Redacción | La Prensa Táchira.- La excavación de Colinas de Queniquea develó un pueblo de 300 años antes de Cristo que albergó a más de 100 personas. Es el único hallazgo de este tipo en Venezuela. Contiene una singular concentración de terrazas de habitación del período prehispánico, lo que la hizo merecedora de su denominación como el Machu Picchu venezolano y lo tenemos aquí en el Táchira, pero nadie le hace caso.
La antropóloga, Reina Durán, quien lideró las excavaciones realizadas entre el año de 1991 y 1993 en el yacimiento El Cerrete, ubicado en la aldea Colinas de Queniquea, municipio Sucre del estado Táchira, asegura que durante este período de excavación, en un área de 5.5 hectáreas, se lograron detectar 30 terrazas (10 en la parte alta, 11 en el centro y 9 en la parte baja), diseñadas siguiendo el declive natural del cerro con una alineación un tanto irregular. No obstante, Durán presume la existencia de más terrazas, pero que habría sido necesario realizar una limpieza total del cerro para ubicarlas, debido a la abundante vegetación del sitio.
"Previo a este yacimiento, la mayoría de las terrazas andinas tenían fines agrícolas. La mayoría fueron utilizadas como sitio de habitación, aunque algunas tuvieron fines funerarios y las más pequeñas se estiman que fueron depósitos. La mayoría de viviendas tenían forma circular y pisos de piedras pequeñas. Los restos en las bases de las viviendas nos indican que usaban madera de helechos arbóreos en postes y vigas. Además, en cada terraza de habitación encontramos vasijas de ofrendas. Los sitios de cultivo estaban próximos a las viviendas, pues existen rastros de terraplenes de cultivo cerca de algunas terrazas, aunado a gran cantidad de piedras y manos de moler que reafirman la práctica de cultivo de granos", detalló.
Durán indica que lo extenso del yacimiento, el número de terrazas, así como la capacidad tecnológica y el tiempo que debió durar su construcción con muros de contención, caminerías de piedras naturales entre terrazas para facilitar el tránsito y servir de cauce al agua en el período lluvioso, hablan de una sociedad sedentaria, asentada durante varias generaciones con un gran desarrollo de la agricultura y otros renglones como tejido, alfarería y talla de la piedra, además de una posible relación de intercambio con los habitantes de El Ceibal y Zorca, por sus similitudes en tipos cerámicos, ornamentos y clases de entierro.
Durán declara además que los hallazgos de entierros con figuras de aves en azabache que se repite en decoraciones cerámicas no sólo habla de una posible creencia en un ser superior representado en esa figura, sino que la existencia de algunas tumbas con mayor ajuar permiten inferir una familia dominante -que tiene acumulación de bienes y podría ejercer un poder centralizado dentro del sistema de organización social.
Los entierros, indica Durán, sirvieron asimismo para identificar que este pueblo originario de la alta montaña tachirense también dominaba la técnica del tejido de fibras blandas y duras, como lo evidencian los volantes de huso de piedra y los restos de filamentos de fibra vegetal encontrados en las tumbas, posiblemente correspondientes a sacos mortuorios, además que las figulinas y cuentas de collar encontradas en los ajuares muestra que trabajaron el azabache.
Otro rasgo resaltante de esta comunidad originaria de Colinas de Queniquea que resalta Durán es su tradición alfarera, ya que se encontraron gran cantidad de vasijas muy diversas en cuanto a sus formas, texturas y decoración, "la cual va desde incisiones y apliques, hasta el uso de pinturas externas e internas, incluyendo policromía".
La antropóloga indica que, pese al gran tamaño de este asentamiento, "no existen referencias históricas" de este grupo que habitó en Colinas de Queniquea, por lo que es probable que haya migrado a otro sitio mucho antes de la llegada de los españoles.
Bien nacional
Durán afirma que tras descubrir toda esta aldea prehispánica del período neoindio fue notificado el Ministerio de Cultura y decretado "Bien Cultural de la Nación", según la resolución N° 009-99, del 28 de junio de 1999. Posteriormente, el 30 de septiembre de ese mismo año, se publica en Gaceta Oficial N° 36.798, pasando a estar bajo la protección de las autoridades nacionales, estadales y municipales, de acuerdo a la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural.
"Yo luché durante mucho tiempo para tratar de conseguir que la gobernación comprara esos terrenos que pertenecen a tres familias y hacer ahí el parque arqueológico con un museo de sitios y un centro de investigación, incluyendo un área de descanso para los investigadores. El objetivo era continuar las excavaciones porque presumíamos que en la parte alta de la montaña habían más terrazas que eran parte de esta obra de ingeniería prehispánica y que en la parte del museo se expusiera el material extraído", detalló.
