Ariana Moreno| La Prensa Táchira.- En la zona sur de la ciudad de San Cristóbal se halla el rostro de una comunidad que nunca duerme. Por las noches, los habitantes le temen a los estragos que pueda causar un nuevo desbordamiento del río Torbes y por el día, deben enfrentarse al hambre, al abandono y a la preocupación de vivir sumergidos en la pobreza.
Al ser fundado a orillas del río, el barrio San Francisco desde sus inicios ha estado expuesto a graves peligros. En el año 2018, aproximadamente 10 viviendas fueron arrastradas por el caudal del río Torbes y dejó en riesgo unas 15 más. Hoy, cinco años después, estas casas están a punto de colapsar debido a la erosión y a varios intentos del río por terminar de cobrar el terreno que le pertenece.
Iris Contreras, líder de la junta comunal, asegura que las casas que quedan están prácticamente en el aire. Sólo un muro de contención los protegía del peligro, pero ahora también ha sido arrastrado y sus restos sólo sirven para que cada vez que haya una crecida el agua se desborde inundando a varios galpones industriales ubicados en la zona.
Pese a que para agosto del año 2022 la Alcaldía del municipio San Cristóbal anunció la culminación de los trabajos de dragado y canalización del río Torbes en el tramo correspondiente al barrio San Francisco, los habitantes aseguran que este trabajo "lo dejaron a medias". Según el residente Mario Villamizar, el maquinista no hizo bien su trabajo y lo que hizo fue hacer una especie de represa que desvía el agua incorrectamente haciendo que se desborde aún más.
Durante estos trabajos, también se sustituyó la pasarela que comunica al San Francisco con el Bolivariano, pero los habitantes manifiestan estar a la espera de soluciones de otros problemas que los mantiene mucho más angustiados. Según los residentes de este sector, el Gobierno regional asegura no tener los recursos necesarios para terminar de canalizar este tramo del río, por lo que sólo les queda rogar para que no ocurra una nueva tragedia.
La casa de Iris está a solo metros de ser alcanzada por el afluente y le preocupa que el Torbes siga comiendo terreno. Asegura que cuando sucedió la tragedia solicitaron ayuda a las autoridades municipales de aquel entonces para poder proteger las casas que lograron sobrevivir, pero nunca recibieron ayuda. Dicen que fueron incluidos en unas listas para ser reubicados, pero que todavía se encuentran esperando.
La mayoría de los habitantes expresan que no tienen adónde ir e incluso algunos están pensando en construir ranchos en terrenos cercanos, pero menos peligrosos. Aunque todo el barrio está expuesto, las veredas 2 y 3 del sector Los Pinos son las más afectadas. Pérdida de enseres Yorley García tiene más de 15 años viviendo en este barrio y manifiesta que en los últimos años ha vivido situaciones muy duras producto de este problema. Lo único que divide a la casa de Yorley con el río son los restos de una vivienda que se vino abajo y un callejón que da a un peligroso acantilado.
Con cada crecida del caudal el agua se apodera de su vivienda, pudiéndose evidenciar en la humedad y notables grietas en los techos y las paredes. El cuarto que comparte junto a su pequeño nieto amanece inundado cada vez que llueve y la pérdida de enseres es inevitable. Lo mismo le pasa a otras familias que han perdido varias cosas producto del agua.
A toda esta situación, se le suman las precarias condiciones en las que viven sumergidas estas familias, haciendo que la preocupación por ser arrastrados por el Torbes quede en segundo plano.
Justo al lado de la vivienda de Yorley hay un ranchito construido a base de zinc, propiedad de Hernando Correa Ávila y Victoria Estupiñán, dos ancianos que habitan bajos los límites de la extrema pobreza.
En este humilde hogar reinan las carencias y la imposibilidad de satisfacer necesidades físicas y psicológicas básicas, como la alimentación, una vivienda digna, el agua potable y la electricidad. El rancho que no alcanza ni siquiera los 50 metros con un sistema de abastecimiento de agua ni mucho menos con instalaciones sanitarias, por lo que usan una especie de pozo séptico que da al río Torbes. Para poder comer, Hernando Correa Ávila, de 75 años de edad, sale cada mañana en busca de envases plásticos y latas que son arrastrados por el caudal para extraerlos y poder venderlos.
