Táchira definida por herencia ancestral de arawacos, caribes y chibchas

Elizabeth Montoya | La Prensa Táchira.- Hablar del ascendente originario del Táchira es hablar de tres grupos principales: los caribes, los arawacos y los betoy, que vienen siendo la rama oriental de los chibchas, aunque de cada una de esas familias se desprendieron diferentes parcialidades y, en el trabajo con los cronistas, pudimos contabilizar más de 60 parcialidades habitaron en el Táchira. 

Así lo señaló la antropóloga, Reina Durán, quien destacó que el territorio de lo que es hoy el Táchira cortado en diferentes direcciones por profundos valles y caudalosos ríos de montaña, en distintas épocas antiguas, dio paso a corrientes migratorias de indígenas de las selvas del Zulia, de las altas laderas de Mérida, del alto llano apureño y de Colombia. Sin embargo, ya hablar de asentamientos como tal, señala que aunque los petroglifos podrían dar fe de una primera migración, anterior al año 3000 antes de Cristo, de esta "no quedaron muchas cosas que reconocer, por lo que se desconoce a ciencia cierta si se fueron para otro lado o se quedaron acá".

Explica que ya en segunda migración, de manera casi simultánea, se produjo el asentamiento de los arawacos, y los betoy. Durán explicó que las tribus arawacas entraron por el sur a través de los grandes ríos Uribante, Quinimarí y Torbes que favorecían esta entrada, ya que eran ríos navegables con un enlace natural con el río Apure, donde se encontraban importantes grupos arawacos como los caquetíos y achaguas. Aunque resalta que hubo otra parte que llegó del norte y migró hacia la parte oeste del estado. "Son de los más antiguos, los semerucos de Seboruco, junto a los queniques —Queniquea—, que ya serían de origen betoy, los cuales se xtendieron por el Táchira occidental junto a los Capacho y los chitareros provenientes de la cordillera oriental de Colombia", afirmó. 

La antropóloga detalló que la última migración, la de los caribes, entró por el norte desde las costas marabinas, hasta su asentamiento en la zona que hoy ocupan los municipios Ayacucho y García de Hevia.

Sin embargo, Durán señala que entre los distintos grupos que habitaban el Táchira no se puede hablar de algún tipo de homogeneidad porque no todos tenían el mismo desarrollo cultural o de organización.

"Habían unos que estaban más avanzados que otros. Unos ya tenían sus aldeas, otros estaban más dispersos. Muchos de los pueblos que 'fundaron' los españoles, eran aldeas indígenas. Los historiadores hablan sobre la supuesta agresividad de pueblos como los caribes, pero eran una cultura bastante desarrollada, que incluso trabajó los metales, pero los hicieron ver como agresivos, porque se resistieron hasta lo último del exterminio. Cualquiera se rebela cuando lo están pisando y quitando sus tierras y sus cosas", destacó.

Para la llegada de los españoles, Durán refiere que ya los indígenas radicados de la región habían alcanzado un cierto florecimiento cultural, pues los historiadores hablan de organizaciones sociales definidas y el desarrollo de lenguajes autóctonos —derivados del chibcha—, que derivaron incluso en la existencia de una biblia en dicho lenguaje para enseñar a los indígenas.

Cosmogonía

Ofrendas en los asentamientos para atraer la prosperidad, vasijas con alimentos junto a los restos en los entierros funerarios y muchas representaciones gráficas, especialmente plasmadas en piedras en diferentes puntos de la geografía regional dan cuenta de los ritos y dioses que formaron parte de la cosmogonía de los ancestros tachirenses. 

El actual director del Museo del Táchira, Anderson Jaimes, señala que las investigaciones desarrolladas por esta institución, especialmente en el área de los petrolifos y el trabajo etnográfico han permitido identificar la presencia de ciertas imágenes que remiten a mitos sobre la creación del mundo. 

"Una gran cantidad de piedras tienen huellas de pies humanos marcadas en ellas, muchas veces son dos pares. Esto fue interpretado por los misioneros como la presencia de un apóstol prehispánico, tergiversando de esta manera un antiguo mito de los pueblos andinos que habla del descenso de los dioses que vivían en el cielo. Por algunas circunstancias, dos de esos dioses cayeron a la Tierra, ya sea por castigo, por guerra o porque así lo escogieron, hay muchas versiones del mismo, pero coinciden en que al caer dejaron sus huellas marcadas en el sitio y luego se convirtieron en seres creadores, tratándose entonces de una pareja primordial", detalló.

Jaimes señala que de los petroglifos se ha podido identificar otros mitos reiterativos, como aquel donde dos pares de dioses -dos hombres y dos mujeres, algunas veces una de ellas embarazada- hacen el mundo danzando y alrededor de su danza van apareciendo los elementos de la creación. 

"También está el mito de las lagunas que habla de una diosa que sale de la laguna con un niño en brazos, posiblemente hijo o hermano, que con el tiempo se convierte en hombre y ya adulto procrea con ella la raza humana, para posteriormente regresar a la laguna y convertirse en serpientes", relató.

Asimismo, declara que las investigaciones refieren al establecimiento de sociedades matriarcales y rituales funerarios bastantes complejos, con una serie de ofrendas en un orden muy particular registradas en algunas tumbas y otros conocimientos que han permanecido gracias a la oralidad y sobreviven como mitos. "Muchos de ellos muy modificados como el mito de los sitios encantados, lagunas como portales y otras narrativas muy presentes como piedras con poderes como la piedra del mapa en Colón —Ayacucho—, que sus pobladores refieren que moverla de su sitio puede llevar a la destrucción del pueblo por inundación". 

"Hay muchos conocimientos que provienen directamente de nuestros ancestros, especialmente en la agricultura, en lo que se refiere el sistema de riego, el terraceo de los terrenos, la forma de arar, los tiempos de siembra y cosecha, según las estaciones de la Luna. Otros conocimientos relacionados con el diagnóstico y cura de enfermedades, tanto de personas como de animales, como el escuajado o el pujo en los niños, o afectaciones por lluvia de arco. Son cosas que siguen presentes, especialmente dentro de la cultura de nuestros campesinos, y que proviene de los pueblos originarios", afirmó.

No obstante, Jaimes considera que toda esta herencia de nuestros ancestros que forjó una parte muy importante de nuestra cultura tradicional y popular, ha sufrido "un proceso de invisibilización y olvido, producto de la transculturación o la colonización del pensamiento a la que hemos sido sujetos a lo largo de todos estos años, pero que en el fondo continúa presente en el inconsciente y subconsciente colectivo e individual de los tachirenses".

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