Durán, incluso dijo que los restos hallados en este yacimiento con los cuales se podían inferir la forma y materiales utilizados en la construcción de estas viviendas prehispánicas, permitían la posibilidad de hacer la reconstrucción de al menos una edificación en el sitio, a fin de usarlo como modelo referencial para ilustrar a propios y visitantes sobre cómo vivía el grupo indígena que habitó en esta aldea.
Sin embargo, este proyecto que podría generar incluso importantes recursos por la parte turística a semejanza del Machu Pichu original, no se ha podido concretar, pese a que refiere que durante el mandato del exgobernador, Ronald Blanco La Cruz, se habían remitido unos recursos a la Alcaldía del municipio Sucre para la protección de este bien.
"No sólo no lo han respetado y protegido, sino que lo están destruyendo. El dueño del terreno donde se encuentra la mayor parte de las terrazas ya había construido dos casas justo encima de las terrazas principales. La municipalidad estaba al tanto de que era un bien cultural nacional porque yo misma fui a la alcaldía y me reuní con ellos en varias ocasiones. Pero no sólo no me hicieron caso y lo dejaron construir las casas, sino que utilizaron camiones de la misma alcaldía para movilizar los materiales de construcción, a sabiendas de que cometían un delito contra el patrimonio", aseveró.
Durán lamenta que no se hayan dado multas ni prisión como lo establece la ley, pese a que ella presentó la denuncia ante el Ministerio de Cultura y gobernación. "Nadie hizo caso. Me cansé de tanto decir para acá y para allá sin conseguir apoyo y ese monumento histórico está allí, perdiéndose", destacó.
Señala, además que el propietario de los terrenos, en su momento, pedía montos exagerados para ceder la propiedad y pretendía vender parte de los hallazgos arqueológicos encontrados en los terrenos, además de que utilizaba otras áreas de las terrazas para la siembra, extrayendo las rocas de los sitios correspondientes.
"Él asumió una actitud de 'esto es mío y no me importa', porque le informamos sobre el yacimiento y que este ya había pasado a ser de interés nacional y, como tal, todo material arqueológico es propiedad del Estado por lo que está prohibida su negociación y venta. La misma alcaldía hizo un decreto de protección y después le prestaron los camiones para que construyera. Así que uno hace hasta donde puede. Pero es necesaria una intervención real de las autoridades para proteger este yacimiento que es de todos los venezolanos y que nos permite comprender el desarrollo de nuestros pueblos originarios", subrayó.
Otras terrazas
Reina Durán indica que en el yacimiento de Los Vegones, en el municipio Ayacucho (2008-2009), también se ubicaron terrazas de cultivos en buen estado en la parte baja del cerro, mientras que en la parte alta se localizaron terrazas de habitación, aunque no concentradas como las de Colinas de Queniquea.
Además, señala que a pesar de observarse especies de pisos, estos no son uniformes, lo que hizo inferir que sólo eran para darle estabilidad a la tierra para los cultivos. También resalta el uso de cuevas y abrigos rocosos como viviendas, algunos de los cuales están asociados a petroglifos.
¿Es factible el arqueoturismo?
Grandes recursos financieros y humanos y mucha voluntad política se requieren para implementar un turismo arqueológico en el Táchira.
Así lo señala Alfonso Peña, experto en turismo, quien sostiene que efectivamente el Táchira es uno de los estados de Venezuela con mayor cantidad de recursos arqueológicos de importancia para su aprovechamiento turístico "equilibrado y sostenible" no sólo por los más de 30 yacimientos que incluyen esta aldea, sino otros como los petroglifos o los dinosaurios encontrados en la formación La Quinta (Laquintasaura Vene?zuelae y Tachiraptor Admirabilis).
Sin embargo, sostiene que el desconocimiento de todos estos hallazgos puede jugar en contra, siendo necesario construir "una cultura" sobre estos bienes culturales e instaurar campañas sobre su conservación, cuidado y protección, recordando, por ejemplo, que "en una oportunidad llegaron a pintar la Piedra del Indio, colocando mensajes de una iglesia cristiana sin conocer el daño que estaban haciendo".
Además, enfatiza que al ser un turismo muy especializado se debe preparar al personal que trabajará en esta área, no sólo en materia de turismo y arqueología, sino hasta en atención de emergencias, ya que muchos yacimientos se encuentran en áreas boscosas, de difícil acceso y alejados de centros urbanos.
"Se requiere equipamiento, permisología e infraestructura, pero actualmente el Táchira no cuenta con los recursos para crear las condiciones mínimas para su aprovechamiento turístico, por lo que sería necesario obtener financiamiento internacional. Pero lo más importante es la voluntad política para buscar los recursos, proteger esa riqueza y continuar la investigación que se ha venido desarrollando desde el Museo del Táchira", subrayó.
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