Sin embargo, nada de lo que consigue es suficiente para costearse ni siquiera una comida al día. Hernando asegura que tienen que "apretar la barriga" cada vez que el hambre los acecha porque no cuentan con los recursos necesarios para poder alimentarse. Dicen que sobreviven gracias a lo que algunas personas lejanas les dan, puesto que no hay ningún familiar que los ayude. Pese a que tienen una hija, manifiesta que está en una situación similar y no tiene la posibilidad de poder sacarlos de la miseria en la que viven.
A su edad no pueden trabajar y algunas enfermedades que padecen tampoco les permiten hacerlo. Hernando no puede hacer fuerza y ha pasado por dos cirugías que lo han dejado aún más imposibilitado. Su esposa, Victoria Estupiñán, lo ayuda a recolectar la chatarra que también recoge del río y la acumula en un trozo de terreno detrás del ranchito destinado para ello. Esto es lo único que ella puede hacer, puesto que posee un trastorno del habla que le dificulta conseguir empleo a sus 63 años.
La vecina de estos abuelos, Yorley Margarita García, atraviesa por una situación similar. Cuida a su pequeño nieto mientras su hija se dedica a trabajar, pero lo poco que recibe no les alcanza ni para comer. Para poder sobrevivir viaja a Cúcuta, donde ofrece servicios de limpieza; sin embargo, asegura que se le hace realmente difícil encontrar un trabajo estable y sólo puede trabajar por días.
Así como ellos, decenas de familias se pueden hallar a lo largo del barrio San Francisco, quienes manifiestan sentirse agobiados y esperan que la situación del país cambie para lograr conseguir una vida digna. Mientras que esto sucede, suplican por la ayuda de las autoridades regionales para poder salir del lugar que los mantiene en penurias.
Entre disputas por ayudas y fallas de servicios públicos
Los habitantes del sector Los Pinos aseguran ser discriminados al momento de recibir ayuda por parte de algunas instituciones públicas y Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Según Yorley García, específicamente quienes viven en las vereda 2 y 3 no son tomados en cuenta a la hora de beneficios sociales, y por ello exige a los organismos vigilar a dónde llegan verdaderamente las ayudas que son enviadas para todos los habitantes. Dice que un grupo de habitantes del barrio San Francisco son los que dan la cara y al momento de repartir, ellos se quedan con todo dejando por fuera a quienes de verdad lo necesitan.
En cuanto a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), manifiesta que no llegan con frecuencia y cuando lo hacen, vienen sin los alimentos básicos establecidos para cada familia. Asimismo, el habitante Ignacio Porras expresa que las fallas de los servicios públicos es constante en el barrio San Francisco.
Con el regreso de los apagones, al menos una vez al día se quedan sin energía eléctrica, por lo que temen que las neveras se dañen causando pérdidas en los pocos alimentos que logran conseguir. También asegura que el sistema de suministro eléctrico está en pésimo estado, debido a la falta de mantenimiento. Dice que la mayoría de los postes de luz ubicados en el sector están dañados o se encuentran sin bombillos. Para evitar dejar las calles en completa oscuridad, expresa que han tenido que ponerse entre los mismos vecinos para que cada uno alumbre su frente.
En el caso del gas doméstico, los residentes deben esperar las jornadas de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, los cuales están llegando aproximadamente cada seis meses. También denuncian que en muchas ocasiones les piden el dinero y las bombonas no son llenadas. Muchos de ellos mantienen en sus casas estufas a leña por la falta de este servicio y el alto costo que deben asumir quienes no logran conseguirlas a precio de fábrica.
Otro de los servicios públicos que más dolores de cabeza les da a los residentes es el transporte. Expresan que entrar al barrio San Francisco desde San Cristóbal es una pesadilla. Aseguran que para poder llegar a la comunidad deben tomar medios de transporte que circulan por la Troncal 5 y caminar hasta llegar a sus viviendas, debido a que las pocas unidades que se atreven a entrar a estas zonas lo hacen cada hora o más.
Vialidad
Asimismo, manifiestan que el mal estado de la vialidad y la inseguridad influyen en la prestación de todos los servicios, debido a que nadie quiere acceder a la comunidad. Según Ignacio Porras, las carreteras se encuentran en pésimo estado por falta de mantenimiento. También se encuentran preocupados porque cada día que pasa el río Torbes se come un pedazo de la carretera. Otro vecino conocido como Omar Torres, dijo que desde hace menos de un año el afluente se ha comido al menos el 40% de una calle ubicada en el barrio Bolivariano, a tan sólo metros del acceso al barrio San Francisco, afectando el tránsito de vehículos.
Además de esto, servicios como el agua potable y el aseo no llegan con normalidad.
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