Tocomocho: la estafa que mantenía en alerta al Táchira hace más de 70 años

Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- Las estafas han estado presentes en el estado Táchira desde mucho antes de lo que cualquiera pueda imaginarse. Durante muchos años, bandas criminales y delincuentes solitarios se han aprovechado de la falta de malicia del pueblo andino para hacer de las suyas, manejando a diestra y siniestra las artes del engaño. 

En la década de los años 50 y 60, en el Táchira se hizo popular un fraude que pronto se convertiría en el modus operandi preferido de los estafadores. Se trata del "tocomocho" o truco del billete premiado, una trampa de origen europeo que a lo largo de la historia se ha valido de los cuentos o historias para engañar a personas y robarles dinero.

En los medios locales comenzaron a surgir decenas de testimonios de personas que habían sido víctimas de este engaño. 

El 17 de marzo de 1953, uno de ellos identificado como Martiniano Moncada se presentó ante la antigua sede de la Policía Judicial a presentar la denuncia de que había sido robado con una rara historia sobre un billete de lotería que estaba presuntamente premiado. 

Moncada cuenta que se encontraba caminando por un sector de La Concordia, cuando inesperadamente fue abordado por tres individuos, quienes le expresaron que portaban un billete de lotería ganador de una gran suma de dinero, pero que no podían cobrar el premio en la agencia de lotería por carecer de documentos personales. Los hombres aseguraban que habían llegado recientemente de Colombia y que por ser extranjeros se veían imposibilitados de hacer efectivo el ticket. 

El incauto hombre les preguntó cómo podía ayudarlos y los tres sujetos le explicaron que debía dirigirse a una de las agencias ubicadas dentro del municipio San Cristóbal y que ellos lo esperarían en el mismo lugar. Sin embargo, expresaron que como garantía de que no iba a huir con el dinero debía entregarles algo de valor. Finalmente, lograron quitarle la cantidad de doscientos setenta bolívares que era todo el capital que llevaba consigo.

Dijo Moncada que él se hizo presente en una venta de lotería con el propósito de cobrar el "premio", pero allí, luego de comparar el billete con la lista respectiva, le informaron que no había salido premiado.

Sin pérdida de tiempo, se dirigió al lugar donde minutos antes había dejado a los tres individuos, pero estos ya no se hallaban en el sitio. El ingenuo hombre, al darse cuenta de que había sido víctima de una estafa por parte de los tres antisociales de inmediato recurrió a las oficinas de la PTJ a consignar la denuncia correspondiente. 

Adinerados

No sólo las personas humildes fueron víctimas de estos hechos. Personas adineradas de la época, también cayeron en las garras de los estafadores. Ganaderos, comerciantes y hasta maestros ingenuos perdieron grandes sumas de dinero por confiar en estos desconocidos.

El 24 de junio del año 1966, un medio de comunicación impreso reseñó la declaración de un ganadero de nombre Manuel Antonio Contreras Márquez, quien se dirigió desde San Cristóbal hasta la población de El Cantón, ubicada en el estado Barinas, con el fin de visitar a un comerciante que le debía una suma de diez mil bolívares. 

A los pocos minutos que Contreras Márquez abandonó la casa del comerciante y se dirigió por la carrera 14 de dicho sector fue rápidamente interceptado por dos sujetos cerca de un establecimiento nocturno conocido como "Bar Torbes". Según cuenta el ganadero, el hecho se produjo a eso de las cuatro de la tarde.

Bajo engaño y con la misma historia del "billete de lotería premiado", los dos hábiles sujetos lograron quitarle al hacendado los diez mil bolívares que había recibido del comerciante. Le hicieron creer que recibiría 20 mil bolívares si cobraba el ticket de un premio de 50 mil, el premio mayor. Al llegar al centro de apuestas, la víctima se dio cuenta que había sido estafado por la pareja. Inmediatamente notificó lo ocurrido a una patrulla policial que pasaba por el lugar, logrando capturar a los delincuentes. 

Los funcionarios policiales les decomisaron varios pañuelos, billetes de lotería, listas de casas de apuestas y otros objetos que utilizaban para engañar a los incautos. Lograron determinar que los estafadores pertenecían a una banda criminal que estudiaba cuidadosamente a sus víctimas y obtenían información de terceras personas a cambio de dinero. Por este motivo sabían que el ganadero iba a recibir 10 mil bolívares por parte de un comerciante. 

Según información proporcionada en aquel entonces por Tulio Enrique Granados, jefe de la División de Delitos de la Policía Judicial, los detenidos gozaban de amplios antecedentes delictivos tanto en los archivos de la Policía como del Servicio Especial de las Fuerzas Armadas Policiales del estado.

Los delincuentes fueron identificados como Gabriel Corzo, de 34 años de edad, casado, oriundo de la ciudad de Bucaramanga, Colombia, sin profesión ni residencia fija; y la ciudadana Gladys Ortiz Aguilar, de 22 años, sin domicilio conocido. 

Con la captura de estos dos maleantes, el Cuerpo Técnico de Policía Judicial creía tener la información necesaria para el desmantelamiento total de esa banda. Sin embargo, esto no fue del todo posible, ya que eran muchas las personas y los grupos que se dedicaban a cometer esta estafa. 

