Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- Frente al Club Demócrata de San Cristóbal, Luis Emiro Montiel esperó con atención y cautela que el reconocido músico y dentista, Abel Sánchez, llegara a su residencia para enfrentarlo por un terrible crimen que había cometido dos años antes. Mientras aguardaba, sacó una moneda y la lanzó a cara o sello, poniendo la vida del especialista en manos de un juego de azar. La cara de Simón Bolívar cayó en su mano, indicando que la víctima debía morir durante el transcurso de ese día, 20 de diciembre de 1954.
Todo esto derivado de la rabia y las ansias de venganza que atormentaban a la familia de Luis Emiro Montiel desde el año 1952, cuando su prima de tan sólo 14 años salió embarazada meses después de haber viajado a San Cristóbal para realizarse un tratamiento odontológico con el doctor Abel Sánchez.
Según cuentan medios locales de la época, la niña oriunda de Maracaibo, estado Zulia, se trasladó a la capital andina para visitar a su familia y aprovechar de ahorrarse algunos bolívares en una consulta odontológica mucho más económica que en su lugar de origen. En el consultorio, todo parecía ir de acuerdo a lo que la joven consideraba "normal", hasta que finalizado el trabajo, el dentista se aprovechó de los efectos de la anestesia para abusar de ella. Sin embargo, la vergüenza y el temor hicieron que la adolescente no contara lo sucedido, regresando a Maracaibo con su madre.
Meses más tarde, cuando la barriga del embarazo comenzaba a notarse, los padres y familiares de la menor comenzaron a interrogarla sobre quién era el padre de la criatura y tras la insistencia, ella no tuvo otra opción que confesar el terrible hecho.
Huida
Al saber quién fue el autor del caso, Luis Emiro Montiel en compañía de su hermano se dirigió desde su residencia en Seboruco hasta San Cristóbal en busca del dentista para confrontarlo. Sin embargo, los sujetos llegaron a un consultorio equivocado, donde varios colegas alertaron al doctor de que lo andaban buscando.
Inmediatamente, el médico emprendió huida hacia España, donde logró refugiarse por algo más de un año en espera de que la situación se apaciguara. Lo que desconocía era que a su regreso se enfrentaba a un hombre con amplio récord criminal que juró vengar el abuso hacia su prima.
En diciembre de 1954, Luis Emiro Montiel se enteró que Abel Sánchez había llegado al país y el 20 de ese mes se dirigió a su residencia en la carrera 7 con calle 10, fren te al Club Demócrata, donde lo esperó pacientemente.
Finalmente, el doctor apareció entre los vecinos y mientras conversaba con un carpintero de la zona recibió un desconcertante disparo en la espalda. La víctima intentó sacar un revólver que llevaba en el bolsillo, pero un segundo tiro en el pe cho lo detuvo y un último disparo le llegó a su mano derecha para impedir definitivamente que el médico pudiera defenderse.
El asesino caminó acelerado hacia una calle donde fue perseguido por un fiscal de tránsito que segundos antes había oído los disparos y dio la voz de arresto a Montiel, quien obedeció inmediatamente porque según él, "no tenía nada en contra del fiscal", aun que tenía dos tiros más en el arma, no le tiré".
Más tarde, el fiscal de tránsito que detuvo al asesino manifestó que instantes antes del crimen, el doctor Abel Sánchez estuvo conversando con él y otros fiscales frente a la parada de los "carritos de a medio". Al despedirse de ellos, siguió con rumbo a su casa y fue momentos después cuando sonaron los tres disparos. También dijo que Sánchez se detuvo un momento a conversar con José María Sánchez, un carpintero que trabajaba en la fábrica al lado de la residencia de Sánchez cuando surgió Montiel y casi a quemarropa hizo el primer disparo.
La versión más divulgada daba cuenta de que Montiel posiblemente es tuvo acechando a su víctima, escondido tal vez en la esquina de la antigua agencia "American Motors", o frente a esta, en la esquina del Club Demócrata.
El fiscal Carrillo expresó que al sentir los disparos corrió hacia donde estaba Sánchez con la ma no sobre el pecho, y que este le dijo que agarrara al asesino. Entonces siguió hacia la calle 10 y logró detenerlo frente al Restaurant Mario.
Mientras tanto, la víctima había sido conducida de urgencia a la Clínica Los Andes, en donde se le prestaron todos los cuidados médicos del caso, pero su deceso se produjo aproximadamente una hora y media después del ingreso. Las balas habían penetrado en el hemitórax izquierdo, la tetilla y la axila derecha, sin abrir orificio de salida en ninguna de ellas.
Este crimen conmovió profundamente a la colectividad de San Cristóbal por las circunstancias de su muerte y por el reconocimiento que gozaba este médico y también flautista de oro de la exitosa Orquesta "Santos".
Los datos de este crimen se encuentran res guardados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", San Cristóbal.
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