombres de José Manuel Gómez Duque, quien se hacía llamar "Sabas Calderón Castro" y Carlos Restrepo Quintero, que también utilizaba el nombre de "Darío Trujillo Giraldo". Los otros dos: Ángel María Cano y José Mario Castro Osuna, conocido como el "Orejitas", quienes más tarde fueron detenidos en Bogotá. 

Los otros tres ladrones que participaron en el atraco no lograron ser identificados por las autoridades y hasta el día de hoy se desconoce los detalles de este caso. En el expediente remitido al juzgado del antiguo distrito Bolívar, sólo figuraban cuatro sujetos. 

Durante las investigaciones se conoció que a cinco años de este atraco, varios sujetos fuertemen te armados tomaron por asalto la casa de cambio "Seade", en Cúcuta y lograron llevarse más de trescientos mil pesos colombianos. De esta casa de cambio provenía la mayoría del dinero que también fue robado de la sucursal del Banco de Maracaibo. 

Asimismo, las autoridades informaron de una supuesta relación con un robo frustrado un año atrás a la sede del antiguo Banco Agrícola y Pecuario (BAP), ubicada en la calle 2 de La Grita. En este caso, cuatro hombres armados entraron con el fin de destrozar la caja de caudales donde se hallaban unos ciento ochenta mil bolívares. Sin embargo, la alarma dada por uno de los vigilantes hizo que los hombres salieran huyendo al observar que se acercaban varios efectivos policiales. Los delincuentes dejaron estacionado un Chrysler, modelo Plymouth, color azul crema que los llevó a ser detenidos. 

Los hombres fueron identificados como José Leoncio del Rosario, Gerardo Fernández, Antonio Romero Ontiveros y Orlando Parra. Aunque los investigadores no pudieron establecer la conexión entre los robos, existía la hipótesis de que los delincuentes tomaron como referencia este atraco para guiarse y no cometer los errores que ellos cometieron. Pese a esto, no les salió como pensaban y también fueron descubiertos y acusados. 

Los datos de esta historia criminal del Táchira se encuentran resguardados en los archivos de la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en la sede del antiguo liceo Alberto Adriani en San Cristóbal.

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