También se conoció el testimonio de Rosa Estela Ramos, una maestra que fue interceptada por una mujer en un supermercado. Según cuenta, la joven que hablaba con un acento extranjero le explicó que recientemente se había mudado a San Cristóbal y que aún no tenía papeles ni residencia, pero que había sido la afortunada ganadora con el premio mayor de una lotería venezolana. Tras varios minutos de insistencia, la maestra le dio un monto de cinco mil bolívares bajo el engaño de que recibiría una gran bonificación. 

La docente hizo lo propio y cuando regresó con la mala noticia de que el ticket no había resultado premiado, la mujer ya no estaba. 

Más detenidos

A finales de los años 60, específicamente el 17 de agosto de 1969, dos hábiles estafadores fueron apresados cerca de la alcabala de El Mirador por detectives del Servicio de Investigación de la Policía del estado poco después de que habían estafado la cantidad de mil doscientos bolívares a una señora residente en La Concordia.

Los dos delincuentes respondían a los nombres de Moisés Nieves, de 40 años de edad, natural de Vélez, ubicado al sur del departamento Santander en Colombia y Esther Julia Tejeda, de 28 años, soltera, oriunda de Buga, también en Colombia. Según fuentes policiales de la época, ambos han estado presos en otras ocasiones, pero sólo por sospechas sin que en ningún momento les hubiesen comprobado alguna fechoría.

Los delincuentes cayeron presos cuando huían en un taxi hacia Colombia, tras haberle arrebatado con mucha astucia al menos mil doscientos bolívares a la señora Gladys Marina Zambrano de Chaparro, residente en la avenida Parque Exposición, en la parroquia La Concordia.

Gladys aseguró que la estafadora Esther Julia Tejeda se le acercó con mucho ingenio al salir de una entidad bancaria de donde retiró el dinero. Apenas había caminado una cuadra, cuando le aplicó el viejo truco del "billete de lotería premiado". La embaucadora sacó un billete de la Lotería del Táchira con el número 13.932, perteneciente al sorteo No 43 del 17 de ese mes, diciéndole que estaba premiado con 25 mil bolívares, pero no podía cobrarlo por carecer de documento de identidad. La mujer manifestaba ser nativa del estado Mérida y que estaba en el Táchira prestando servicio como doméstica en casa de un mayor del Ejército en la ciudad de San Cristóbal. 

Mientras conversaban, se sumaron a las dos mujeres un sujeto de nombre Moisés Nieves, quien convenció a la señora Zambrano de Chaparro para que cobrara el billete y se ganara una buena recompensa. Según declaró a los medios, el hombre le repetía que no tuviera miedo porque él conocía muy bien a la afortunada ganadora y él era un personaje muy reconocido en la ciudad. 

Finalmente, la víctima tomó el billete y lo guardó en la cartera. Antes de irse, los dos estafadores hicieron el simulacro de que ahora los que desconfiaban eran ellos. Le expresaron su temor de que la mujer se adueñara del dinero. Fue entonces cuando Esther Julia Tejeda le dijo que le diera dinero como garantía.

Dudosa le ofreció la libreta de ahorros sin ser aceptada. El hombre entonces le dio a su compinche la billetera de él como garantía de que confiaba en que la señora regresaría con el dinero. Esta actitud hizo que la señora Zambrano de Chaparro abriera su cartera y entregara todo el dinero que acababa de retirar del banco.

Poco después, los tres se retiraron hacia diferentes sitios con el compromiso de encontrarse en la esquina de la iglesia San José. De la misma manera que había pasado con las otras víctimas, la confiada mujer se dirigió al centro de lotería más cercano a cobrar el ticket ganador. 

Al comprobar que había resultado estafada, recurrió al Servicio de Investigaciones, de donde partió una comisión hacia la alcabala de El Mirador. Tras varios minutos de búsqueda, los agentes policiales lograron identificar a la pareja responsable de la estafa conocida como tocomocho, el truco del billete premiado y el paquetazo. 

Iba a un entierro

Cuando estos fraudes comenzaron a publicarse en los periódicos, los delincuentes tuvieron que ingeniárselas con historias más dramáticas para cautivar a sus ingenuas presas. Cuentos de persecuciones, problemas visuales y hasta muertes de familiares tuvieron que inventar estos ladrones para lograr su objetivo. A mediados de la década de los años 50, una joven salió de una entidad bancaria tras haber cobrado la cantidad de veinte mil bolívares. Un hombre con una actitud apresurada se le acercó a rogarle que necesitaba un favor suyo. Le dijo que estaba muy angustiado y no disponía de tiempo porque tenía que estar urgentemente en Barranquilla, en el entierro de su progenitora que falleció hace pocas horas, según se lo habían comunicado.

El hombre aseguraba que llamó a su mamá para contarle que había ganado en la lotería y la que contestó fue una tía suya afirmando que su madre estaba muerta. Como no tenía tiempo de ir a su casa y buscar sus documentos, requería que alguien cobrara el ticket ganador de un premio de doscientos cincuenta mil bolívares que estaba dispuesto a compartir.

La joven accedió a los requerimientos del hombre y le dio el dinero que había sacado del banco como aval. Apenas ella dobló la calle, el estafador desapareció. Más tarde, este sujeto fue puesto a órdenes de los tribunales de Justicia por el delito de estafa. 

Fue identificado como Gustavo Pérez, de nacionalidad colombiana, a quien también se le acusó de haber intentado perpetrar un robo contra otra mujer ese mismo día. Los datos de estos testimonios se encuentran resguardados en el archivo de la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", en San Cristóbal.

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